II. Drift Away

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"¿Nunca has pensado en alejarte de la civilización?"

Habían pasado quizá unos veinte años o más y no es que no los recordara —porque cada memoria aún estaba en su lugar—, sino que como las personas decían, cuando te divertías el tiempo pasaba volando y eso le encantaba. Los momentos de calidad con su esposo siempre encontraban una forma de que ocurrieran, ambos a pesar de sus trabajos lograban darle el espacio y la dedicación que necesitaban para seguirle el ritmo a la vida.

Alex se declaraba completamente culpable de ser fanático de las pequeñas sorpresas que John le traía a diario y este, por su parte, descubría las nuevas formas en que su esposo podía llegar a montar un nuevo descubrimiento para hacerlo sonrojar o reír. Eran como una nueva pareja de casados aún en su época de luna de miel con los beneficios de un matrimonio de años. Los mejores beneficios según Alex y su gran mente maleable.

Sin embargo, desde el punto de vista de John, las grandes avenidas y el sonido de los autos a altas horas de la mañana, con el pasar de los años, se volvían menos apetecibles y más molestos para alguien que había crecido toda su niñez en los campos abiertos de Carolina del Sur. Por eso no le sorprendió cuando una noche de tantas en las que compartían una copa de vino, él mismo dio la opción de quizá, cuando ya pasaran los suficientes años en los que su hijo le diera nietos y ellos estuvieran muy cansados como para ocuparse del trabajo, podrían mudarse a alguna casa del campo.

Únicamente los dos y la naturaleza a su alrededor. Y eso era lo que Alex estaba viendo frente a él cuando fue a dar un pequeño paseo a los alrededores de la cabaña de roble oscuro. Cerró los ojos unos segundos y pensó en cómo podrían estar descansando debajo de uno de esos árboles. Tal vez en una de sus anteriores vidas. En este momento, sus manos ya estaban arrugadas, su cabello blanco durante la época revolucionaria por el polvo que lo tornaba de ese color ahora estaba gris y la misma edad le había caído sobre su espalda. Se dio la vuelta para regresar caminando hacia la cabaña en busca de su esposo; sin embargo, eso no fue necesario ya que vio al mismo John Laurens-Hamilton acercándose a él.

—¿Verificando que hay suficiente tierra? —bromeó sonriendo entre palabras haciendo que sus ojos se cerraran y dejaran al descubierto algunas arrugas ocultas.

—Más bien viendo que no haya otro lugar donde mi esposo pueda escapar.

—Suficiente con Afganistán —negó y fue caminando hasta llegar a la altura de Alex—. Y con Carolina del Sur.

—Creo que la segunda me dolió más que la primera. Para ti ambas debieron ser igual —bien que recordaba el cabello rubio que en ese entonces se fue hacia otro estado; sin embargo, de Afganistán solo había hablado en pequeñas memorias y recuerdos ya que ahí aún no conocía a esta versión de su John.

—¿De devastador? Sí.

Caminaron juntos hacia la dirección donde Alex había estado dirigiéndose hace unos minutos, uno de estos días, podían ofrecerle a Philip traer a los mellizos de visita. Sería una buena forma de romper con la rutina y de alejarse de la monotonía.

—¿Y ahora? —entrelazó sus dedos y se dejó guiar por el camino de grava que daba a un brazo cercano del río.

—Estoy donde siempre quise estar, Alex. Soy feliz junto a ti y nada ni nadie me hará alejarme de ti —se volteó para darle un pequeño beso en la mejilla, no importaba cuánto tiempo pasara, John siempre sería el más alto.

Los pequeños rizos que aún se le formaban a este en la base de su cabeza, le hicieron cosquillas a Alex, quien se relamió de los labios y esperó a darle un beso de verdad.

—Gracias.

—¿Por qué?

—Finalmente te diste cuenta de que huir no es la solución, no cuando tienes a alguien que puede acompañarte durante el proceso para que este sea más llevadero —lo miró con la misma mirada de enamorado de hace tantos años—. Y por permitirme ser esa persona.

—Luego de ir al infierno y regresar por el mismo camino, cualquier cosa se vuelve menos complicada, Alex.

—También me hiciste sufrir mucho, para solo haber tenido un ex, sabes cómo jugar con mi corazón, John Laurens.

—Hamilton-Laurens, no lo olvides —corrigió cada vez alejándose más de su cabaña y escuchando la cercanía del río contra las piedras lisas—. ¿No contamos a Martha?

—Martha es diferente. Quizá perdió unos cuantos tornillos, pero como madre es fantástica, Jack.

—Hemos estado a la deriva de muchas cosas, varios accidentes de tránsito, el nacimiento de Pip, los mellizos. Hemos perdido demasiadas también...

—No tienes que decirlo —lo interrumpió antes de que John pudiera enumerarlas—. Están en el pasado y si la vida les da una nueva oportunidad, espero más que nadie que esta vez sí la aprovechen.

—¿Cómo Francis?

Aquel nombre le trajo muchas imágenes de vuelta a la cabeza de Alex. La mayoría de ellas para nada agradables.

—Sí, me alegra que esté lejos de nosotros. Ni siquiera sé si sigue vivo. Ha pasado tanto tiempo.

Sus pasos y el sonido de las hojarascas debajo de sus pies le recordaron en que época del año estaban. Otoño. Madurez, ocaso de la vida, los crisantemos creciendo a ambos lados de su camino, la puerta a lo que vendría a ser el invierno. El frío.

La tos de John lo sacó de su larga proyección y regresó a donde estaban. Él ya le había dado a la respuesta a su pregunta, pero no le había prestado atención, así que solo se enfocó en lo más actual.

—Te voy a preparar un té cuando regresemos, Jack.

—No es necesario, estoy bien.

—Si tú lo dices...

Alex abrió los ojos, su vista ya no era la mejor por lo que ahora usaba sus lentes de forma permanente, incluso si solo era para un pequeño paseo, incluso si solo caminaba por horas recordando antiguas conversaciones, incluso si solo estas existían en su cabeza.

—Eras un testarudo, Jack —reprimió las lágrimas y se concentró en el río con sus propias gotas—. Espérame para que la próxima vez esté junto a ti desde el inicio. No te vuelvas a alejar de mí.

Soltó el último suspiro frente al río.


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N/A Les prometo que esto tomó una tangente en el último segundo, quería algo happy y bueno, salió esto. ¿Me regalan pañuelos? Yo estoy llorando.

Fotogramas || Lams MonthWhere stories live. Discover now