XVI. Shivering

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No sentía más que frío, congelamiento de huesos, la piel helada, sus dientes castañeando al son de una melodía invisible que se colaba debajo de sus músculos y salía expedida como vaho por su boca. El sudor bajaba por su espalda, delineando cada uno de sus nervios, de sus poros, de los vellos esparcidos en esa misma zona. Rodeando su cuerpo, solo una manta lo mantenía con el debido calor que su cuerpo debía recibir, a pesar de que, por dentro, la más leve respiración era como miles de volcanes intentando salir de sus pulmones.

Sus párpados, apenas abiertos por la luz de la habitación, eran los testigos de la situación en la que se encontraba. Las piernas le temblaban y con cada vuelta, su cabeza terminaba más mareada y confundida que antes. No pudo ser más oportuno el leve cosquilleo que subió por su garganta seca, obligándolo a toser.

—Me muero —las palabras de la boca de Alex salían lastimeras, como si le hubieran dado con una bala y la misma le hubiera perforado el pulmón—. Soldado caído, no puedo más.

Una risa. En medio de todos sus lamentos, sus oídos tapados lograron escuchar una risa genuina.

—¿Qué le pasa a papá?

Los pasos de una persona mayor, a la que no le pertenecía la pregunta, se acercaron a donde el cuerpo de Alex estaba tendido. Una melena de rizos rodeo las facciones del hombre quien colocaba el dorso de su mano sobre la frente del afectado.

—Solo tienes gripe, Alex, ni que te hubiera dado la peste —nuevamente esa dulce risa de los labios de quien parecía conocerlo—. Andas asustando al niño.

—¿Se va a mejorar? —la voz del pequeño parecía más cercana.

Unos dedos se dedicaron a surcar los cabellos de su cabeza, esa sensación le parecía la más relajante hasta el momento en lo que todo era frío o calor.

—Está exagerando. Se lo tiene bien merecido, Pip, no hay nada de qué preocuparse, tu padre creyó que meterse a una piscina en febrero era la mejor idea del mundo.

Aunque su estado no fuera el mejor, Alex podía distinguir la burla que existían en esas oraciones, por lo que un gruñido salió de su boca en protesta. Un tarareo de molestia hizo que la manta se ciñera más hacia su cuerpo y su frente se sintiera húmeda luego de un toque.

—Papá dice que eres terco —los ojitos verdes de Philip miraron a Alex como si lo que dijera estuviera escrito en roca volcánica.

—Dile a papá que él también lo es —cada sílaba se sentía como una lija en su laringe.

—No hables, Alex —delineó su cuello con las puntas de sus dedos—. Deja que la pastilla haga efecto y luego de la sopa que te estoy preparando, verás que te sentirás mucho mejor.

Pequeños pasos salieron de la habitación, su lengua estaba deshidratada, el vaso con agua de la mesita de noche estaba rogándole que bebiera de ella.

—Jack... agua...

—Me voy a reír cuando te cuente todo lo que decías.

Una mano con un anillo en el dedo anular atrapó el vaso de cristal en sus dedos, acercando el borde del mismo en a los labios de Alex. Levantó la cabeza en un ángulo que le facilitara beber de este y sintió como el agua volvía a recorrer su garganta.

—Gracias, te ves lindo así.

—¿Eso es un cumplido o un delirio de enfermo?

—Ambas, sí, creo que ambas. ¿Te quedarás a dormir conmigo?

—Eliza está aquí, ¿seguro que no quieres que pase?

—No, seguro parezco el espantapájaros del Mago de Oz —se quedó acomodándose entre las almohadas de la cama matrimonial y los brazos del castaño.

—Es tu mejor amiga, seguro quiere ver cómo estás.

—Me estoy muriendo, esa es la verdad —aspiró aire con fuerza, del cual solo llegó la tercera parte por la acumulación de moco en su nariz—. Sueno a ventrílocuo.

—No lo creo, ellos suenan más profesionales —bromeó.

—Estás tentando demasiado a la suerte, John Laure...

—John Hamilton-Laurens —le corrigió acercando su mano para levantarle el rostro y depositar un pequeño beso en su mejilla—. Siempre me dices que debo recordártelo. En la salud y en la enfermedad decían, ¿cierto?

—... vas a saber lo que es bueno cuando ya esté en mis cinco sentidos y te vas a arrepentir de todo lo que me has dicho.

—Lo dudo.

—Pruébame.

—En el estado en que estás no podría hacerlo de la manera en que quiero.

Quizá Alex no vio el guiño que su esposo le dio, pero claramente sus partes bajas lo sintieron. Su venganza cada vez parecía más dulce.

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N/A Me elevo de entre los muertos, yay. Para los que no se enteraron, me enfermé y bueno, eso. ¿Quienes son cuando se enferman? Porque yo de ley soy Alex, me estoy medio muriendo y exagerando todo jajaja.

Fotogramas || Lams MonthOù les histoires vivent. Découvrez maintenant