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—No me gusta el uniforme —admitió intentando bajar la corta falda de su cadera.

—Yo creo que se te ve adorable —las pestañas largas de Connie eran decoradas por el rímel que poseían.

—Pero a mí no me gusta —insistió. —Quiero sacármelo.

—Oh, Dios —puso los ojos en blanco —ya te dije que después del instituto iremos a comprarte el pantalón masculino, por favor —habló mirándola con desaprobación.

—¿Por qué no puede ser ahora? —Connie guardó el rímel en su mochila y se agachó frente a Spinel, bajándole un poco la falda.

—Tenemos que ir a clase —se paró y la tomó de las mejillas. —¡Reacciona, primor! ¡Tenemos que irnos!

—Sigo sin entender cómo te gusta maquillarte pero te quejas que llegas tarde —ella rió, colocándose la mochila.

—Es lógica, tonta, vamos —Spinel hizo un puchero.

—¡Ya te dije que no me llames así! —chilló. Comenzaron a caminar hacia la clase, cruzándose a gente por el pasillo.

—Yo te he dicho miles de veces en el día de hoy que no te quejes de la falda y sigues quejándote.

—¡Es que es incómoda! No es mi culpa —Connie se giró y posó un dedo en los labios ajenos.

—Tengo una propuesta.

—¿Cuál?

—Dejaré que te quejes todo lo que quieras si me dejas ir con las populares —Spinel frunció el ceño.

—Primero: iba a hacerlo igual. Segundo: ¡Ibas a hacerlo igual! Tercero: ¡sabes que no me gusta quedarme sola! —miró alrededor y se aferró a las correas de su mochila —no tengo muchos amigos, Connie, por favor.

—Deja de hablar —la morena mordió su labio inferior —bien, vendrás conmigo —la tomó de la mano y continuaron su andar.

—Sabes que no me gustan esas niñas, me llaman rara —susurró.

—Sé muchas cosas y entre ellas que eres rara —Connie se giró a verla —pero eres perfecta así.

—Nadie es perfecto.

—Desde ahora te llamas Nadie —la muchacha rosada parpadeó confundida.

—¡No! Mi nombre es Spinel.

—Y mi nombre es Juan Antonio.

—¡No! Te llamas Connie —la morena se detuvo.

—¿Sabes qué es mentir? —la rosada asintió.

—Algo malo que hace la gente ignorante para defenderse —la morena frunció el ceño. —Eso dice Yellow.

—Bueno, Yellow tiene razón solo que cualquier persona puede mentir. ¿Crees que soy ignorante? —la rosada lo pensó. —Duele. Me saco las mayorías de notas altas.

—Yo igual y soy rara. Tú igual y eres ignorante —la morena puso los ojos en blanco. Entraron finalmente a la clase y Connie sonrió emocionada.

—¡Hay muchos nuevos! —tiró de Spinel de la corbata y señaló a un muchacho —él es divino.

—¿Mucho más que Jeff? —cuestionó mirando al morocho.

—Para nada, nadie supera a Jeff —sonrió altanera y sacó pecho. —¡Mira! Ahí está Aquamarine —comenzó a caminar hacia la teñida junto con Spinel. —Hola, Aqua.

—Oh, hola, Connie —miró a Spinel —Spinel.

—Hola, Aquamarine —la muchacha sonrió emocionada. —¿Sabes que hay una gema con tu mismo nombre?

—Sí, sí, no me interesa —le restó importancia y miró a Connie. —¿Viste a los nuevos?

—¡Sí! Son muy lindos.

—En especial Steven —la rosada miraba alrededor desinteresada. Estaba haciendo oídos sordos a la conversación, ignorándolas. —Es jodidamente lindo, ¡su padre es millonario! ¡¿Sabes qué es eso?! ¡Millonario! —volvió a decir. —Es el chico perfecto —y ahí, Spinel comenzó a oír, reaccionando. ¿Perfecto? Se supone que nadie era perfecto, a pesar que Connie comenzara a llamar a Spinel “Nadie”.

—Por supuesto, es asombroso —suspiró —Jeff va a instituto público, es horrible.

—Jeff es pobre —asumió.

—No digas eso, es mi novio.

—Deberías conseguirte algo mejor... —lo pensó —¿qué tal Steven?

—No quiero acercarme a alguien solo por su dinero —se cruzó de brazos.

—Oh, vamos~ ¿no te acercaste a Spinel por eso? —Connie miró mal a Aquamarine.

—Claro que no. Ella es mi amiga.

—¡Oh, claro! Qué profundo —rió.

—Al menos no finjo tener una relación para tener popularidad —enfrentó. La azulada miró a la morena con odio y sonrió altanera.

—Ah, ¿sí? —se inclinó —bueno, creo que me funciona perfectamente ¡porque soy superior a ti! —recalcó y rió. Connie tomó del brazo a Spinel.

—Vámonos —la rosada observó dicho acto y siguió caminando.

—¿Qué ocurre? —balbuceó Spinel.

...

—¿Connie? ¿Estás bien? —preguntó Spinel apoyándose en el hombro contrario.

—Sí —la rosada asintió y la soltó.

—Ah, perfecto —finalizó la conversación. Connie la miró con rabia.

—¡No estoy bien! ¿Por qué no reaccionas? —gritó. Spinel frunció el ceño.

—Estoy reaccionando, y sabes que no me——

—¡Deja de asumir que lo sé! ¡Aún no sé cómo tratarte! —Spinel se quedó en silencio.

—¿Es por mi autismo...? —susurró.

—Sí —admitió avergonzada Connie. Spinel se calló y miró a otro lado. Silencio.

—¿Q–Qué... —aclaró su garganta —... Es un “chico perfecto”? —Connie la miró confundida.

Autismo | Stevnel [Remasterizado]Where stories live. Discover now