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Adiós, mi hombre. A donde vas, no iré. A donde vas, nadie va. Y, a donde vas, hace mucho frío. Besaré el recuerdo de tu rostro una última vez antes de dejarte ir. Espero que recuerdes mi sabor a vainilla, coco y rosa. A donde vas, no puedo ir. Así que tengo que vivir sin tus brazos y en los brazos de otros hombres. Hombres que tendrán que estar conmigo en las frías noches de invierno, aunque sea a tí quién vea en mi imaginación. Ya ves, algún día te tendré que olvidar del todo ¿verdad? Porque ya olvidé tu voz que resuena y tu delicado rostro ¿Tú ves? No, no ves. Quizás prometimos volver a vernos, pero yo solo estoy esperando que suene la sentencia de muerte y que suene sólo para mí. Es la vida, y es toda mía, acepto todo lo que ella me da y tomo lo que ella no me da. Adiós, mi hombre. Dónde vas, no me dejan ir también.
