Amiguitos.

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Hiro amaba cuando la Tía Cass lo carga en sus brazos, ese olor como a galletas de avena le parecía más que reconfortante, le recordaba lo rico que era comer galletas. Y la bonita sonrisa que su tía tiene cuando se las da.

Es uno de esos placeres que puede disfrutar ampliamente con sus cinco años, pero su mayor placer sin duda es que Cass los lleve a él y a Dashi a jugar al parque, le gusta sobre todo pasar tiempo en la caja de arena y hacer castillos, que desde la perspectiva de Cass son más como montículo sin forma de arena que decora con hojas o ramas, pero tampoco es que sea un crimen que su sobrino tenga tanta imaginación.

Además de jugar, mayormente solo o en ocasiones con Tadashi, a Hiro también le gusta que después su tía les compra un cono de helado, a veces le molesta que a Dashi le compran un cono un poco más grande, pero su hermano siempre le da a escondidas a probar de su nieve y por eso no hace berrinche.
Pero su dinámica del parque tenia pocos días de haber cambiado de manera demasiado drástica desde el punto de vista del menor y eso fue culpa de Mi-el.

Mi-el era un niño desconocido, tenia la piel del color de los nuggets que les sirvió una vez su tía que dijo que se doraron mucho, tenia unos ojos grandotototes de color de un chocolate y se acercó a él como si nada, mientras Hiro construia una guarida secreta para supermans que tenía como doce cuartos y un tobogan que los llevaba a una sala de videojuegos Mi-el apareció, se acercó a él saltando y con unos muñecos de colores muy raros en las manos.

Primero le pareció raro, se puso muy cerca de él a jugar con los "dusadores", que eran esos monitos de plástico muy duro que tenían un solo color. Pero apenas el niño lo descubrió viéndolo sonrió un montón, y se le pegó aún más y eso le molesto al niño genio, no estaba acostumbrado a que la gente fuera de su familia se le acercara tanto.

—Oa, soy Miguel.— Saludó el pequeño que feliz agitaba el muñeco de plástico en su mano.

—¿Mi-el?

—Ajam, ¿tú?— El pequeño azabache no sabia si decirle su nombre a un extraño, pero el niño se veía tan amigable que no encontraba peros a decirle su nombre.

—Hiro

—¿Jido?

—No, HI... RO.

—Ah... ¡Jido!— Dijo el niño de cabello chocolate sonriendo como si hubiera recibido galletas, el pequeño genio se sonrojo ante esa sonrisa tan grande y falta de dientes, por lo que terminó dándole la razón a Mi-el.

Entonces el moreno le pasó a explicar que sus juguetes eran "dusadores" que salen en la tele, eran como supermanes pero solo usaban calzones y capas, Hiro le explicó que eso no serviría para luchar con los malos, pero Miguel le reclamó que ellos no pelean con malos, si no que pelean entre ellos, el genio iba a decirle que eso era un desperdicio de su fuerza cuando el menor notó su super guarida y comenzó a halagarla.

Razón por la qué se volvieron mejores amigos en ese preciso insante, los dos más chicos casi se pusieron a llorar cuando los intentaron separar y eso que les prometieron un helado como el de Dashi a cada uno. Para cuando volvieron a casa en lugar de olvidarlo y seguir con su vida Hiro parecía no poder dejar de hablar de lo mucho que le había gustado jugar con Miguel, que era su mejor amigo que a los dos les gustaba el rojo y que un día los dos serían heroes luchadores y combatirian al crimen, porque no querían pelear entre ellos.

Cass logró hacer a Hiro tomar un baño e irse a dormir bajo la promesa de ir al siguiente día al parque para buscar a Miguel.
Y así fue, apenas llegaron Hiro hizo lo que nunca y se acercó a todos los otros juegos en busca de su amiguito.

—¡Mi-el!— Gritaba de tanto en tanto el mini genio, para facilitarse su tarea. Fue ahí cuando vio a un grupo de niños más grandes que tenían miradas sospechosas, el primer instinto de Hiro fue alejarse de ahí, pero por otro lado estaba tentado a descubrir el porque lucían tan sospechosos.

One-shots (Hiroguel) Where stories live. Discover now