Capítulo 4. El primer recuerdo.

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Mentiría si dijera que he podido conciliar el sueño sin problema. Además, me he levantado con los primeros rayos de sol y me he quedado acostada en la hamaca mientras mantenía mi mente en blanco. Cuando me canso, me pongo en pie y me desperezo. La mayoría de chicos siguen durmiendo. Ni si quiera he pensado hacia dónde ir cuando mis piernas comienzan a caminar solas. No tardo en darme cuenta de que me dirijo hacia el Laberinto.

- Debe tener alguna forma de abrirse. – bufo. – O quizás un mecanismo o un botón. – murmuro. Me siento en el suelo y trato de examinarlo hasta que me siento como una idiota. Los chicos llevan tres años aquí y no han encontrado nada. Si hubiese algún tipo de botón para que se abriera, ya lo habrían encontrado; no es como si yo lo fuese a conseguir por arte de magia.

Un sonoro estruendo llama mi atención. Es la entrada del muro, que comienza a abrirse lentamente con un gran ruido mecánico. Una ráfaga de aire frío me alborota el pelo y me levanto de inmediato. Las puertas frenan pocos segundos después y el ruido desaparece. Un par de metros me separan de la entrada. Camino unos pasos hasta que mis pies casi rozan el borde. Enfrente de mí un largo pasillo se abre, tiene varias desviaciones a los lados y me planteo cuál será la correcta.

- ¡Eh, tú! – me grita alguien; alguien que me coge por los hombros y me obliga a alejarme de la entrada. – ¿A dónde crees que ibas?

Minho no me había dirigido la palabra hasta ahora y su rostro enfadado me pone nerviosa. Tartamudeo unas cuantas veces antes de decir algo coherente.

- No iba a entrar al Laberinto.

- Ya, claro. – masculla soltándome y alejándose un par de pasos. Al momento llega Thomas seguido de Winston y de un par de chicos más.

- ¿Qué ocurre? – le pregunta Thomas a Minho, pero pronto dirige su vista hacia mí, que sigo con la espalda pegada al muro. – ¿Qué haces aquí?

- Iba a entrar al Laberinto. – responde Minho por mí

- No, no iba a hacerlo. – gruño acercándome hasta quedar a la derecha de Minho, quien rueda los ojos. Está claro que no me cree, e incluso veo que Thomas y el resto dudan. – No iba a hacerlo, enserio. Tan solo quería observar todo esto de cerca.

No estoy convencida de que me hayan creído, pero es cosa suya si no quieren hacerlo. Al momento miro a los tres chicos que nos observan por detrás de Thomas y arrugo el entrecejo.

- ¿A dónde vais? – pregunto.

- Al laberinto. – responde Thomas.

- Pensaba que solo los corredores podían entrar. – replico. Le dedico una dura mirada a Winston y este se encoge de hombros.

- Los demás dimitieron ayer. – aclara Minho. Noto el reproche de su voz y no me agrada.

- Vamos a ir a investigar al lacerador que matamos la otra noche. – puntualiza Thomas.

- ¿Puedo ir?

- No. – dicen al unísono.

- ¿Por qué no? Los demás tampoco son corredores y van a entrar.

- Los demás no son unos verduchos. – dice Minho, pero Thomas le da un codazo para que se relaje.

- Gally va a enfurecer en cuanto se entere de esto. – me confiesa. – Si te quedas por aquí, quizás esté demasiado ocupado vigilándote como para darse cuenta de que faltamos.

- Está bien. – acepto por fin, pero no estoy conforme. – De todas formas, no quería entrar.

Se marchan al momento y vuelvo a estar sola. Si estos ya han salido, no faltará mucho para que el resto se pongan en marcha. Todavía no quiero enfrentarme a ellos, así que camino bordeando el muro. A penas he avanzado cuando un parte de este llama mi atención. Hay decenas de nombres grabados en la piedra. Algunos más grandes que otros; unos cuantos incluso están tachados. El nombre de Alby está casi en el centro. Newt, Jeff, Winston, Thomas, Gally, Chuck, Fritanga... Todos ellos están ahí, como si fuera la zona oficial en la que se registran los integrantes del Claro. Paso el dedo por las líneas que tachan el nombre de Ben y algo me dice que se han hecho recientemente.

Incluso si no te recuerdo | Maze RunnerWhere stories live. Discover now