Capítulo 31. Nadie dijo que fuera a ser fácil.

425 43 8
                                    

El discurso de Newt me dejó destrozada. No sabía qué decirle, ni él quería que lo hiciera en esos momentos, así que me invitó sutilmente a marcharme y yo regresé sollozando como una loca hasta mi tienda. Mi llanto despertó a Aris, mi compañero, y aún algo cohibido trató de consolarme mientras yo le contaba entre hipidos lo que me ocurría. No es que fuésemos amigos del alma, pero nos había tocado compartir tienda ya que Thomas y Minho dormían juntos y Harriet y Sonya también. Mejor nosotros que otro adolescente que no conociésemos de nada.

Aris fue un cielo y me juró y me perjuró que no le importaba en absoluto a pesar de haberle mantenido toda la noche en vela por mis dramas amorosos. Al amanecer ya estaba más calmada y era imposible que llorase más porque había gastado el suministro de lágrimas por un mes entero. Aris se había marchado a desayunar y cuando Thomas y Fritanga aparecen por mi tienda supongo que o Aris les ha contado lo que ocurría o han sido Thomas y Fritanga los que le han preguntado directamente por mí. O puede que sea Newt quien les haya dado las últimas noticias.

Mi cabeza es un caos, pero con el tiempo logro ordenarla mínimamente. Para empezar me siento culpable por haberle hecho daño a Newt. Ya puede decirme que me deja en libertad y que aceptará mi decisión, pero eso no quita que guarde luto por dentro. Sé lo que siente por mí; jamás lo he dudado. El problema empieza cuando pienso en Gally y todo se pone patas arriba. Nunca he sabido lo que sentía por él; ni antes, ni durante, ni después del Laberinto. El caso es que hay algo y por más que lo niegue no desparecerá.

El día se me hace cuesta arriba y por más que los chicos insistan me niego a salir de la tienda. Ellos me traen la comida y tratan de consolarme y animarme. Lo agradezco de sobremanera, pero no pueden hacer mucho más. Tan solo cuando ya ha caído la noche y noto que Aris está profundamente dormido, me levanto y salgo a pasear. No es un paseo muy largo, solo me alejo un poco de las tiendas y me siento en la orilla del mar. Escucho la marea subir y bajar y me encojo sobre mí misma mientras siento la fresca brisa que me envuelve. Me pierdo en la línea del horizonte hasta que noto que alguien se sienta a mi lado. Me sorprendo al ver que es Gally, pero no lo exteriorizo.

- ¿No podías dormir? – me pregunta. Gira la cabeza para verme pero se mantiene serio.

- Quería tomar el aire.

- ¿No podías hacerlo durante el día?

- La idea era salir de noche para que nadie me viese este horror de cara. – no me he observado a ningún espejo, pero intuyo que incluso ahora mis ojos deben seguir algo hinchados de tanto llorar.

- Yo te veo bien.

Gally se encoge de hombros y yo le dedico una pequeña sonrisa que imagino que se verá muy triste. Supongo que nuestra conversación significa que ya se le ha pasado el enfado.

- Imagino que ya te has enterado de lo que ha ocurrido. – le suelto con cierta ironía. Aunque con algo de reparo, asiente. No sabe lo que decir y yo tampoco, así que cambio de tema. – Nunca te llegué a preguntar algo.

- ¿El qué?

- ¿Cuando te picó un lacerador en el Laberinto, fue por salvarme?

- Sí. – ya lo suponía, pero tenía que saberlo con seguridad. Gally frunce el ceño, como si no le agradase recordarlo, pero se relaja cuando vuelve a mirarme. – Yo estaba a punto de meterme en la Caja con el resto cuando te vi ahí, parada, sin prestarle atención al lacerador que se acercaba por tu espalda. Te traté muy mal... – pone una mueca amarga, asqueada. – Pero me gustabas tanto... Ibas en contra de todas las normas, que en ese momento eran lo más importante para mí, y aun así tú tuviste la osadía de quitarme el sueño.

Gally termina riendo en un intento por disimular el disgusto y yo también río unos segundos. Los ojos se me empeñan y agradezco que la brisa consiga secármelos. Recojo todavía más mis piernas y las rodeo con mis brazos.

Incluso si no te recuerdo | Maze RunnerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora