Capítulo 16

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Ha pasado más de una semana desde que Nicole se marchó con Alexeyn rumbo a California para saber el estado de su madre. Hace más de cuatro días no sé nada de ella. Lo último que supe mediante un mensaje que me envió fue que su madre se encontraba recluida aún en el hospital.
Estos días han sido bastante difíciles para mí. Me había acostumbrado a compartir con Nicole cuando Austin no estaba en casa. Él tuvo que salir de viaje hace unos días por algunos inconvenientes que sufre un nuevo proyecto en Italia. Aunque me pidió que lo acompañara, no accedí, ya que, de igual manera, estaría ocupado y a mí me tocaría estar sola en un país donde no conozco a nadie.
Marco al número de Nicole por décima vez en la mañana, pero sigo sin obtener respuesta. Marco el número de Alexeyn, que me envía al buzón.
Ya frustrada, sin saber qué hacer y preocupada por Nicole, tomo el teléfono de la casa y marco el número de la agencia de viajes. Luego de dos tonos, la voz de una chica habla y empieza atenderme.
—Buenos días. Necesito un pasaje de avión con destino a Los Ángeles para esta misma tarde.
—Espere un momento, si es tan amable.
Observo el reloj en mi muñeca; son casi las ocho de la mañana. Camino hacia el armario y saco de él mi maleta de viaje, que abro en la cama. Empiezo a colocar algo de ropa y mis accesorios de uso personal.
—Tenemos un vuelo directo disponible para las 11:00 a.m., señorita. ¿Lo desea?
—Por supuesto. Haga la reservación a nombre de Emma Ritcher.
—A la orden, señorita Ritcher.
Cuelgo el teléfono y termino de empacar lo último que me hace falta meter en la maleta. Me cambio el conjunto deportivo que cargaba y me coloco un leggins negro junto a una blusa simple y zapatillas. Agarro mi bolso, mi teléfono y la maleta, y salgo del departamento a toda prisa.
Llego al aeropuerto casi a las 10:00 a.m. Entro y me acerco al área de la agencia de viajes donde reservé el boleto de avión. La chica busca la reservación a mi nombre. Luego de confirmarla, me hace entrega del boleto y me indica la cabina de vuelo.
Los Ángeles, California
El avión aterriza en el Aeropuerto Internacional de Los Ángeles a eso de las tres y quince de la tarde. La espalda me duele horrores y los pies se me han hinchado un poco. Hago todo el papeleo debido para salir. Ya lista, camino hacia el área de taxis.
Me detengo un momento para recordar la dirección del hospital en donde se encuentra recluida la mamá de Nicole. Saco mi teléfono y leo el último texto que me envió, donde mencionó el nombre del hospital. Salgo y me subo al primer taxi que encuentro libre.
—Buenas tardes, joven. ¿A dónde se dirige?.
—Buenas tardes. Huntington Hospital.
El hombre asiente y coloca el auto en marcha.
Pasan alrededor de quince minutos cuando el auto se detiene frente a un edificio bastante grande y lujoso. El conductor me dice lo que le debo por la carrera. Le entrego el dinero y me ayuda a bajar mi maleta.
Al entrar, me acerco de inmediato a la recepción, donde se encuentran dos enfermeras y una chica vestida formalmente con un uniforme con el nombre del hospital.
—Buenas tardes —me dice la joven con una sonrisa—. ¿En qué le puedo ayudar?
—Buenas tardes —le devuelvo el gesto y observo mi alrededor—. Tengo entendido que la madre de mi amiga está internada en este hospital y quisiera saber si aún lo está.
¿Nombre de la paciente?
—Lorena… —Por un momento no me acuerdo de su nombre—. Lorena Vautters.
La chica asiente y empieza a teclear en su computadora.
Inspecciono mi alrededor con la esperanza de ver a Nicole o a Alexeyn, pero es en vano.
—Habitación 206, tercera planta.
—Muchas gracias .
Camino hacia el elevador, presiono el botón y espero. Miro el mapa del hospital que yace en una esquina y empiezo a estudiarlo para no perderme . El elevador llega y abre sus puertas. Me subo y marco el piso que me indicó la chica. Cuando llego, leo los números de las habitaciones en el pasillo. Después de casi cinco habitaciones, doy con la 206. Me debato entre tocar o esperar afuera. Cuando estoy por tocar la puerta, esta se abre y deja ver a Nicole, que frena en seco cuando me ve.
—Pero ¿qué cojones, tía? —Se abalanza sobre mí—. ¿Cómo llegaste hasta aquí?
—¿Acaso no te da gusto verme?
Besa mi mejilla.
—Por supuesto que sí. —Sonríe—. Pero dime cómo llegaste.
—Mencionaste el nombre del hospital en uno de los últimos mensajes que me enviaste. Como llevo días sin saber de ti, me preocupé y decidí tomar un viaje hasta acá.
—Lo siento, mi teléfono se dañó y entre tantas angustias se me olvidó comprar uno nuevo o contactarte. —Me mira con pena—. No debiste haberte preocupado tanto y viajar hasta aquí. Tantas horas de viaje y el cansancio le pueden hacer mal a mi sobrino.
—Estábamos preocupados. —Reímos—. Además, a ambos nos hacía falta los mimos de la tía.
—¡Ven! —Me toma del brazo—. Te presentaré a mamá.
Sujeta mi maleta y me ayuda a pasar dentro de la habitación, donde veo a una mujer sentada en una silla de ruedas vestida con ropa deportiva y una de sus piernas enyesadas.
—Mamá —la llama entusiasmada—, te quiero presentar a Emma. Ella es la amiga de la que tanto te he hablado.
—Mucho gusto, señora. —Le extiendo la mano cordial—. Emma Ritcher para servirle.
—Es un placer al fin conocer a la chica de la que tanto habla mi hija. — Me sonríe con ternura—. Felicitaciones por tu embarazo, querida. Te sienta muy bien. —Palmea mi mano.
Es una mujer bastante joven y muy guapa. Al detallarla, puedo ver el reflejo de Nicole dentro de unos años, pues el parecido en ambas es mucho.
Observo la maleta a un lado de la cama. Todo está perfectamente arreglado. Un hombre entra a la habitación, pide permiso y toma la maleta. Cuando está por salir, Nicole lo detiene.
—¿Puedes llevar esta maleta también? —Le entrega la mía—. Ella vendrá con nosotros.
—No quiero molestar, en serio —suelto un poco apenada—. Puedo buscar un hotel donde quedarme para pasar la noche.
—Por supuesto que no, cariño —dice su madre indignada—, faltaba más. Vendrás con nosotras a casa. Además, hoy queremos celebrar que al fin salí de este lugar perfectamente y tú serás nuestra invitada de honor.
Nicole asiente y me sujeta por los hombros.
Un enfermero llega para ayudar a su mamá y nos ayuda a llevarla hasta la salida, donde una camioneta nos espera. El chico que se llevó las maletas hace un rato la ayuda a subirla. Cuando se cerciora de que todas estamos listas, coloca el auto en marcha.
Luego de casi veinte minutos, el auto entra a un condominio bastante exclusivo por su fachada. Se detiene frente a un gran portón. El guardia, al ver la camioneta, abre su puerta, dejándolo pasar. El auto se detiene. Cuando otro chico nos abre la puerta y nos ayuda a bajar, me doy cuenta de que se trata de una casa muy grande. Él coloca a la madre de Nicole sobre la silla de rueda y la lleva al interior de la vivienda. Detrás de ella vamos Nicole y yo.
Al entrar a la casa, me quedo bastante fascinada por su estilo. Para ser una casa bastante grande se siente muy acogedora y moderna.
Una mujer un poco más mayor que la madre de Nicole aparece junto a una chica de mi edad o un pocos más joven, se nos acercan y saludan con rapidez a Lorena.
—Tía —Nicole se para junto a mí—, les quiero presentar a Emma, una gran amiga.
—Un placer conocerte, querida. —La señora me extiende la mano—. Leonore DiAngelo.
Mi corazón se acelera a toda dar al percatarme de que la mujer que se encuentra en frente de mí se trata de la madre de Alexeyn, la que en su momento fue mi suegra.
—Un placer, señora Leonore —digo nerviosa.
—Solo Leonore, cariño. —Besa mi mejilla—. Es un placer conocer al fin una amiga de Nicole.
—Un placer, Emma. —La chica se acerca—. Mi nombre es Gia.
—Un placer, Gia. —Le extiendo la mano—. Lamento llegar de esta manera.
—No tienes de qué lamentarte. —Me guiña un ojo—. Las amigas de mi prima siempre serán bien recibidas aquí.
La señora Leonor nos invita a pasar a la sala. Una chica se nos acerca. Gia le pide que lleve mi maleta a una de las recámaras de huéspedes. Nicole se le acerca al oído a la chica y le dice algo. Ella asiente y sube con la maleta las escaleras.
—Es bueno conocer a una amiga de Nicole —comenta Leonore—.
¿Eres de España?
—No —sonrío un poco apenada aún—, soy de Miami.
—Que bueno que tú no tienes ese acento loco también.
—¡Gia! —la regaña su madre.
—¿Qué? Solo digo la verdad. Todavía no me acostumbro a escuchar a Nicole hablar así.
—Pues te jodes, tía. —Nicole le saca la lengua—. Es una costumbre que agarré.
—Así que eres de Miami. Es bueno saberlo. Mi hijo viaja mucho allá.
—Ella lo sabe, tía. Conoce a Alexeyn también —suelta de golpe Nicole y me mira con asombro.
—Vaya, pero qué sorpresa —suelta la madre de Nicole—. Entonces, ¿también eres amiga de él?
—Bueno, la verdad es que…
—Sí, muy amigos, mamá —me interrumpe Nicole mirándome con una sonrisa—. Ella lo conoció incluso antes que a mí.
—Eso es maravilloso.
La madre de Alexeyn me observa sonriente. Su hermana y su tía me miran con mucha ternura. Miro a Nicole, que solo me guiña un ojo mientras toma mi mano.
—Ya casi es la hora de cenar —manifiesta la madre de Alexeyn—.
¿Gustas acompañarnos?
—Será un placer.
—Entonces Gia te enseñará cuál será tu habitación para que te recuestes un momento antes de bajar a cenar. Mientras tanto, ayudaré a mamá un instante —me informa Nicole.
Asiento, me levanto de mi puesto y camino junto a la chica hacia las escaleras para que me enseñe el camino. Al llegar al pasillo, la chica me lleva a una de las habitaciones del fondo y entra conmigo.
—¿Puedo preguntarte algo? —Toma asiento en la cama junto a mí—.
Discúlpame si te incomodo, pero suelo ser muy atrevida a veces.
—Tranquila. —Sonrío—. Adelante, puedes preguntarme cualquier cosa.
—¿Qué edad tienes? —cuestiona apenada—. Parece que vas a ser una mamá muy joven, y no es que sea malo, me parece perfecto.
—Tengo veintitrés. —Acaricio mi vientre—. A mí también me agrada esa idea. Aunque mi bebé no estaba planeado, me alegra que Dios me haya dado este regalo tan hermoso.
—Que bueno que pienses así. —Sonríe—. A mí me gustaría ser madre, pero primero debo encontrar al chico perfecto y casarme, sino mi hermano me mataría. Es muy sobreprotector.
Río. No me imagino ver a Alexeyn en esa faceta de hermano celoso.
—Pues en su momento lo serás —le aseguro—. Cuando así Dios lo permita, llegará ese momento, y créeme que será lo mejor que te pasará.
Nicole abre la puerta y entra. Le dice a Gia que su madre la necesita urgente. Ella sale de la habitación apresurada.
—¿Pasa algo? —le inquiero cuando la veo tan sonriente, pues no es normal verla tan contenta siempre.
—¡Claro! —casi grita—. Estás aquí, y eso me hace feliz. Ya extrañaba verte y ver a mi sobrino. —Acaricia mi vientre y le habla de manera mona a mi bebé.
En estas pocas semanas se ha encariñado mucho con nosotros y de igual manera nosotros con ella. Con Nicole he sentido el calor y la confianza de hermana que nunca he podido tener con Lía.
Al acordarme de ella, recuerdo a mis padres y a Austin, a quienes no les avisé de mi repentino viaje. Le pido a Nicole que saque de mi bolso mi teléfono y que me lo pase. Ella lo hace. Lo desbloqueo y le marco a mi padre. Le aviso que no estoy en el departamento y que me encuentro fuera de la ciudad. Me pide mantenerlo al tanto de mi salud y de cualquier cosa que pase.
Marco al teléfono de Austin, pero me sale apagado. Entro al área de mensajes y leo el último que me envió alrededor de una hora, que dice que iba entrando a una comida de negocios con unos clientes. Le dejo un mensaje pidiéndole que me llame cuando se desocupe y le aviso que me encuentro perfectamente bien.
Unos toques en la puerta llaman nuestra atención.
Nicole da permiso para pasar.
—Lamento interrumpir. —La muchacha entra—. La cena ya está lista.
—Muchas gracias. En un momento bajamos.
La chica asiente y cierra la puerta.
Nicole se levanta de un salto de la cama.
—¿Por qué estás tan feliz? —Me río—. Estás muy rara hoy.
—Ya te dije, estoy feliz de que estés aquí. —Me toma de la mano—. Ahora bajemos a cenar.
Asiento y río al verla tan emotiva. Me hacía mucha falta escucharla y verla. Me había acostumbrado a estar con su compañía siempre.
Salimos de la habitación, bajamos las escaleras y pasamos al comedor, donde ya se encuentran la madre de Nicole, Leonore y Gia.
—Ya estamos aquí. —Nicole se sienta junto a su madre—. Ven, Emm, toma asiento a mi lado.
—Por supuesto que no. —La madre de Alexeyn se acerca a mí y me sostiene por los hombros—. Ella se sentará a mi lado.
Todos reímos y empezamos a tomar asiento en la mesa. La cena se empieza a servir. Veo que hay un plato más sobre la mesa. Llama mi atención por un instante, pero al ver que nadie lo ocupa no le presto más atención.
—¿Qué más me puedes contar de ti, Emma? —Agarra mi mano—.
¿Cuáles son tus planes a futuro?
—Bueno, aún no tengo claro qué haré en un futuro. Quiero terminar la universidad para luego planteármelo. —Sonrío—. Por ahora solo sé que debo cuidar de mi bebé y dedicarme a él cuando nazca.
—Me parece muy bien. —Sonríe—. Un bebé es lo más hermoso que nos puede pasar. Aún me acuerdo cuando mi Alexeyn era tan solo una bolita de cachetes. Desde pequeño fue tan tranquilo, aunque cuando era un niño era muy tremendo. —Se sujeta la frente, hace un gesto de cansancio y niega.
Me río junto a ella, cuando alguien se aclara la garganta y llama nuestra atención.
Miro al frente y siento cómo cada parte de mi cuerpo se congela al ver a Alexeyn parado frente a mí vestido de forma cómoda y no de traje y corbata como siempre lo está. Me observa serio y no emite ninguna palabra.
Su madre, al verlo, sonríe.
Su hermana se levanta de la mesa, lo toma del brazo y lo acerca casi a rastras.
—¿Sucede algo, cariño? —le pregunta su madre—. No has dicho ninguna palabra.
—Creo que la invitada lo ha dejado sin habla —bromea la madre de Nicole—. ¿No te agrada verla?
—Lo siento, no esperaba verla aquí —habla al fin—. ¿Cómo estás?
—Bien —contesto apenas.
—Emma vino a verme y a saber qué tal sigue mi madre. —Nicole sonríe—. Se quedará unos días con nosotros.
Alexeyn toma asiento a la cabeza de la mesa. Aun estando muy cerca de su madre y de mí, me contempla como si no se creyera lo que ocurre. Aunque lo trate de evitar, no puedo. Solo no puedo dejar de mirarlo.
Nicole le dice a la chica del servicio que ya puede empezar a servir la cena porque estamos todos. La chica así lo empieza a hacer. Empezamos a comer entre pláticas y risas. Alex no emite ninguna palabra y solo se dedica a observar todo lo que sucede.
Terminamos de cenar. La chica, por último, trae a la mesa un delicioso postre de tres leche y un poco de helado para acompañarlo. Lo empieza a repartir. Cuando coloca el mío frente a mí, las náuseas se hacen presente.
—Emm —Alexeyn llama mi atención—, ¿sucede algo? —Niego—.
¿Segura?
—Solamente tengo náuseas. —Todos en la mesa me miran—. Es todo. —Creo que el pastel se las ha causado. —Nicole se levanta y retira el plato de su lugar—. Pediré que te traigan otra cosa.
Alexeyn se incorpora y va detrás de ella, le quita el plato y le pide que espere en la mesa. Ella lo mira sin entender y hace lo que le pidió. Alex demora unos minutos en la cocina y luego regresa con un recipiente, que coloca frente a mí. Me doy cuenta de que se trata de helado napolitano, galletas y sirope de chocolate. Escruto el recipiente e inconscientemente sonrío. Alex también sonríe cuando camina hacia su asiento. Este era el postre que me encantaba comer los fines de semana cuando él y yo compartíamos, cuando veíamos películas y series. Agarro el cubierto y comienzo a degustar el postre bajo la atenta mirada de todos. Observo a Nicole, a Lorena, a Gia y a su mamá, que sonríen al ver todo bajo control.
Pasados unos minutos, terminamos de degustar el postre en silencio absoluto. La madre de Alexeyn se levanta de la mesa y se despide, ya que se encuentra algo cansada. Asimismo, lleva a la madre de Nicole a descansar. Gia se queda en la mesa, al igual que Nicole, Alex y yo. Nicole se yergue. Cuando veo sus intenciones de dejarme sola, le pido que me acompañe a la habitación, porque me encuentro cansada y con los pies un poco hinchados.
Me despido con un “Buenas noches” de los presentes en la mesa y me dispongo a subir las escaleras hacia la habitación acompañada de Nicole.
Ella me acompaña hasta la puerta, se despide de mí y se marcha a su habitación. Entro en ella y empiezo a buscar mi maleta, que no encuentro. Reviso en el cuarto de baño y en el armario, pero no la hallo. Salgo de la habitación y me debato entre ir a molestar a Nicole o esperar hasta mañana. Bajo las escaleras. En la sala me encuentro a la chica del servicio que subió mi maleta. Le pregunto por ella y me dice que la colocó en otra habitación por equivocación. Cuando se ofrece a buscarla para enmendar el error, le digo que no se preocupe, por lo que me indica en cuál habitación está. Para mi suerte, se halla en el dormitorio justo al frente del mío. Toco la puerta para asegurarme de que no haya nadie. Cuando nadie me contesta, abro con lentitud. Al no ver a nadie, entro y reviso. Cuando estoy por abrir el armario, la puerta del baño se abre y de él sale Alexeyn con una toalla amarrada a la cintura. Tiene el pecho descubierto.
—Lo siento —balbuceo—, no sabía que esta era tu habitación. Lo siento. Toqué, pero nadie me respondió. Lo lamento.
Las manos me tiemblan y mi corazón se acelera al estar en una habitación a solas con Alexeyn en esas fachas. No puedo evitar detallar cada parte de su cuerpo. A mi mente vuelven imágenes de cuando estábamos juntos y siento cómo la respiración se me corta.
—¿Estás bien? —Asiento. Se acerca, haciéndome retroceder—. Entonces, ¿qué haces aquí?
—La chica que subió mi maleta la colocó por equivocación en esta habitación. He venido por ella.
Sonríe. Camina hacía el armario, lo abre y saca mi maleta.
—Pensé que era de Nicole y que ella la había colocado aquí. —La pone a mi lado—. No sabía que era tuya y menos que te encontrabas aquí.
—Solo vine por hoy —susurro y bajo la mirada—. Solo quería saber cómo estaba la madre de Nicole y ella. Mañana pienso regresar a Miami.
—No te vayas. —Levanto la mirada—. No te vayas, por favor.
—¿Por qué no? —apenas digo con dificultad.
Se acerca con lentitud hasta quedar a pocos centímetros de distancia de mí.
—Porque te extraño. —Coloca una de sus manos en mi cintura—.
Porque me haces mucha falta.
—Alexeyn, yo…
—No, Emm, escúchame. —Posa su mano en mi mejilla—. Por favor, no te vayas. —Roza su nariz con la mía.
Cierro los ojos y disfruto de su caricias, de su piel.
—Dame una razón para quedarme —murmuro con dificultad.
—Porque me haces mucha falta, al igual que yo te hago falta a ti.
Y sin dame oportunidad de responder, junta sus labios con los míos en un delicado y suave beso, removiendo dentro de mí todo tipo de sensaciones.

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