III

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Las cosas han cambiado un poco desde aquella visita.

La reacción de su madre fue un tanto extraña, de la nada, solo pedía a esa chica, para todo y el temor de que se hubiese enamorado de una mucama la hizo entrar en la habitación de repente, sorprendiendo a la chica y a su hijo, ningún error, nada de abrazos o besos a escondidas, Sanah estaba a más de un metro de distancia de él preparando el baño, el ni siquiera estaba desnudo.
Tocó el agua con sus dedos y un poco temblorosa sacó una toalla del armario y se la extendió al joven amo.

La señora de la casa se mantuvo en silencio hasta que reverenció al salir.

— ¿Qué entrada triunfal ha sido esa? Has asustado a la mujer...

La señora pasó saliva con dificultad, sonrió y se acercó a su hijo que empezaba a quitarse la camisa.

— Solo espero que esas reacciones no vuelvan a ocurrir, ah, y cualquier idea extraña que pase por tu cabeza descártala de inmediato, te aseguro que no hay nada entre Sanah y yo, solo está conmigo porque se ha convertido en alguien de mi absoluta confianza, sabes, tenemos la misma edad creo que me entiende un poco...

La voz se perdió cuando cuando cerró la puerta de acrílico, se metió a la tina completamente desnudo, hasta que su pecho fue cubierto.

Mientras ocurría el baño, la mujer se quedó quieta, sentada en la orilla de la cama, apretando las sábanas, no podía creer nada, principalmente el hecho de que su hijo acaba de retarla.

Un regaño inexplicable pero satisfactorio.

El baño estaba con vapor, el espejo empañado. Todo le daba vueltas.

Después del primer día del cambio de mucamas, Sanah no dijo nada ni el se atrevió a preguntar.

Era extraño como se había quedado anhelando algo de un hombre. Un extraño hombre tatuado.

Llevaba días compartiendo momentos con Sanah, pero no sé atrevía a decirle nada, hasta hoy, justo minutos antes de que su madre entrara.

— Su nombre es Mew — dijo de repente, cuando abrió la llave de la tina.

— ¿Que?

— Su nombre es Mew Suppasit, o bien Suppasit Jongcheveevat. Estudió fotografía en la misma universidad que mi hermana, y pues vale, tiene 25 años. No sé su signo zodiacal, ni su ID de Line, solo le puedo agregar que conduce una Harley Davidson morada.

— Y porqué me dices todo esto...

— Creo que por eso estoy aquí... ¿No?

— No — se apresuró a contestar. — Solo creo que eres la única persona en la que puedo... Yo...

La chica sonrió mientras vertía las sales al agua.

— Si así es, perdone el malentendido...

— Está bien, no hay problema...

La corbata fue aflojada y el primer botón de la camisa quitado.

— ¿Sabes dónde vive?

La sonrisa de labios de Sanah se hizo más grande.

— Está en la bolsa de su saco. Joven amo.

Segundos después la madre había entrado hecha un lío, asustó a medio mundo y ella se salió de la habitación.

Su turno finalizaba en diez minutos, lo mismo que le tomó ir por sus cosas y salir de la mansión Jongcheveevat.

Sacó su móvil y el texto se envió.

«Lo sabe»

Dos segundos después el mensaje fue leído.

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