Capítulo 38

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-¡¡¡Neil !!! ¡¡¡Neil !!!-

Corrió a toda velocidad tras de él, su corazón latía con fuerza de modo que parecía que saldría de su pecho. Nunca ha corrido tan rápido, !más rápido, más rápido!.

- ¡¡¡NEIL!!! -Ella gritó y se le cortó la respiración. Su pie topó en una especie de agujero y la rubia cayó en medio del camino, incorporándose un poco, Candy miró las nubes de polvo en las que desapareció el auto rojo.

-Ni siquiera se dio la vuelta ... Ni siquiera me miró ...- La pecosa intentó limpiarse la cara, pero sus manos temblaban.

- Candy.- Una voz se escuchó cerca, era más bien como un susurro. Era Terry que había corrido tras de ella, la chica levantó la vista y el joven vio que sus ojos estaban congelados por la desesperación.

-¡Terry, él no me perdonará!,- susurró. - ¡Nunca me perdonará!.-

Grandchester quería decir algo, pero no dijo nada. Por alguna razón, la desesperanza en la voz de su Tarzán con pecas lo paralizó.

Candy se levantó y caminó lentamente. Terry permanecía cerca suyo sin atreverse a tocarla.

-No me perdonará, no me perdonará ...- susurró de nuevo.

Regresaron juntos al lugar donde tuvo lugar la escena del beso y Candy se arrodilló para recoger las flores que Neil había arrojado al piso.

Rosas rojas, tan hermosas y aromáticas...él fue a buscarla.

De repente, en este momento, ella comenzó a comprender lo que había sucedido y que ahora está segura que no volverá a ver a su amado, que justo en ese instante, todo terminó, todo se rompió.

Candy abrazó su ramo de flores, con tanta ternura, como si fuera una criatura viviente y sollozó amargamente. Terry la miró y guardó silencio.

Por un lado, no entendía por qué Candy lucia tan triste por ese desgraciado, pero la forma en que lloraba lo desconcertó y simplemente no pudo encontrar una palabra de consuelo para distraerla de su pena.

-¡Perdóname!.- dijo suavemente Granchester que se arrodilló junto a ella y apenas si tocó a la rubia por los hombros. Candy levantó su cara llorosa hacia él.

-¡Terry, Terry, estaba tan feliz! ¿Qué voy a hacer ahora? ... ¿Dios qué he hecho?...estoy segura que nunca lo volveré a ver, Terry ... - Estas palabras le rompieron el corazón, se lamentó con él de Neil, se quejó de que no podía estar con ese maldito Leagan. ¡Qué locura es esta!.

Abrazó a Candy, pero en ese acto ya no había pasión, solo había consuelo y compasión y la chica, temblando por los sollozos, se escondió en su pecho.

No, simplemente no podía verla tan infeliz, la ama demasiado ... -Candy, no llores.- dijo con voz hueca. -No es tu culpa, solo yo soy el culpable y por lo tanto ahora iremos a buscarlo y hablaré con él, aclararemos éste mal entendido y todo estará bien, te lo prometo.-

-¿¿Lo dices en serio?? - La esperanza sonaba en su voz y esos radiantes ojos llenos de lágrimas, parecían estar iluminados por una luz interior. Por el hecho de que ahora ella sonreía un poco, él estaba dispuesto a hacer cualquier cosa.

-Bueno, ¡por supuesto!, ahora levántate, - Terry se incorporó y ayudó a Candy a ponerse en pie, sacudiéndole el vestido, como si fuera una niña.- Y sonríe. ...-

Si los nueve círculos del infierno realmente existieran, Terry Grandchester los atravesó todos en ese instante. Durante los breves cuarenta minutos que condujeron a la casa de Leagan en Chicago, Candy probablemente repitió veinte veces: -No me perdonará...¡Nunca!.- con entonaciones cada vez más trágicas, le rogó varias veces que detuviera el auto, porque "era inútil" ir a buscarlo, pero luego le pedía que condujera más rápido, aunque él ya estaba imprimiendo toda la velocidad del auto.

Vorágine de pasiónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora