—Gracias por darle prioridad a mi envío, doctora Sanabria —fue el saludo de Leya a través de la pantalla.
—Admito que su caso despierta mi curiosidad.
Apenas tenía media hora para que Blaise pasara a buscarla y llevarla a la casa de Victoria, pero no podía esperar a conocer los resultados de las velas y la planta que había enviado a la capital. Había usado un servicio de mensajería flash que salía un poco de su presupuesto con tal de que Allyssa Sanabria pudiera recibir la evidencia lo antes posible.
En ese momento podía ver a la bioquímica en su guardapolvos blanco, sosteniendo una vela deformada entre sus dedos enguantados. La maceta rota y los restos de la planta descansaban en la mesa a su lado.
—La escucho.
—La planta es una miosotis, conocida como nomeolvides. No hay rastros de feroanimina ni otra sustancia inusual en sus flores ni en la tierra. La maceta es arcilla común.
—Comprendo. La cazzaria debe estar en una vela.
Pero... ¿cómo hizo el titiritero para predecir cuáles encenderían los gemelos?
—No exactamente —la corrigió Allyssa—. Velas. No en una, en todas.
—Pero yo misma las olí y las que no fueron encendidas no tenían rastro de ese aroma frutal acaramelado.
—La feroanimina no estaba en la parafina, detective —explicó, mostrando la vela—. ¿Puede ver el color de la mecha?
Leya abrió la foto que tenía guardada de una de las velas y le hizo zoom. Era completamente blanca, tanto la mecha como la cera de alrededor.
—Es blanca, todas las velas lo eran.
—En el borde sí —concordó la bioquímica—, pero mire esto.
Tomó un bisturí y cortó cuidadosamente la cera de la vela, con la delicadeza de no dañar el palito interior. Cuando la mecha y su chapa base quedaron separadas por completo, las levantó. La detective agrandó la imagen en la pantalla para poder ver mejor—. ¿Nota el color ligeramente rosáceo de la mecha en la zona que estaba cubierta con cera?
La sangre fue abandonando el rostro de Leya conforme comprendía el engaño.
—Hay rastros de feroanimina en su interior. Investigué acerca de la fabricación de velas. Las mechas sin parafinar suelen venir en color blanco, en este caso están hechas con hilo de algodón. En ese momento debieron ser contaminadas.
Se le vino a la mente la imagen de esos inciensos en escala de colores. Conforme ardía el primer color, se sentía cierto aroma. Cuando este se consumía y comenzaba a arder el siguiente color, desprendía un humo de una fragancia completamente diferente.
—¿Es posible que... justo antes de cubrirlas con parafina, cada mecha fuera sumergida en agua de cazzaria hervida? Pero se dejó la punta limpia —teorizó la detective—. ¿Eso explicaría por qué Blai... el testigo no pudo sentir el aroma hasta que la parte superior de la mecha se consumió?
—Es lo más probable. Fue un trabajo muy minucioso y paciente.
—Era una bomba con cronómetro —meditó Leya—, al momento de encenderla debió haber tenido unos diez o veinte minutos hasta que comenzó a propagarse el humo tóxico. ¿Hay forma de saber si las mechas fueron contaminadas en las últimas cuarenta y ocho horas?
—A juzgar por la dureza y sequedad del material —Hizo presión en un trozo de parafina cortada y se desarmó con facilidad—, podría decirle que las mechas tienen al menos una semana. El resto de la cera sí parece reciente porque aún está blanda.
—Ya tenía las mechas guardadas, solo esperó el momento perfecto para usarlas.
—Por lo que me ha contado, detective, su presa es alguien que no da un paso sin meditar y usa a otros para cubrir sus huellas.
—No le interesa llevarse el crédito o jugar al gato y al ratón con la policía, solo quiere acabar con esa niña. —Escuchó un golpe en la puerta, Blaise la esperaba. Debía darse prisa—. Le agradezco su aporte, doctora Sanabria. Me pondré en contacto si surge algo más.
Allyssa le dirigió una sonrisa compasiva.
—Estoy a su servicio. Espero que capture al lobo antes de que devore a su Caperucita, detective Hunter.
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El bosque de la fortuna roja
Mystery / ThrillerUna detective desconfiada debe atrapar a un asesino serial que manipula a los animales, antes de que regrese por su única víctima sobreviviente. *** «La capa blanca de Caperucita fue tiñéndose de rojo carmesí, conforme su delicado rostro perdía todo...