Uruha en el País de las Maravillas

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Había una vez un chico al que no le gustaba ir a la escuela, estudiaba meramente para satisfacer a su hermana quien estaba convencida que estudiar le abriría mas puertas que tocar la guitarra, un pasatiempo que tomaba muy en serio junto con algunos de sus amigos. Sin embargo, últimamente se sentía dividido, pues las tareas de la universidad no le dejaban casi tiempo para tocar o practicar hacía que sus notas bajaran en alguna materia.

—Estoy harto de estudiar —le dijo por fin a su hermana mientras arrojaba el libro a la cama.

—Lo sé, pero si pasas este examen, no tendrás que preocuparte hasta el nuevo semestre —le dijo entusiasmada.

—Y empezar todo de nuevo. En serio, no sé si quiero seguir haciendo esto —trató de volver a hablar con su hermana al respecto, pero la cara de alarma de la otra le dejaron saber que no iban a tener esa conversación. Y no la culpaba, ella se había esforzado mucho para sacarlos adelante después de que sus padres habían muerto, ella misma había dejado la universidad para trabajar y mantenerlo, no tenía el corazón para decirle que ya no quería estudiar, que quería seguir haciendo música. Se había convencido de que terminaría la carrera y después seguiría su sueño de ser músico, pero entre más pasaba el tiempo peor se sentía en la escuela y más quería estar en la guitarra—. Quiero ser músico, Mayumi. No quiero...

La chica se levantó—. Ya casi, todos en este mundo hacemos lo que nos toca —lo interrumpió.

Uruha suspiró—. Si fuera mi mundo, todo sería un disparate —cerró los ojos.

—Descansa, hablaremos de esto después —le dijo apagando la luz, eran cerca de las dos de la mañana.

Uruha no supo en qué momento se quedó dormido, pero el sonido incesante de su celular lo despertó a las tres y media de la mañana. Se sorprendió al ver que el nombre de su mejor amigo se desplegaba en la pantalla; no habían quedado de verse aquella noche, le había dicho que tenía que trabajar y usualmente Ruki respetaba mucho aquello.

—Uru, tienes que venir a este bar. Sé que deberías estar estudiando, pero ya es muy tarde, se me hizo tarde y deberías de venir —le dijo el chico sin dejarlo hablar.

—¿Se te hizo tarde? —Uruha no entendió de lo que el otro hablaba—. ¿De qué hablas? ¿Dónde estás?

—En el bar, Rabbithole, es tardísimo —repitió.

—De acuerdo, iré para allá. Sólo dime que estás bien —se levantó preocupado, su amigo sonaba histérico.

—Se me hizo tarde —volvió a decir y colgó.

Uruha se vistió con un simple pantalón y una camisa azul, salió directo al bar mencionado por su amigo, preocupado de que le hubiera pasado algo. Era la primera vez que iba a aquel lugar pero había escuchado hablar de él, así que supo a dónde dirigirse. Se fue despidiéndose con la mano de su pequeña gata y asegurándose que su hermana no lo escuchara.

No tardó mucho en llegar al Rabbithole, para su sorpresa lo encontró vacío. Lo dejaron pasar, sin embargo no había nadie, ni en la barra, ni en las mesas. Se sorprendió que siquiera lo hubieran dejado pasar. Trató de regresar, pero encontró la puerta cerrada.

—¿Ruki? —Llamó a la nada—. Si esto es una broma, no es gracioso —advirtió, caminando hacia lo que parecía ser la oficina del lugar, seguro ahí encontraría a su amigo o al menos la puerta de servicio. Abrió la puerta y encontró el lugar también vacío, sólo había un escritorio con una silla. Afortunadamente encontró otra puerta, que seguro conducía a la calle de atrás, sin pensarlo mucho se dirigió a esta y la abrió sin vergüenza.

Los 50 Clásicos the GazettEWhere stories live. Discover now