El vocalista durmiente

46 4 2
                                    


El Vocalista Durmiente

Ruki tenía cinco los cuando lo vio por primera vez, tenía pocos recuerdos de aquella fiesta de cumpleaños. Recordaba el pequeño carrito de juguete que Reita le había dado como regalo, algunos de los niños que corrían por su jardín mientras todos celebraban, pero sobre todo lo recordaba a él.

A pesar de que la fiesta había comenzado por la mañana, se había alargado para algunos de los adultos ya en la tarde, estaba a punto de anochecer, Ruki lo recordaba porque había pensado que tal vez por su cumpleaños lo dejarían dormir más tarde y seguir disfrutando de sus regalos. Ya no quedaba ningún niño, solo él sentado a los pies de Kai jugando con ese carrito, cuando la puerta de la casa que daba hacia el jardín se abrió.

Un chico que debía tener la edad de todos los adultos presentes atravesó el umbral, Ruki por un momento pensó que era un chica, pero al verlo con detenimiento sus facciones delataron que era un chico. Tenía el cabello color negro y ojos color miel, en su rostro tenía una mueca que le hizo sentir un escalofrío. Los brazos de Kai lo tomaron de inmediato llevándolo a su regazo, parecía que todos los adultos habían enmudecido.

—¿Qué haces aquí? —Su padre se había levantado y se había colocado frente a Kai y a él, tapando un poco su visión.

El recién llegado sonrió—. Parece que la están pasando increíble, cinco años ya. Qué rápido pasa el tiempo y aún así no puedo evitar sentirme triste de no haber sido invitado —dijo con tranquilidad.

—No tendríamos por qué hacerlo —dijo su padre con voz firme.

El otro rió sonoramente, pero a Ruki le pareció bastante falso.

—¿Ah, no? Pero si tengo un regalo para el pequeño —comenzó a acercarse a Ruki con paso ligero.

—No te atrevas a acercarte a mi hijo, Uruha —dijo su padre interfiriendo de inmediato.

El otro paró en seco y chasqueó la lengua—. ¿No crees que aunque sea tengo un poco de derecho sobre él, Aoi? —ladeó la cabeza.

—Perdiste todo el derecho cuando decidiste lo que decidiste —sentenció su padre.

Por un momento el otro pareció quedarse sin palabras, sin embargo su expresión pasó de absoluto odio a dibujar una gran sonrisa. Sacó un cigarro y lo prendió sin preguntarle a nadie si estaba bien, eso Ruki lo recordaba porque su padre le prohibía todos fumar frente a él.

—Deberías irte, Uruha —esta vez fue Reita quien habló.

El otro le dio una bocanada al cigarro y lo soltó directo a ellos—. De acuerdo me iré. Antes debo advertirte Aoi, que ese niño algún día crecerá, entonces le contaré la verdad y de él dependerá juzgar quien de lo dos tenía la razón. Te puedo asegurar que lo perderás, te lo prometo —dijo mas como una advertencia. Después de eso se marchó.

Ruki no recordaba la plática que tuvieron los adultos, pero estaba casi seguro que aquella advertencia era la razón por la que poco después se habían mudado a Tokio. Jamás le había preguntado a su padre por aquel encuentro, aunque estaba muy seguro que no se lo contaría, aún a sus diecinueve años se preguntaba quién era esa persona.

No ocupaba todos sus pensamientos, de vez en cuando lo recordaba, como en esa mañana que se preparaba para su primer día de clases en la universidad. Mientras se miraba al espejo para arreglarse, no podía dejar de pensar en todo lo que había pasado en su vida para llevarlo a ese momento.

No podía quejarse, había crecido con su padre quien le había otorgado la mejor educación y gracias a eso podía entrar a la mejor universidad de artes del país. Su padre había sido músico, junto con Reita y Kai, una pareja de amigos que para él habían sido como sus tíos. Los tres lo habían rodeado de música y gracias a ellos había desarrollado su talento para cantar.

Los 50 Clásicos the GazettEWhere stories live. Discover now