Ladridos Perdidos

38 0 0
                                    

- No, no, no, no!
Decía uno y otra vez mientras miraba con verdadera desesperación la mancha cerca de la orilla de la alfombra que tenía en su pequeña sala.
Ayer se había orinado en el pasillo exterior, justo antes de entrar al apartamento; el día anterior a ese lo había hecho en la cocina. También se había orinado ya en su cama, la ropa sucia que había dejado una noche en el piso, el día en la había subido al sofá. No obstante, aunque eso era muy frustrante y terriblemente difícil de limpiar en las telas; no había sido lo peor.
En sus fallidos intentos por educarla sobre dónde hacer sus necesidades, la pequeña no solo se había orinado dentro del apartamento; sino también fuera de él, cada vez que la sacaba para llevarla al patio o a pasear, a la perrito le daba por orinar o cagar en las puertas vecinas. Pese a que ella se apuraba a recoger y limpiar todo, en más de un par de ocasiones y llena de vergüenza, tuvo que tocar la puerta de sus vecinos para disculparse y limpiar debidamente, puesto que los orines habían pasado por debajo de las puertas. Incluso, en algunas noches, la perrita estaba intentando aullar y su sonido era tan agudo que había despertado a más de uno. Situación que le había conseguido una advertencia por parte del dueño del complejo de apartamentos. Tenía que educar debidamente a la perrita o debía buscar un nuevo lugar para vivir. La segunda opción no era en realidad una opción para ella, en cuanto había recibido el ultimátum hacia tres días, había buscado apartamentos disponibles. Más la gran mayoría no aceptaban mascotas y no poseía los ingresos suficientes para pagar alguno en los que sí permitían mascotas.
Razón por la cual, debía entrenarla debidamente sí o sí. Había visto programas de televisión, tutoriales y tips en internet, hasta había comprado un ridículo spray que aseguraba que la mascota solo haría las necesidades donde se colocará el aroma del envase. Más su pequeña amiga debía no tener sentido del olfato porque el dichoso spray no había funcionado en absoluto.
Hasta ahora, todo lo que había intentado para convencerla de que orinara en el patio, resultaba cada día en una idea más ridícula que la del día anterior. Solo de algo estaba completamente segura, no la dejaría afuera, ni siquiera aunque tuviese una casita para perros. La consideraba ya como su hija y se decía a sí misma que ya ambas habían sufrido lo suficiente.
Rápidamente corrió a buscar lo necesario para limpiar la alfombra, por todos los cielos, si solo la había dejado sola un par de minutos para ir al baño. El ruidito de sus garras sobre el piso de cerámica se escuchó a sus espaldas.
- Niña traviesa! Dime porque lo hiciste? Sabes que no podemos irnos de aquí, esta es nuestra casa y debes aprender a colaborar.
A pesar de todo, simplemente no podía estar enojada con ella, sus ojitos redondos llenos de ternura le derretían el corazón, su pelaje acolochado y de color blanco le hacía parecer como un peluche, y al llegar, había llenado el vacío que sentía en su corazón.
- Sabes - continuó diciéndoles mientras limpiaba - deberías agradecerme por traerte a casa conmigo. Déjame contarte la historia de como te conocí. En el aniversario del fallecimiento de mi madre, fui a visitar su tumba, la limpie, le lleve sus flores favoritas, le conté cómo me iba día a día y mientras lo hacía empecé a escuchar unos muy agudos ladridos que culminaban en un llanto de algún cachorro cerca. Levante la mirada para ver quien habría traído un cachorro al cementerio y que le estaría haciendo para que llorase, puesto que no me agrada que lastimen a los animales, cuando descubrí que no había nadie alrededor. Los ladridos y el llanto no paraban así que me levante y me dirigí hacia la fuente del sonido. No, no eso, no se come - dijo mientras trataba que la perrita dejara de morder el trapo con el que estaba limpiando la alfombra - y sabes que? Fue cuando te encontré pequeño terremoto, estabas escondida detrás de unos arbustos, eras más pequeña que aún hoy y no paraste de llorar ni siquiera cuando te alce y abrace. Estoy segura de que mamá te envío para hacerme compañía, así que como no había ninguna persona ni una madre canina cerca, decidí llevarte con Kiba y Shino, quienes me dijeron que apenas tienes un par de meses, que estabas en muy buen estado de salud y el alimento que debía darte. Ni te gustaron las inyecciones pero eran necesarias, y luego de eso te traje a casa conmigo. Desde entonces mi vida ha estado de cabeza, orinas y cagas donde sea, muerdes todo lo que se cruce por el frente, te pones a dar conciertos nocturnos hasta acepto que duermas en la cama. Te rehusas a aprender lo que intento enseñarte, así que dime qué vamos a hacer porque se nos cava el tiempo.
Se levantó y recogió los artículos con los que había limpiado la alfombra, decidió una vez se secase la guardaría. En realidad no era buena idea tener una alfombra con una perrita como la suya. Se dirigió a colocarlos en su sitio y escuchó las pequeñas patitas correr detrás suyo, luego de eso se lavó las manos y de dirigió a su habitación. Tomó el cepillo y empezó a peinar su cabello mientras se veía en el espejo para asegurarse de que quedara bien arreglado, pues debía salir a comprar comida. Colocó el cepillo de nuevo en el mueble y al hacerlo el mango de este toco un par de aretes en forma de perla que tenía listos para ponerse, ambos rodaron hasta el borde y calleron al suelo.
- Demonios! NO! No, no, no, no te comas eso! Eso no se come! Vamos, abre el hocico, dámelo!
Pero era muy tarde, su perrita ya se había tragado una de las perlas, antes de que hiciera más cosas, encontró el par y lo colocó sobre el mueble.
Sin pensar en otra cosa que lo que había hecho la perrita, la alzó en sus brazos, salió rápidamente hacia la puerta, tomó las llaves de su apartamento y corrió sin parar hasta llegar a la veterinaria de sus amigos.
Llego sin aire y con dolor en el costado de su abdomen, se acercó al mostrador y entonces se dio cuenta que no podía hablar bien por la falta de aire.
- Rayos Hinata que te pasa, esta Luna bien? - Tamaki, quien estaba detrás del mostrador se alarmó al ver a su amiga en tal estado.
Hinata logró hablar al fin y dijo de manera atropellada.
- RápidoLunaunareteyhayquesacarlosevaaorir!
- Que? Hinata no te entiendo, siéntate y respira hondo por favor, vamos dame a Luna.
Tamaki había salido detrás del mostrador y había llevado a su amiga hacia una silla, mientras está se sentaba, había alzado a la perrita Luna para que Hinata se pudiera tranquilizar.
- Luna... comió... arete... corrí... aquí... - logró decir al fin.
- Ah ya veo, bien vamos a ver - respondió Temaki.
Ya que tenía a Luna alzada, la colocó sobre el mostrador y se acercó a su cabecita, le abrió el hocico, escuchó su respiración. Más Luna no se quedaba muy quieta y quería jugar, tratando de morder la mano de Temaki.
- Bien, no está en peligro mortal, el arete no se ha quedado atorado en su garganta y debe haber seguido al estómago. Así que ya puedes cálmate. Sin duda vamos a tener que sacarlo pero Luna estará bien, verdad que sí Luna?
Hinata al fin respiro hondo y se tranquilizó.
- Gracias, dime está alguno disponible en este momento?
- Shino está en una operación y Kiba está con un cliente habitual, ah mira, ahí vienen 1 le dijo Temaki.
Hinata levantó la mirada hacia el pasillo donde estaban las salas para examinar a las mascotas, las sombras de dos figuras avanzaban y se podían oír sus voces.
- Solo un par de días, para estar seguro, ya sabes, como precaución...

UN LADRIDO AL CORAZÓN Donde viven las historias. Descúbrelo ahora