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—¿Podemos al menos ir a la cama, y usar protección? —lo miré asustado. Jamás había estado con alguien así.

Él se detuvo y me miró dándose cuenta de algo. Pensé que la había cagado e iba a tratarme peor. Tal vez tirarme al piso. Pero asintió, sonriendo de una forma dulce.

—Claro, como desees. No quiero que recuerdes tu primera vez como algo desagradable.

Justo ahí, empecé a entenderlo todo.

—¿Mi papá te dijo eso, verdad? —levanté una ceja, mirando como acariciaba mis hombros.

—Sí, pero no pasa nada.

Claro que pasaba algo.

Yo era un gran estúpido. Por eso se puso tan bravo conmigo cuando le dije que ya había estado con alguien. Quería venderle mi virginidad. Se notaba lo ansioso que estaba por estar conmigo, ser el primero.

—Voy a cuidarte —continúo hablando, llevándome hacia la habitación.

¿Por qué de pronto me sentía tan nervioso, y en peligro?

¿Y si se daba cuenta?

Bueno, no tenía forma de saberlo. Podía fingir, hacer como que nunca había sentido nada antes.

—Tengo un poco de nervios —le comenté con un auténtico miedo.

—Ya te dije que no te preocupes, solo debes relajar tu cuerpo.

Yo me senté en la cama, viendo cómo se abría paso entre mis piernas. Se bajó su pantalón con todo y bóxer, y dejó ver su miembro erecto. No era tan grande como pensaba.

—Está bien.

—¿Sí? —dijo dando un poco hacia mí, rozándolo con el mío.

Me envió una corriente a mi cuerpo, así que supongo que solo debía relajarme o hacer de cuenta que estaba con alguien diferente.

—Ujum.

—¿Quieres que te ponga música?

—Sí, por favor.

La música me ayudaba a relajarme.

Él encendió unas bocinas de la cabecera de la cama desde su reloj. Tecleó un par de veces, hasta que dejo una clásica.

—Súbela más.

No quería escuchar sus gemidos.

Si antes me parecía atractivo y creía que podía haber una posibilidad de que lo nuestro funcionara, ya no era así. Tenía una actitud tan mierda y controladora, porque claro, ni siquiera le importaba o estaba enamorado de mí como decía. Solo quería que estuviésemos juntos.

Solo esperaba que después de hacerlo me dejara en paz, y pudiese irme sin que se molestara.

Alonzo me sujetó de la cintura al mismo tiempo que llevaba su boca a mi cuello, y me dejó unos besos mojados.

Yo me recosté lentamente en el colchón y cerré mis ojos, recibiendo la melodía en mis oídos.

Quise enredar mis dedos en su cabello para controlar un poco sus movimientos rápidos, y la manera en que succionaba mi piel. Probablemente, buscaba dejarme marcas.

—Quédate quieto —me ordenó y me la sujetó con rapidez, llevando ambas manos por encima de mi cabeza.

—Solo quiero tocarte —lo miré nervioso.

—Yo no te he dado permiso.

Cada segundo que pasaba y él abría su boca para decir frases como esa, entendía mejor las cosas; él y yo no éramos novios, ni nada por el estilo. Así que traté de no verme muy sorprendido u a la defensiva. Podía pegarme, o actuar de una forma más brusca.

—Está bien, lo siento.

—Mantén la boca cerrada —asintió, viéndome muy serio. —A partir de ahora, solo te quiero oír gritando de placer.

Asentí junto con él, manteniendo mi falsa sonrisa.

Él se aburrió de mi cuello y continúo besando mis pechos, al mismo tiempo que restregaba su miembro con el mío.

—Aah... —gemí, sintiendo un poco de dolor. Pasó de pasar su lengua a mordisquearme.

—Sí, así.

—No lo hagas tan fuerte —le supliqué.

Él levantó su cabeza, así que yo solté un suspiro de alivio.

La tranquilidad me duró unos segundos, rápidamente me di cuenta de su mirada asesina y de que me cubrió mi boca con una de sus manos.

—Qué no hables.

—Lo sien...

Él me adentró un pedazo de sabanas a la boca antes de que pudiera terminar, y le hizo un nudo detrás de mi cabeza para que no se soltara. Luego me sujetó mis manos con ellas mismas de una forma que no pude soltarme, ya que estas quedaron detrás de mi espalda. Estaba enredado.

Todo sucedió tan rápido que apenas tuve tiempo de reaccionar, de intentar hablar y de moverme.

—Veo que estás desesperado.

Asentí, sintiendo una pequeña esperanza de hablar con él, hacerle entender que las cosas no podían darse así.

—Ya te voy a dar lo que quieres.

Abrí mis ojos con sorpresa. Subió mis piernas en sus hombros, escupió directo en mi culo y se preparó para introducirme. Así, sin más.

Aquellos fueron los dos minutos más largos de mi vida.

Cuando acabó, yo estaba en shock.

Jamás me había pasado algo así, así que no sabía qué hacer más que buscar una salida y huir. Si es que podía...

En vista de que se fue, hice intentos de desatarme e ignorar un poco el dolor que sentía. Tuve éxitos más rápido, ya que él no estaba encima de mí, intimidándome.

Mi ropa estaba en la cocina tirada, así que me envolví con las sábanas y busqué desesperadamente una camisa en el closet. Necesitaba poder...

—¿Qué haces?

La dejé caer en el piso y me volteé para verlo. Estaba al lado de la puerta con su cabello todo revuelto. Al menos, ya tenía puesto un bóxer.

—Nada —respondió con miedo.

—Vuelve a la cama.

Eso hice, sintiéndome un poco confundido. Entre sus manos cargaba una bandeja llena de comida que iba desde un vaso de jugo de naranja, pedazos de fruta, un sándwich, queso y galletas. No podía ser para mí, no después de tratarme de la forma en que lo hizo. Eso era bastante contradictorio.

Recosté mi espalda de la cama y abracé las sabanas más a mí, viéndolo acercarse. Ya no se veía molesto, sino feliz y más tranquilo.

—Te la has ganado —me la colocó a un lado, sobre las sábanas.

Tomé el sándwich y le di un bocado enorme, de una manera apresurada. Estaba delicioso. No le di las gracias, ya que era lo mínimo que merecía.

Pude haberlo disfrutado tranquilo, si Alonzo no se me hubiese acercado.

—Me encantó lo que pasó —susurró en mi oído, acariciándome mi cabello.

Lo miré de reojo.

—A mí también —dije con la boca llena. No podía decirle la verdad.

Aunque al recordar todo otra vez, sentí ganas de vomitar. Ni siquiera pudo darme un beso tierno. Si era mi primera vez, según él, debió darme un mejor trato.

—Lo repetiremos en la ducha, cuando acabes.

Tragué con dificultad, y volví a mirar la comida. Era bastante.

—Ok —dije, luego empecé a comer lento.



Cuando estemos juntos ©Where stories live. Discover now