Atentamente Priscila / Capitulo 29

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Recuerdo que, en un día lluvioso, me encontraba en casa de mi abuela. La temperatura descendía, y yo me aferraba a mi jorongo para darme algo de calor. Comenzaba a aburrirme de sólo estar sentada delante del fogón, sentía los párpados cada vez más pesados. Me quede dormida. Cuando desperté, la lluvia ya se había detenido. Me puse mis huaraches y rodé el jacal. Se me estrujó el corazón ante lo que vi. Todas las plantas, estaban muertas. El invierno en mi pueblo siempre era muy seco, quemaba nuestros cultivos y las plantas medicinales, en mi caso, me dolía más la perdida de las rosas. Odiaba el frío, era la peor plaga que teníamos.

-¡Alitzel! ¡Alitzel! -mi abuela me hablaba a lo lejos -¿donde estas Alitzel?

Estaba apunto de contestarle a mi abuela, pero entonces, la vi. Entre toda la hierva seca, ella sobresalía mostrando su belleza. Todo a su alrededor estaba marchito, y ella estaba ahí como si nada. Nunca antes había visto un rojo tan brillante.

-Aqui estas Alitzel -mi abuela hizo que pegara un brinco ante su repentina aparición -al parecer Chaak hizo de las suyas, por poco mas y se inunda el pueblo.

Yo no le prestaba atención, mi mirada seguía clavada en aquella rosa.

-¡Oh Alitzel! ¡Mira tus pies! ¡Vas a ensuciarme la casa! -regaña mi abuela -Alitzel, ¿me estas escuchando?

-Si, claro -mentí. Yo seguía viendo esa rosa.

-Es muy bonita, ¿verdad? --esa rosa es muy extraña, sólo cuando hace frío florece. Tengo que decir que, sus flores son las más hermosas que he visto, y sólo puedo verlas en invierno.

-¿Como es posible? El frío siempre seca las plantas peor que una plaga, pero ella sigue ahí, floreciendo como si fuese primavera.

-Creo que esta enamorado de ella -mire a mi abuela en busca de respuestas -si ves la flor de cerca, puedes darte cuenta que una ligera capa blanca la cubre. El hielo aprovecha el invierno para estar con ella y consentirla. Quema las plantas que rodean a su rosa para que fertilicen la tierra que ella pisa, pero también lo hace porque es muy celoso. La abraza y la cubre de escarcha, brindándole una calidez que ni el sol puede darle. Y cuando el sol sale y comienza a derretirlo, se transforma en las primeras gotas de agua que riegan a su rosa.

-¿Y la rosa, también quiere al hielo?

-Por supuesto -me aseguró mi abuela -todo el año se la pasa sin dar ningún capullo, incluso hay ocasiones en las que llega a secarse, pero cuando llega el invierno, ella florece para recibir a su compañero. No le gusta recibir las caricias del sol, o las gotas del agua; le es fiel a su compañero. Siempre espera al frío con paciencia, anhelando su próximo encuentro.

-En ese caso, espero que este invierno sea largo para que puedan estar juntos por más tiempo.

Mi abuela comenzó a toser, llegue a pensar que se estaba atragantándose, así que di pequeñas palmaditas en su espalda.

-Abuela, ¿esta bien?

-Estoy bien pequeña, pero entremos ya a la casa porque a mi el frío no me quiere, me esta congelando hasta los huesos.

Sujete a mi abuela del brazo y la ayude a caminar, ella me cubrió con su rebozo para darme más calor. Al entrar al jacal, la senté delante del fogón. Mi abuela temblaba y tosía, temía que pescara alguna enfermedad. Mi miedo se hizo realidad.

A los pocos días, mi abuela enfermó. Los remedios de las curanderas no le hacían ningún efecto, así que sólo esperamos lo peor. No esperamos mucho.

Mi abuela ya estaba delicada de salud, no tenía que exponerse a ambientes fríos. Ese día, salió de la calidez de su jacal, por mi causa.

Tenia cuatro años cuando eso pasó, pero ese día, comencé a darme cuenta de algo.

Pysches I: El Frío en La Sangre / Alec Vulturi.  [TERMINADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora