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La furia que desataba sobre el escenario era realmente sorprendente. Cuando James tomaba el micrófono y hacía lo que mejor se le daba hacer se comía al público. Daba lo mejor de sí, y eso podía notarse. Cuando se trataba de interpretar “One” parecía como si la oscuridad le atrapara y se hiciera dueño de él. A Carol eso le resultaba inquietante, pero también atractivo. Comenzaba a sentir un fuerte deseo por él el cual ya le costaba demasiado reprimir.

Carol se empezó a arrepentir por no haber hecho lo que tuvo oportunidad de hacer en aquel restaurante cuando comieron juntos, y estuvieron tan cerca. Pero era lógico que no lo hiciera, aún no tenía claro nada y no quería precipitarse. Sin embargo, las cosas habían cambiado mucho desde entonces.

Cada vez que él pronunciaba el nombre de Carol su cuerpo se estremecía, como si la voz que James emitía la acariciase suavemente. Su mirada le hacía sentir aquel escalofrío que solo él le producía. Cuando la rozaba, ya fuese sin querer o no, sentía una mezcla de frío y calor. Una sensación que le agradaba bastante.

-¡Pablo! ¡Escúchame! –gritó Carol intentando superar el ruido que había para que Pablo la entendiese.

-Sí, dime. –le contestó Pablo.

-Hay muchísima gente. Tenemos que reservar las habitaciones en el hotel que hay cerca del pabellón cuando termine el concierto. Se llama Occidental. En el caso de que nos perdamos el uno del otro cuando vayamos al hotel nos reuniremos pasada media hora en el puesto de venta de cervezas. Y de ahí iremos juntos al hotel. ¿Entendido? –preguntó Carol.

-Sí, sí. A la perfección. Pero, en el caso de que nos perdamos y vayamos a reunirnos al puesto de cerveza y no nos encontramos tampoco allí, ¿qué hacemos? –preguntaba Pablo al oído de Carol.

-En ese caso, el que llegue al puesto de cervezas antes que espere, y si no llega el otro pues que vaya directamente para el hotel y reserve las dos habitaciones. –contestó Carol.

-¡Vale! –exclamó Pablo.

 Carol sabía que los chicos de Metallica se alojarían en aquel hotel, ya que suelen hacerlo en los hoteles que tienen más cercanos a dónde actúan. Además, ya se había alojado anteriormente en dicho hotel cuando habían pasado por Madrid otras veces. Pero Carol no dio esta explicación a Pablo, quería decírselo una vez allí y con más tranquilidad. Se daría cuenta por él mismo que ella y James se mantienen en contacto, y no harían falta explicaciones.

Cuando el concierto terminó y el grupo comenzó a despedirse del público, Carol estaba atenta a todo movimiento de James, por si él intentaba decirle algo. Ya que no habían podido hablar antes del concierto. Cuando los cuatro miembros abandonaron el escenario, Carol seguía atenta hasta que, finalmente, James le hizo un breve gesto indicándole que fuera a la parte de atrás del pabellón.

Ella inmediatamente cogió a Pablo de la mano y lo fue dirigiendo como pudo a través del barullo de gente hacia la salida. Empujones y pisotones por todos lados dificultaban avanzar siquiera medio metro.

-¡No te separes! –gritó Carol al girarse hacia Pablo, a lo que él asintió sin más.

La situación se volvió realmente sofocante. Llevaban ya veinte minutos andando a lo era la salida. Pero la gente iba en todas direcciones y había momentos en los que Carol no sabía hacia dónde debía dirigirse. Hubo un momento en el que un grupo de personas cayó al suelo entre medio de Pablo y Carol separándoles por las manos que era lo que les mantenía unidos. Carol empezó a gritar el nombre de Pablo, pero había demasiado ruido para que él pudiese escuchar nada. Ella empezó a agobiarse temiendo la posibilidad de perderse. Comenzó a dar vueltas sobre sí misma intentando detectar alguna melena pelirroja que se correspondiera con la de su amigo. Pero fue inútil.

The Day That Never ComesWhere stories live. Discover now