"Nunca podrás quitar mi aroma de ti".
¿Por qué seguía soñando con él? ¿Con un futuro que jamás tendrían? Hamed Agani se lo preguntó por meses, luchando con fiereza para no correr hacia la puerta de Niek Alders y adorarlo como un dios, olvidándose d...
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El celular sonó varias veces haciendo que Damián moviera el hermoso cuerpo que se había dormido entre sus brazos hacía media hora para poder alcanzarlo de la mesa de noche.
― Hola...
― ¿Damián?
― ¿Quién habla?
― Soy Mike, tengo... algunos problemas con Niek...
― ¿Algunos problemas?
― Hamed lo ha dejado.
El médico se sentó en la cama y se enfocó en el reloj de la mesa de noche. Eran las 8 de la mañana en su país y estaba obligado a hacer una llamada antes de acudir a darle ayuda a su paciente.
― Te veo ahí en una hora ¿sí?
― Gracias, la verdad es que no sabía a quién acudir.
― Hiciste bien en llamarme, nos vemos...
La suave mano acariciando su espalda de arriba hacia abajo.
― ¿Algo pasó en el hospital?
― Es Niek, al parecer, Hamed se marchó.
Martin dio un salto en la cama, que su amigo hubiera tomado una decisión tan drástica sólo era producto de algo irreversible.
― Imposible.
― Es lo que me acaba de decir su guardaespaldas.
― Niek va a cometer una locura.
― Por supuesto que sí. Él no ha aceptado mejorar por su propia voluntad. El único motivo que tenía se ha esfumado. Ni siquiera sé que vamos a hacer, pero, no voy a rendirme con esto. Aunque, ya le parecía intolerable, lo más seguro es que ahora me eche a patadas de su casa.
― Bien, vamos.
― ¿Qué haces? —. Martin se puso de pie para dirigirse al baño.
― ¿Acaso crees que voy a dejarte lidiar solo con esto? Es el novio de mi mejor amigo, por eso estás metido en este embrollo.
― Las cosas se pueden llegar a poner feas.
― Damián, he estado en una habitación de dos metros cuadrados con un guardia a cada lado apuntando, tratando de ayudar a Karim Lahsen en Abu Dhabi. Créeme, soy niño grande, puedo con esto. Anda, vístete, te sigo en un minuto...
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Emiliano Blake estaba en la parada del autobús, listo para llegar al geriátrico donde trabajaba los miércoles en la mañana.
De repente, el celular sonó y el nombre en la pantalla le trajo sentimientos encontrados.
Inseguro de contestar o no, dejó que sonara una y otra vez hasta que el bus llegó. Se sentó en los últimos asientos como frecuentemente hacía cuando el teléfono volvió a vibrar en su bolsillo.
