34. Gira por el país

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—Me siento incómodo—sé quejó Tom retorciéndose cual niño pequeño, mientras Jack pasaba una brocha por su nariz.

Nos encontrábamos en la capital, una ciudad considerablemente grande, con calles muy amplias, y gente tan extravagante como el lugar. Estábamos hospedados en uno de los hoteles más lujosos del centro, y como Jack y yo éramos un peligro para la palabra «lujoso» o «elegante», pasábamos la mayor parte del tiempo evitando tocar objetos valiosos.

Tyler y Ernesto estaban casi todo el tiempo afuera, resolviendo asuntos para las entrevistas de Tom, y viendo si el lugar en donde se presentaba contaba con las medidas de seguridad indicadas. Mientras que nosotros no podíamos disfrutar plenamente el viaje, porque había corrido el rumor de que Legsbell llegaría a la capital, por lo que para no crear sospechas de nuestra relación, las veces que salíamos, él estaba a siete metros de mi, con Tyler, Ernesto y Marcelo, firmando autógrafos o sacándose fotos; en cambio, Jas, Jack y yo nos encargamos de gastar todo el dinero de la tarjeta ejecutiva de Ernesto en souvenirs y helados artesanales que nos ofrecíamos en cada cuadra.

—Anne, ¿podrías decirle a tu novio que deje de tocarse el cabello?

—Cariño, ¿podrías decirle a tu amigo que el fijador que me puso, hace que mi cuero cabelludo arda?

—Jas, ¿podrías decirle a ese par de niños que estoy ocupada viendo el servicio a la habitación?—pregunté viendo la cartilla.

Jas giró su cabeza viendo a Marcelo. Este levantó sus manos en nuestra dirección.

—Huh-huh—negó—, ni lo pienses, no voy a decirle nada a nadie.

Ella rodó los ojos y bufó, se sentó con las piernas cruzadas en el sofá y encendió la televisión. En todos los canales locales, habían noticias relacionadas a Tom.

El nuevo fenómeno mundial, «Legsbell» el misterioso luchador, que después de ser campeón invicto de la primera temporada del show «Fight and Win», ha revelado su rostro al mundo de una manera un poco usual—relataba la periodista—. Tenemos a Susann afuera del hotel donde se hospeda con su equipo. Susann, vamos contigo—y en efecto, la periodista estaba a fuera del hotel, muchos periodistas, para ser exacta—. Gracias Melisa, como puedes ver, hay muchas fanáticas esperando por Tom Campbell, mejor conocido como Legsbell, aquí tenemos a la presidenta de club de fans—la cámara enfocó a una chiquilla con brackets y coleta de caballo que sostenía una pancarta con fotos de Tom, tenía escrito en las mejillas y la frente «Legsbell te amo».

—Hola a todos—sonaba exhausta—, quiero decir, como presidenta del club de fans, que amo demasiado a Tom, he estado durmiendo afuera de este hotel desde hace dos días, aún no lo he visto, pero estoy segura que voy a desmayarme cuando lo haga—llenó sus pulmones de aire y gritó—: ¡Wuuhhh, te amo Tom!—y las demás fanáticas que estaban atrás de ella comenzaron a seguirle el barullo.

Creo que deberías bajar—le dije después de que Jas apagara el televisor.

El rubio truncó sus labios en un rictus amargo. Se veía más sexy con el estilo de corte que le hacía Jack, aunque según el castaño, se vería aún mejor si se dejara de quejar como si le estuvieran llenando la cabeza de shampoo para pulgas.

—Yo... huh, es que no sé cómo interactuar con ellas—rascó su nuca y después pellizcó sus labios—; quiero decir, ¿qué debo decir o hacer? ¿Me saco una foto con ellas y ya?.

Jack suspiró fuerte y tan dramáticamente como siempre.

—Dios da pan a los que no tienen dientes—mencionó pasando una lima por su perfecta manicura.

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