43. Finales

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—¿Te volviste a dormir? Ya traje tu tarta.

No sabía si esa voz era parte de mi sueño o si de verdad había hecho que Tom se levantara a las seis de la mañana a comprarme tarta de arándanos.

Fregué mis ojos con mis puños y aclaré mi vista; el rubio estaba en la puerta de la habitación con una bolsa de cartón en sus manos. Caminó y sentó a mi lado en su parte de la cama y me explicó porqué había tardado tanto:

—Tuve que ir a Starbucks porque la pastelería que te gusta no abre los domingos, esperé hasta las siete y media a que abrieran y preparan el pedido. Ten.

Me enderecé pegando mi espalda a la cabecera. Ya no quería el postre, tenía ganas de vomitar.

—No debí haberte despertado. Necesitas estar descansando para esta noche.

—Estuve en reposo toda la semana—se encogió de hombros—. Además tenías hambre.

Tú bebé tenía hambre—corregí—, pero creo que ya se calmó.

Aparté disimuladamente la bolsa y me estiré pegando mi torso junto al suyo. Él agarró mi cintura en el momento que me acerqué y comenzó a hacerme cosquillas. Reí con ganas retorciéndome abajo de él hasta que sus dedos presionaron mis pechos.

—¡Auch!—gruñí apartándolo.

—¿Te lastimé?—sus ojos se abrieron con preocupación—. Perdón corazón, fue sin querer.

Me enervé con el punzante ardor eléctrico recorriendo mis hinchados senos. Le di una mirada fulminante cuando quiso ayudar a calmar el dolor con dobles intenciones.

Su teléfono sonó y salió de la habitación hablando con Ernesto sobre lo que usaría por la noche; yo le sugerí que usara los shorts edición limitada que Nike estaba lanzando exclusivamente por y para él por las finales, pero Tom ya tenía unos de la suerte que según él le harían ganar hoy. Regresó con una sonrisa confiada.

—Esta noche es nuestra.

La idea de ver a mi novio siendo golpeado no era mi favorita, pero aun así debía apoyarlo para que se sintiera capaz de ganar la pelea. Aunque era obvio para todos que iba a ganar por segunda vez consecutiva; su rival había llegado a las finales porque los demás boxeadores fueron descalificados o terminaron gravemente heridos. Las apuestas y esperanzas de millones de personas estaban puestas en el chico que ahora mismo hacía bailar las puntas de sus dedos en mi estómago.

—Vas a darme un hijo—aseguró con emoción—. Dios, te amo tanto Anne—me besó desesperado, separándose mordiendo mi labio inferior. Puso sus piernas arrodilladas a mis costados—. Los amo a los dos. Con todo mi corazón.

Abrí las mías para que se acomodara. Acarició mi torso completo con cuidado, esta vez sin hacerme cosquillas.

—¿Por qué?

—¿Por qué? Lo hacemos todo el tiempo, corazón. Era muy predecible—ladeó una sonrisita pícara—. Además, mi pene tiene superpoderes que atraviesan condones.

Silencio.

—No me refería a eso—dije un poco confundida por la elección de sus palabras—. ¿Por qué supones que será un niño?

Me guiñó un ojo.

—Instinto de padre.

Sonreí. A mi la verdad no me interesaba mucho eso, supongo que a él le hacía ilusión. Yo sólo quería que naciera bien y rápido.

Tomé su mano y la llevé a mi rostro para que me acariciara; con esto de las hormonas del embarazo tenía sentido porqué a veces necesitaba a Tom a mi lado las 24 horas del día, y otras veces sólo quería patearlo y comerme toda la comida del refrigerador. O a ambos.

Del Amor a la Fama.   Where stories live. Discover now