CAPÍTULO IV - MACARRONES, ALMAS GEMELAS Y UN BESO INESPERADO

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"Lo siento." murmuró la chica, los tintes de alcohol obvios en su voz mientras bebía de su vaso de agua. Tras subir a la segunda planta y ponerse el pijama, Olimpia había sacado un tupper con macarrones de la nevera y observaba cómo se calentaban en el microondas, sus brazos cruzados mientras caminaba arriba y abajo. La mujer estaba intranquila, algo fácilmente de identificar cuando hacía años que la conocías. Y Yolanda la conocía de hace más de seis años, casi siete de hecho. Miraba a la mujer con curiosidad, sorprendida ante la imagen de la tan elegante y estirada Olimpia llevando un pijama con ositos de peluche dibujados. Nunca la había visto así, sin el sutil maquillaje que siempre adornaba su cara, y mucho menos en pijama. Sus horas de trabajo siempre acababan cuando la mujer llegaba después de alguna cita o cena con amigos, y Olimpia insistía en que se fuera antes de empezar a cambiarse. Yolanda pegó otro sorbo y suspiró, entendiendo el enfado de la otra. antes sus acciones. "Ha sido una tontería, de verdad..."


"Es que Yoli, por el amor de Dios." Olimpia se apoyó en la encimera y exhaló fuertemente, apretando el borde con sus manos y liberando mínimamente el estrés de la noche. Por fin procesaba todo lo que había pasado, el intento de atraco a Yolanda, la gran coincidencia de que un grupo de chavales pasaran por allí y la ayudaran. La gran suerte de que ella solo había sufrido un pequeño golpe al forcejear con el chico que la había intentado atracar. El hecho de que la policía la hubiera llamado a ella y no a los padres de la chica. "Es que aún no me creo que les hayas dicho que soy tu madre. ¡Tu madre, yo! Que no soy tan mayor, que se habrán pensado que fui madre adolescente o algo."


"¡Pero si yo no les he dicho nada! Han visto que eras de mis números más frecuentes y han sacado conclusiones ellos solitos..."


"Y no podías, no sé, llámame loca... ¡¿Decirles la verdad?!"


"No sé Olimpia, he entrado en pánico, ¿vale?" la chica gritó, su voz rompiéndose a media frase e intentando contener el mar de lágrimas que amenazaban con escapar. De golpe un tsunami de emociones nació en su interior, inundando sus pensamientos y haciendo que se escapasen todas las confesiones que había en su mente. "Desde que murió Fer mis padres me tienen prohibido salir, solo me dejan ir al insti o a casa de David. Y es que ellos ni siquiera saben que con David ya no me llevo tan bien, porque él aún no está del todo bien. Yo... cuando les digo que voy allí en realidad me voy de botellón, Olimpia. Y bebo aunque no quiera, porque me ayuda a olvidar que me siento como una mierda. Y nadie de mis amigos están ahí, porque nadie sale entre semana de fiesta. Porque todos son responsables, mejores que yo. Porque ellos tienen futuro. Incluso David pasa de las fiestas, y mira que el tío se está matando a porros y vodk—"


"Yoli."


"Perdón."


"No, no te interrumpo por lo de David." la mujer dijo suavemente, sacando el tupper del microondas y poniéndolo en la mesa. La joven la miró confundida, dándose cuenta de golpe de que tenía que comer algo o se desmayaría. Llevaba desde las siete de la tarde sin comer, nunca cenaba antes de irse de fiesta. Así el subidón llegaba antes. Sabía que no era la idea más brillante, pero era eficaz. Pronto le rugía el estómago ante la apetecible imagen de la pasta, gratinada por encima y humeante. "Gracias." murmuró a la vez que cogía el tenedor que le entregaba la otra y empezaba a comer. Olimpia la miró durante unos segundos antes de aclararse la garganta.


"Ehem. Que son para compartir." le dijo, enseñando el segundo tenedor que sostenía en su mano. Yolanda paró de engullir los macarrones para levantar una ceja.

El amor, en inglés.Where stories live. Discover now