CAPÍTULO V - CONVERSACIONES, MERMELADA DE PLÁTANO Y SORPRESAS

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Yolanda abrió los ojos y pronto suplicaba el poder dormir un poco más, queriendo evitar el incesante dolor de cabeza que se apoderaba de ella. No hicieron falta más que unos minutos para que se encontrase arrodillada en el suelo del baño, retorciéndose mientras su cuerpo sacaba todo el alcohol que tenía dentro de manera casi tan asquerosa como sonora. Olimpia apareció momentos más tarde, yendo rápidamente a sujetarle la desaliñada coleta que se había hecho entre arcadas y cogiendo una toalla con su mano libre por si la joven se manchaba. "Y por esto hay que beber agua entre copas." murmuró con voz cariñosa, quitando un par de mechones de su cara. "He oído como vomitabas desde mi habitación."


"¡¿Quién bebe agua entre cubata y cubata?!"


"Gente que no tiene una resaca desde hace años, como yo."


"Eso es porque no te has ido bien de fiesta, no porq—" no pudo acabar la frase, encarada otra vez contra la taza. Olimpia puso los ojos en blanco, pensando en las pocas ganas que tenía de que su hijo creciera. Espero que para 2025 ya no estén de moda los botellones, porque madre mía... "A veces la resaca vale la pena." Yolanda cogió la toalla que le acercaba la otra y se limpió el vómito de los labios, cerrando los ojos y suspirando por enésima vez en los quince minutos que llevaba despierta.


"No creo que esta sea una de esas veces."


"No."


"Anda, date una ducha. Te dejo unos tejanos y camiseta encima de la cama, que tu ropa huele a alcohol desde la puerta."


* * * *


"Gracias, estaba muy rico." comentó Yolanda al finalizar el gran desayuno que había preparado la mujer. Era una tradición dominical que tenía la profesora y que le daba fuerzas para empezar el último día de libertad antes de una nueva semana en el Zurbarán, y que seguiría presente en su vida pese a que el colegio estuviera cerrado desde hacía ya una semana. Los padres de la adolescente aún no la habían llamado, supuso que aún no estarían despiertos o que estarían demasiado entetenidos dando su habitual paseo por el retiro. Ella nunca los acompañaba, siempre estaba de resaca los domingos por la mañana, y la gran cantidad de tostadas, café, pastas y mermeladas era una agradable sorpresa después de haber vaciado su estómago.


"No sabía que existía la mermelada de plátano."


"Y esta es casera."


"Ostras, pues está muy buena, Oli." dijo la adolescente, levantándose a la vez que la otra y ayudándola a recoger la mesa con calma. La mujer la miró con el ceño fruncido, seguía sin acostumbrarse a que la llamase así. "Gracias. Es la receta de mi abuela, me la enseñó cuando tenía quince años. Decía que una no se podía casar sin saber cocinar."


"Pues que anticuada. Yo si mi marido no sabe cocinar lo dejo"


"Ella era una mujer de su época, no puedo juzgarla."


"¿La querías mucho?"


"Muchísimo, aunque nos llevábamos fatal... nos pasábamos el día discutiendo, hasta el día que murió. Pero era imposible no quererla, porque en el fondo tenía mucha ternura dentro."

El amor, en inglés.Where stories live. Discover now