CAPÍTULO 36

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Pasar la madrugada alado de Nicolas en esta vieja azotea, me hizo sentir como si estuviera en casa. Tan solo bastó con aquel cielo iluminado de estrellas y una luna que nos acechaba acompañándonos en la velada. Una taza de café me sabe mil veces mejor que aquellas botellas de las que bebo para olvidar; al fin sentí que las cosas al menos por esta noche, van a estar bien. No importa si cuando regrese a casa esa sensación desaparece porque sé que disfruté de cada detalle, cada sensación, cada aroma y cada ráfaga de aire. Al mirar a este chico no puedo evitar recordar cómo eran las cosas al principio; al conocerlo, negaba todo tipo de contacto suyo, cualquier palabra, mirada o sonrisa. Después todo comenzó a cambiar porque esa conexión que yo sentía luchaba por salir a flote, entonces me refugiaba en él solo si yo lo quería. Él no tenía ninguna posibilidad de dar el paso... al menos al principio. Ahora me siento un poco más segura de que ambos somos libres de acurrucarnos en el otro.

Cuando estuve lejos de él por esos dos meses me di cuenta que en realidad se había convertido en alguien especial, ni por más que me lo negué e intenté sacarlo de mi cabeza pude convencerme de lo contrario. Nicolas llegó de nuevo como aquella primera ocasión, sin avisar a que venía pero con intenciones de brindarme un hombro en el que sostenerme. Me prometo a mí misma no indagar sobre aquello que no quiero escuchar, por ahora es lo de menos. Si esto no es real, si solo es mi mente creando a alguien que no existe con el objetivo de hacerme bien, entonces lo aceptaré. Aceptaré el momento en el que mi cabeza ya no lo necesite más y lo deje ir, pero por lo mientras quiero aprovechar la posibilidad de que mi mente haya creado a un ser tan increíble.

—¿Estarás bien? —toma mi mano entre las suyas para calentar la mía.

—Ahora lo estoy —respondo devolviéndole la sudadera.

—¿Solo ahora?

—Confía —lo miro directamente a los ojos con una mirada pacifica, casi puedo ver que los ojos le brillan.

—Si quieres puedes quedártela —dice refiriéndose a la sudadera.

Mis ojos bajan hacia aquella prenda y la miro dudando, sé que esto podría ser algo más a mi favor, pero en la azotea me prometí delante de la luna que ya no indagaría más sobre la posible existencia, así que quedármela no me hará bien.

—Descuida —la empujo con sutileza hacia él—, todavía tienes que regresar a casa y seguro en el camino te dará frio.

Nicolas esboza media sonrisa.

—¿Nos veremos mañana? —pregunta apenado.

—Eso debes decírmelo tú —nos reímos por lo bajo.

—Nos veremos mañana, después de tu cita estaré en el parque y si no estás ahí sabré que tu madre fue por ti y entonces vendré en la noche, ¿está bien?

Asiento con la cabeza sin decir nada, él hace lo mismo una sola vez y después se da la vuelta para alejarse.

Antes de meterme a la cama miro mi reloj de mano, son las cinco de la madrugada, maldita sea. Dejo las pantuflas a lado de la cama, me miro al espejo y acaricio mi cabello alaciándolo un poco recordando lo que Nicolas ha dicho sobre mí. Al escuchar el seguro de la puerta de Susy, me meto de prisa bajo las sabanas fingiendo que estoy dormida. Oigo pasos hacia mi habitación y se detienen en la puerta por unos segundos hasta volver a escucharlos en el pasillo.

Que noche...


—No entiendo como logras hacer esto, me sacaste de casa en pijama y pantuflas —muevo los pies para que los mire.

—Tú dijiste que no querías ir a tu habitación.

La tierna risa de Nicolas retumba en mi cabeza

SOBRIA, DANGER...Wo Geschichten leben. Entdecke jetzt