Lluvia

36 5 0
                                    

24 de octubre.

Decir que después de despertarse de una corta siesta vespertina, con las manos heladas y el cuerpo sudoroso a pesar de estar en octubre era poco, miles de pensamientos inundaron su mente llegando a marearlo. De nuevo había soñado con el hombre de los recortes del estudio de Rusia, sentía que su cabeza estallaría en cualquier instante.

México nunca se atrevió a cuestionar su relación con Rusia. Eso era algo de lo que deseaba convencerse; siempre pensó demasiado en ello, preguntándose cada día sin descanso la razón por la que se había casado con alguien tan importante como él, alguien que ni siquiera se dignaba a contarle sobre el accidente que lo dejó en silla de ruedas y lo condenó a una vida de encierro y desespero. El muro alrededor del sueño que creó comenzaba a derrumbarse frente a él, no sabía como detenerlo.

Algo en su interior estaba por explotar, a pesar de sus intentos de controlarlo con medicamento y sueño sabia a la perfección que no funcionaría. Había una razón por la que la llama de su pecho deseaba expandirse hasta consumirlo, y esa razón era el enigmático detective de la pared.

— Hace días que el Rusky llega tarde a casa, me pregunto si hoy también lo hará. — se cuestiona encendiendo la radio, calmando la baraúnda de la lluvia al golpear con violencia los cristales a su alrededor, respira profundo dirigiéndose hacia la ventana a observar el desastroso paisaje. — Espero que esta tormenta no suponga un problema...

*

Acerco mi silla un poco más al vidrio pegando mi palma contra este, en verdad aborrezco la lluvia porque eso significa que Rusia tardará más en llegar, además de que las tormentas vienen acompañadas de rayos que cargan consigo a todas las pesadillas de mi subconsciente sólo para atormentarme.

Mi cabeza comienza a doler, es una de las tantas cosas que detesto de estos días, el inmenso dolor que sacude mi cerebro; los truenos rugen hambrientos retumbando en mis oídos robándome el aliento. En cuanto recupero mi respiración y vuelvo mi vista hacia el cielo, un cegador relámpago se hace anunciar en toda el área cortando la electricidad.

Su luz era tan fuerte, tan potente que los demás rayos no tardaron en hacerle competencia iluminando la habitación en cortos periodos de tiempo.

— ¡BASTA! — grito cubriendo mis oídos y cerrando mis ojos con tal fuerza que los parpados comienzan a arderme. — ¡Chingadamadre deténganse! ¡Basta, no me gusta! ¡Rusia! Rusia, te necesito...

Otro relámpago choca con la tierra, esta vez miro la luz que carga sobre su cuerpo ruidoso. Mi piel se eriza al ver la imagen de los ojos de un automóvil a mis espaldas mordiendo mis talones, pese a la marcha de guerra de la lluvia puedo escuchar con claridad el sonido de dos motores distintos en mi mente. Uno del automóvil persiguiéndome y otro esta debajo de mí, temblando, haciendo su mejor esfuerzo por para escapar, pero ¿escapar de qué?

Retrocedo cubriendo de nuevo mis orejas, repitiendo las cuatro reglas como si de una canción se tratase con intención de apaciguar mi cerebro que da vueltas sin tregua. Imágenes comienzan a aparecer de entre mis recuerdos más lejanos... Rusia no aparece en ninguna.

Trato de levantarme para salir de ahí, olvidándome de que mis piernas han dejado de servir hacer mucho, azotándome contra el suelo golpeando con fuerza mi frente. Otra imagen. Escucho a la perfección el sonido del acero deslizarse con violencia contra la grava hasta chocar con algo más. Puedo percibir como mi piel hace fricción contra el suelo mojado raspándome lastimando algunos de mis huesos, trato de levantarme, pero el miedo me lo impide, quiero llegar a ese vehículo que tanto me ha ayudado arrastrándome, sin embargo, la lluvia es tan fuerte que parece hacer mi cuerpo más pesado.

Red TearsWhere stories live. Discover now