Primer acto, parte dos

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El corazón de Elsa empezó a latir como loco al estar dentro del castillo y en su cabeza al compas de sus andanzas junto a sus compañeros sentía un gran eco que parecía que le iba a partir la cabeza en dos.

Mientras todos sus compañeros estaban alucinando de fascinación por ese palacio lleno de pinturas antiguas, pintadas a mano, bellos candelabros, pasillos alfombrados, paredes purpuras, grandes ventanales de cristal, con una vista privilegiada hacia el fiordo, a la pequeña ciudad y puerto, ella sentía frio, nervios, mareos, pero más raro aun, sentía angustia, una angustia familiar…

Se abrazo a si misma, esa era su forma de sentirse protegida, de contenerse desde que era una niña “Este es tu espacio y nadie puede meterse aquí si tu no quieres, nadie puede hacerte daño” recordó el mantra que su padre le enseño, lo reproducía una y otra vez en su cabeza, con calma, caminando un poco mas lento que su grupo estudiantil.

¿Por qué se sentía así? Antes de entrar a ese palacio no se sentía así de descompuesta, ni nerviosa, ni nada ¡Es más! Estaba perfecta, nada de lo que estaba sintiendo tenia pies ni cabeza

-Elsa- Rapunzel apareció detrás de ella, sujetándola por los hombros. -¿De verdad estas bien?- Estaba empezando a preocuparse.

La rubia platinada le regalo una sonrisa débil, pero sincera al fin y al cabo, no le mentiría a Rapunzel, era su prima, era familia, no lo haría.

-La verdad… No me siento mal, me siento un poco… extraña- Confeso.

Pararon de caminar, Rapunzel paso su brazo izquierdo sobre sus hombros, acariciándolos en el camino.

-¿No estarás embarazada verdad?- Susurro en su oído la coronence

-Ni de broma- Respondió casi a la defensiva Elsa.

-¿Entonces quieres que llame a la profesora para que ella…

-Punzi, no es para tanto, de verdad.

Elsa se libero con delicadeza del agarre de su prima y acaricio su mejilla con agradecimiento, era agradable tener a su prima en su clase.

Volvieron a caminar hacia el grupo que no estaba tan alejado de ellas dos, Elsa se sentía un poco mejor o al menos fingiría no sentirse tan mal frente a todos.

La guía los llevo al gran salón o mas bien a la sala del trono, donde las fiestas reales o grandes reuniones se realizaban hace mas de 450 años, porque Arendelle dentro de lo que cabía era un pueblo pequeño, prospero y joven.

Algo que le llamó mucho la atención fue el enorme candelabro que colgaba del techo, era diferente a los otros que había visto, este era blanco, de el colgaban pequeños diamantes, todos en formas de copos de nieve muy bien detallados, realmente parecían de hielo.

Quedó sumamente hipnotizada por esto,  ya era todo muy extraño pero esto lo era aún más, ese candelabro era muy parecido a uno que aparecía en sus sueños.

“Debo estar loca… sí, debo estar enloqueciendo” pensó tratando de tranquilizarse y en cierta manera lo logró, sólo un poquito.

Su parte “Revolucionaria” por así llamarla, salió a la luz cuándo la guía empezó a hablar de algo innecesario para su parecer. Empezó hablar sobre una pintura de un famoso artista francés, adquirida por la familia real hace no más de un año y medio.

-¿Es enserio?- preguntó lo suficientemente fuerte como para que Merida la oyera.

-Tranquila niña rebelde- Le susurro Merida al oído.

Empezaron a caminar a paso lento, casi a compás de la guía, como si los dirigiera con una batuta,  mientras está les explicaba el significado de cada pintura, de que época eran, de donde venían.

-Sólo Piénsalo- Seguía susurrándole Elsa a Merida mientras caminaban.

-Lo pienso y no digo que no tengas razón, sólo que… intenta dejarlo de la un segundo, sabes que estoy de tu lado- Puso su mano en su hombro y lo apretó un poco.

Siguieron caminando hasta salir del salón, la guía les dijo que iban a ir a la biblioteca,  que quedaba a unos metros del salón y que se sabía que era casi como una costumbre familiar que las princesas pasarán gran parte de su tiempo ahí, era algo así como su lugar de paz.

Algo raro pasó, la jaqueca volvió a aparecer, aunque no tan fuerte como antes, esta jaqueca era como un eco en su cabeza, un eco que dibujaba un mapa qué trazaba un camino en su mente y lo dibujaba en el piso, como una línea en el piso que ella seguía con naturalidad, era como si… como si yo supiera el camino.

De repente, así de la nada, escucho un muy leve susurro:  Arriba ya la izquierda.

-¿Qué dijiste?- Le pregunto a la primera persona que vio.

-¿Qué? Yo no dije nada- Le dijo su compañero.

Elsa parpadeo dos veces ¿Acaso Fredie le estaba tomando el pelo? ¡Claro que no! Fredie no hacia bromas de ningún tipo jamás

-Oh, disculpa creí que… olvídalo- Se disculpo rápidamente.

Fredie la miro un poco incomodo, pero luego pensó: Oigan, O’gorman, la rubia más linda del salón le estaba hablando.

-Sabes Elsa, si querías una escusa para hablarme solo tenias que hacerlo- Soltó una risa queriendo hacerse el galán.

-…

Elsa lo miro mal, muy mal, ese chico podía sentir como su alma era arrebatada de su ser por esa mirada tan gélida, tan fría.

-Eeeh sabes que, esto jamás paso- Dijo acomodando su cabello rubio un poco muy incomodo, mientras empezaba a apresurar el paso para alejarse de ella.

-¡Diablos!- Grito Merida a su lado haciendo que saltara de un susto.

-Merida no grites- La regaño la rubia, viendo como la guía las espiaba de reojo al igual que su profesora.

-Perdón es que, a veces me encantaría poder grabar algunas secuencias- Dijo aguantando la risa mientras miraba como Fredie hablaba con sus amigos de la clase. -Casi lo congelas con la mirada.

-Merida, cállate por favor.

-Que amargada eres.

-Arriba y a la izquierda- Otra vez el susurro.

Se dio la vuelta buscando a la persona que le estaba susurrando,  pero no habia nadie a sus espaldas, ni alguien de su grupo de estudiantes y nadie del personal del palacio.

Sintió un escalofríos y se abrazo a si misma nerviosa, eso ya estaba sobrepasando lo casualmente raro de su día “Dioses, díganme que estoy enloqueciendo” Pensó antes de voltear y empezar a caminar a su grupo que se habia alejado unos metros de ella.
Subieron una de las tantas escaleras de caracol gigante de madera antigua y llegaron a lo que parecía ya ser el segundo nivel de la sala este del palacio y luego, la guía les indico que siguieran a la izquierda

“Arriba y a la izquierda” Pensó para si misma Elsa.

No caminaron mucho mas que unos metros hasta parar frente a una de las tantas enormes puertas de madera blancas dobles, supo de inmediato que era la biblioteca.

La guía les dijo que eran libres de pasearse entre los grandes estantes, tomar libros, leer un poco incluso, siempre y cuanto los dejaran de donde los sacaron, pues la princesa pasaba la mayor partes de sus tardes ahí y realmente se irritaría si las cosas no estaban en el orden original, ósea, el orden en el que ella personalmente los dejo.

-Disfruten, estaremos aquí unos 20 minutos, hasta la hora del desayuno- Les dijo abriendo las puertas de la inmensa biblioteca real.

Yo soy la reina [Elsanna]Where stories live. Discover now