Arquería

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18 de enero de 2022

Tessa

Troté todo el camino, sintiendo como mis músculos adormecidos se despertaban y rogaban por más movimiento. Sí, era lo que necesitaba.

Antes de irse, Kara había soltado rápidamente que practicarían Arquería en un campo particular alejado de las habitaciones. Su tono me había dado a entender que esperaba que fuera, aun cuando me había suplicado y hecho prometer que me quedaría en la habitación. Supongo que una parte de ella sabía que no haría caso.

A lo lejos, divisé a los soldados armándose con distintos tipos de cuchillos, arcos y flechas. Mi día estaba mejorando. ¿Qué mejor que demostrar mis habilidades para cerrarle el pico a Rinha? Ralenticé mi paso, hasta llegar al portón de madera. Pasé ambas piernas sobre él, aterricé sin hacer ruido y caminé hasta donde estaban reunidos. Como era de esperarse, todos me observaron con sorpresa y recelo. Alex me dirigió una mirada que significaba: «estás en problemas», pero no le hice caso y me coloqué junto a Carter. A mi derecha, Rinha estaba jugando con las flechas en sus manos mientras hablaba con otra chica, esta se reía y le daba la razón. Al verme, le hizo señas y sus ojos oscuros se posaron en mí. Una mueca sombría se extendió por su cara y habló:

—No has necesitado cirugía plástica, qué suerte.

—No has necesitado un bastón. Me sorprendes.

Su rostro se desencajó, claramente no esperaba una respuesta de mi parte. Un par de chicos que estaban a mi alrededor se echaron a reír. Incluso Kara, que se encontraba en la tarima de madera junto a Andrew y Stephanie, se retorció en una carcajada.

—Estás completamente loca —me susurró mi amigo, pero una sonrisa bailaba en sus labios.

Me encogí de hombros mientras agarraba un arco y una aljaba de cuero con flechas plateadas.

—Blandenwell —me tensé cuando escuché a Alex. Tenía las mejillas rojas del cabreo—. Creo que fui muy claro cuando dije que no podías entrenar.

Lo ignoré y me crucé la tira gruesa del carcajpor el centro del pecho.

—Yo fui muy clara cuando dije que no podía quedarme sin hacer nada —devolví, con la voz más fría de lo que había esperado—. He estado en situaciones peores, esto es mínimo.

Era cierto. Meses atrás, me había encontrado con una H. A. V. que parecía un gato en una de mis patrullas. Sus ojos brillaban con la determinación de un felino al ver a su presa. Fue una de las luchas cuerpo a cuerpo más difíciles de toda mi vida. Ella tenía garras filosas y alargadas que me habían arrancado muchos retazos de cabello y piel. Me había tomado cuatro días recuperarme antes de volver a salir mucho más decidida y cuidadosa que antes.

Nos miramos fijamente, esperando a que alguno de los dos cediera. Finalmente, soltó un suspiro pesado y su ceño se frunció. Torció los labios en una mueca que se me antojó intimidante y sexy al mismo tiempo y me soltó:

—Bien —espetó. Liberó el arco, el cual había intentado quitarme, y me señaló el campo abierto. No había nada allí hasta que sacó la tablet y aparecieron muchos hologramas de personas, luego de que pulsara un par de opciones—. Serás la primera. ¡Soldados, cinco pasos detrás!

Helena me miró con miedo. Me di cuenta de que quería abrazarme, pero quizá no quería lastimarme. Le dediqué una sonrisa sincera, al igual que a Tania que estaba a su lado, y me posicioné en la línea blanca que habían trazado en el césped corto.

Saqué la primera flecha y la preparé sobre el cuerpo de metal. Alex tocó la pantalla de la tableta un par de veces y los blancos comenzaron a moverse. En total eran unos diez, tres desaparecieron a los costados, como si se los hubiera tragado el aire. Esperé unos segundos y reaparecieron más arriba, listos para saltar sobre mí. Disparé, veloz y ágil, y quedaron reducidos a la nada misma, en tanto los otros continuaban corriendo hacia mí, unos más cerca que otros. Sacaba y liberaba flechas sin parar hasta que no quedó ningún blanco. Sin embargo, las cuentas no me daban. Había disparado siete veces, lo que significaba que quedaban tres rezagados. Mis ojos estaban clavados en el campo, esperando a que aparecieran. El primero vino de frente, le di directo a la cabeza. El segundo me abordó del costado, giré la cadera y lancé la flecha. El último apareció sobre mi cabeza y tuve que rodar hacia la izquierda antes de disparar. Me levanté, destensando el arco y clavé mi mirada en los orbes castaños de Alex.

1. La extraña ©Where stories live. Discover now