Prólogo

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«La carta sin remitente».

1

«Te dije que había que usar condón, pero ah, donde vergas quiso jugarle al semental, pues aquí tu premio. A ver con que pinche cara le dices algo a tu hijo cuando te lo haga a ti. Buena suerte, puto imbécil».

Cayó de culo contra el suelo, sintiendo un impacto mayor que lo dejó más noqueado que todas las palizas que recibió durante su fase de delincuente en aquella tan mala y difícil adolescencia suya.

Perplejo era demasiado pequeño; no había palabras para describir como se sentía al respecto de esto tan... Tan... Tan...

—Mierda —farfulló entre dientes tras llevarse una mano al rostro—. Ni quisiera hay una forma de explicar el cómo me siento.

Estaba jodido. Por ahora, era la mejor manera de expresarlo.

Volvió a levantarse, se acercó nuevamente a la puerta, y lo vió: Allí, dentro de una caja, con una sabana bien colocada al fondo, y que en algún tiempo ya pasado contenía cartones de leche, estaba su hijo, moviéndose tanto como podía, mirando con sus diminutos ojitos a medio cerrar y abrazado un peluche de un oso disfrazado de chef francés.

—Ya baile con la más fea —se lamentó. Se pasó la mano entre los mechones rebeldes de cabello salmón con desesperación, a la vez que emitía pequeños gemidos también desesperados.

No tuvo más opción que recogerlo.
Sacó al bebé y dejó la caja allí. Segundos después, volvió, la tomó y la arrojó por encima del barandal de concreto que limitaba al pasillo frente a su puerta y que, a su vez, llevaba a las escaleras y al ascensor.

Natsu Dragneel vivía en un complejo de departamentos de clase media que alguien como él, con un negocio propio colocado en el mercado más sobresaturado de Japón, podía permitirse. Pagaba una cantidad justa de renta cada mes por lo que tenía: Una sala, una cocina, tres habitaciones, un estudio y un baño con bañera y regadera.

Obtienes lo que pagas, así que toma chocante y paga lo que debes. Tómalo o déjalo —espetó la dueña, y también administradora, del sitio contra él el día que llegó a ese lugar. No era nada personal. La dueña, y administradora, a leguas, se veía como la clase de mujer entrada en edad y con tan mal genio como una tonelada de dinamita en medio de un incendio en un bosque durante el otoño. Quizá por que nadie quería tener sexo con ella, y ya llevaba mucho sin sentir a un hombre en sus entrañas.

Pero ahora mismo tenía asuntos más importantes en los cuales enfocarse en vez de la vida sexual de la mujer a la que le pertenecía el lugar donde podía caerse muerto luego de un día de trabajo, que, más bien, era como las novelas de The Witcher: Pura ficción.

Entró nuevamente, inspiró e exhaló buscando tranquilidad y paz interior.

Desafortunadamente ambas cosas le patearon el culo y las bolas, y lo mandaron hasta el culo del mundo, alejado de la mano del señor.

—Mierda —farfulló, de nuevo, cerrando la puertas tras de si.

Se plantó delante del sillón individual inclinable donde yacía su, proclamado por una carta de una remitente muy pero muy grosera, hijo.

—Hola —cuando no sabía que hacer, al sentir acorralado, se volvía estúpido. Más de lo que ya era, de por si—. ¿Como estas? —hablaba con él como si de verdad fuera a contestar algo—. Debes tener hambre, ¿no? Hay carne y ramen en la nevera, por si quieres.

El bebé, un adorable varón rubio, con piel clara y ojos jade, seguía en la misma posición, moviéndose sólo un poco cada tanto.

Natsu resopló.

—Muy bien, en primer lugar, me cagan los osos —le quitó el peluche en sus manos, volvió fuera al pasillo y lo lanzó en la misma dirección que la caja—; en segundo lugar, me cagan los niños —tomó al mocoso entre sus manos, y acercó su rostro al del chiquitín hasta que sus narices rozaban la una con la otra—; pero si te arrojo desde el pasillo me meten en la cárcel por infanticidio o intento del mismo. Y, sinceramente, no quiero que mi ano se convierta en un nido de anacondas negras —soltó una carcajada. Poco después, el niño lo imitó, pataleando un poquito en el aire—. Y tercera, pero no menos importante, no se quien es tu madre, y, definitivamente, te haré una prueba de ADN. No vaya a ser que me quieran hacer la del pipila.

2

—Todo concuerda. Este bebé salió de sus testículos, señor Dragneel.

—¿No lo quiere? —preguntó Natsu en un gemido desesperado.

—No. Chinga tu madre.

Bueno, al menos lo intento.

Volvió a su casa con su aparentemente nuevo hijo en sus brazos. No tenía ni puta idea de como cargarlo. Y estaba casi seguro que colgarlo de un pie no era la forma correcta.

Llegaron a casa, y el bebé empezó a llorar.

—Ay, no mames —dijo con exasperación—. ¿Que quieres que haga? —le preguntó, desesperado—. ¿¡No ves que con lo idiota que soy apenas puedo atenderme a mi mismo!? ¿¡Como esperas que te atienda a ti si hace apenas 3 días descubrí que no se le pone detergente al arroz!?

Y él también empezó a llorar.

Muchos lo llaman "la mejor etapa de la vida", otros "el mayor suplicio de la vida adulta", otros más "la más grande satisfacción, tanto a corto como a largo plazo", pero para Natsu Dragneel, quien no recordaba ni atisbos de mierda de la mujer de la que salió el mocoso, esto era "El proceso de castración más lento y doloroso jamás registrado en la tierra, con una cuchara".
















































































































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Todos sabemos que es de Dimaria, pero en la historia, Natsu no lo sabe.

Y al que me ponga algún comentario del tipo "Es de Dimaria, que obvio", le parto su madre >:/

¡Gracias por el tiempo de tu vida.
Apoya la historia, no seas mamón. Y sintoniza para más pendejez en el próximo capítulo!

Paternidad Al Estilo DragneelWhere stories live. Discover now