III

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«Vivo otra vez».

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La teología nos enseña que, según Dante, el infierno está construido de manera que 7 círculos eran los que le daban forma al peor lugar para ir a parar.

Dante se la podía pelar a Natsu, pues este hombre, quien sabía que ya era demasiado tarde para usar condón, descubrió un octavo círculo, mucho peor que los 7 de Dante juntos.

El sol se asomó sobre el cielo. Iluminó de poco en poco la ciudad. Las farolas en la vía pública se apagaban una por una al mismo tiempo que negocios en toda la ciudad eran abiertos para un nuevo día de arduo trabajo.

El negocio de Natsu no sería uno de ellos.

—Odio... Mi... Vida... —se lamentó por enésima vez en toda la noche.

Sentado en uno de sus sillones, con la visión incrustada en la nada oscura, que pasó a ser aire cuando el sol iluminó la sala, los ojos rojos a más no poder y con Ryusei entre sus manos, durmiendo como el bebé que era, el pobre padre primerizo estaba convertido un puto y verdadero asco, hecho y derecho.

Su cabello siempre estaba alborotado, pero ahora parecía un reguetonero le había venido a hacer el favor de cambiarle el look.

Durante toda la maldita noche no había oído otra cosa que no fuera el desesperante sonido el reloj, siempre hilando haciendo ese "tic-tac" que le hacía sentir como si un hipopótamo le hubiera pisado el pene y un elegante las bolas.

Ryusei dio indicios de despertar, hasta que lo hizo, cuando los rayos del sol fueron lo bastante intensos para irradiar toda la sala.

—Buenos días, pequeño aborto fallido —temblando y con cara de psicópata a punto de estallar una bomba en un jardín de niños, Natsu bajó lentamente la cabeza para mirar al fruto de su semilla despertar. El hecho de que no parpadeara resultaba espeluznante—. ¿Quieres desayunar...? Seguro que si...

La sonrisa parecía que la habían pegado a su cara. Se levantó, puso al niño en su asiento especial (cortesía de Zeref) y fue a la cocina para preparar el desayuno: Una papilla (costosa, por cierto) para la fabrica de excremento rubia y un plato de cereal para si mismo.

Las tentaciones suicidas brotaron a flor de piel cuando abrió el cajón donde guardaba los cubiertos.

Las posibilidades eran infinitas.

Levantó un tenedor en su mano.
Los ojos pasaron a la tostadora.
La idea de comprobar si eso enserio te podía matar se le antojó muy buena en ese momento.

—Me lleva la chingada... —recordó que un bebé es un ser humano que eventualmente crece. Ese niño terminaría de una pésima forma si se quitaba la vida allí mismo—. Yo y mi complejo del idiota responsable.

Guardó el tenedor, sacó una cuchara (dos mejor dicho) y fue donde su mocoso para darle de comer.

—Ahora... —la sonrisa y mirada de loco hicieron que Ryusei no despegara la vista de su padre. No lo asustaba; le llamaba la atención—. Comete toda tu papilla o aprende a volar. Estamos en un décimonoveno piso, tú eliges.

















































































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Uno pensaría que después de casi dos meses, los capítulos serían largos.

Rocha: Soy un rebelde, me gusta romper las reglas.jpg

¡Gracias por el tiempo de tu vida. Sintoniza para más pendejez en el próximo capítulo!

Paternidad Al Estilo DragneelDonde viven las historias. Descúbrelo ahora