IV

1.6K 148 63
                                    

«Cambiando pañales».

1

Al igual que en el resto de la humanidad, el bolo formaba parte de un proceso digestivo que iniciaba con este, en la boca, y terminaba en el inodoro, el piso o los calzoncillos, lo que uno tuviera más cerca.

Pero en Ryusei terminaba directamente en su pañal. Un pañal que Natsu debía cambiar, quisiera o no.

—Diría que qué tan difícil puede ser... Pero dado que Dios me odia, es mejor no hacerlo —se recomendó a sí mismo sin deseos de sufrir más.
Había engendrado un hijo no deseado, no lanzado una bomba atómica sobre toda una prefectura. No merecía sufrir tanto si entrábamos a comparaciones.

Al principio no lo halló tan difícil: Abrir el pañal, sacarlo y tirarlo. Hasta allí todo bien, esa era la parte más sencilla y que todos los papás primerizos podían lograr sin complicaciones. Lo verdaderamente difícil venía justo después: Poner el pañal nuevo.

Natsu era un idiota, no lo negaba.
Desconocía por completo sobre pañales y cosas de bebés. Era un completo ignorante en el área de los bebés, pero todo un experto en el área respecto al proceso para crearlos.

Vaya ironía más cruel.

—De acuerdo. Aquí vamos —se dio ánimos para hacerlo.

Tenía todo listo: Un pañal en mano, toallitas y talco. Todo lo que tenía que hacer era volver a colocar el pañal en el culo de ese aborto fallido que se hacía llamar su hijo (y que si era jsjsjs). Era la pena o lo gloria, y quería lo primero.

2

—Vaya, no fue tan difícil como esperaba —se sacudió las manos y tomó al pequeño rubio entre ellas para cargarlo.

Lo sostuvo con un brazo mientras que con la mano del otro quitó el tutorial de como cambiar pañales y cerró YouTube.

Antes de verse en la necesidad de utilizar la magia del Internet para resolver su problema, como el resto de la humanidad idiotizada en la actualidad, Natsu había fallado 14 intentos de poner el pañal a Ryusei.
A veces estaba al revés, otra terminaba en la cabeza rubia del niño y en otras el pañal terminaba, de algún modo, atado a su propia cabeza peli-rosa. No se explicaba como, solo pasaba.

Finalmente optó por un tutorial en Internet de un hombre más joven que él, y quien seguramente no solo no tenía hijos, sino que también era virgen. Natsu no podía sentirse más humillado. Instruido por un pinche virgen en el cuidado de bebes, bebes que se hacen teniendo sexo.
Odiaba demasiado su vida ahora mismo.

—Bueno, por lo menos ahora estas limpio, pequeño patea traseros.

Se sentó con su hijo en brazos. Empezó a arrullarlo con sumo cuidado. Poco a poco empezó el rubio empezó a sentirse cansado, hasta que finalmente se durmió.

Natsu suspiró aliviado.
Al parecer, el lolicon de su hermano tenía razón: Mecer con suavidad ayudaba a los bebés a conciliar el sueño.

—Punto para ti, Zeref, lo reconozco.

Le vino la imagen de sus sobrinos a la mente. Pensó que en lo bien portados que eran esos tres, Hikari, August y Larcade. Eso era un reflejo de la educación que recibían por parte de padre y madre, pero sobretodo de padre.

Natsu fue a su habitación y recostó al niño en la pequeña cuna que había comprado junto con Zeref. Era pequeña, pero servía para su pequeño patea traseros. Volvió a suspirar. Debía admitir que cuando no estaba haciendo su vida tan miserable como imposible, era tierno.

3

Natsu, aprovechando que su hijo estaba dormido y no rompiendole las bolas, decidió que era hora de comer algo decente. Sinceramente, con todo el ajetreo que conllevaba cuidar un bebé, no había tenido tiempo ni oportunidad de consumir algo preparado por sus manos.
En lugar de eso, había estado comiendo pura basura de microondas preparada por las manos de alguien más, a quien no conocía y que muy seguramente podría haberse rascado el culo junto a las bolas antes de volver al trabajar de sellar la comida en sus paquetes. Todo sin haber usado guantes.

Pensarlo tan a fondo le provocó asco. Debía alejar el tema de su mente.

Aún que también influía en gran medida su situación económica.
Nadie le había dicho que las cosas para bebes eran muy caras. A Zeref se le olvidó ese detalle. Y gracias a eso, y que ya llevaba dos semanas sin trabajar, su economía estaba más seca que el cerebro de un terraplanista.

No le alcanzaba para más que comida de microondas.

Buscó en la nevera y se preparó un omelette con los últimos dos huevos que habían, y comió como si no hubiera un mañana. Incluso lloró de la felicidad. El sabor del huevo era un maldito manjar para su burdo paladar de 30 segundos.

Una vez acabada la comida, se pusó a pensar. A la vez que pensaba, comía un mango, el último mando en su nevera. ¿Como poner orden a su asquerosa vida?

No tenía ni puta idea de como hacer eso.

Lo lógico sería conseguir una casa.
Un departamento rentado no era precisamente un espacio familiar. Además, el mocoso eventualmente crecería. Iba a necesitar espacio para jugar, una habitación propia y una cuna más grande. Eso sin contar que tendría que ir al colegio algún día. ¿Cuanto costaba actualmente la educación de un se humano? Se moría de miedo con sólo pensarlo.
Apenas tenía para comer ahora mismo, joder.

Su sarta de pensamientos preocupantes fue repentinamente irrumpida por los múltiples ruidos de la madera de su puerta siendo tocada en señal de que alguien tras esta quería que la abriera y lo atendiera.

—Hola, Natsu —saludó Ur, la dueña del lugar, cuando su inquilino abrió—. La renta, por favor.

Olvidó por completo ese detalle: Vivía en un lugar rentado.

—No hay problema —dijo Ur cuando Natsu le explicó por qué no podía pagar. Por un instante el rostro del peli-rosa se iluminó—. Te daré una semana para que busques donde caerte muerto. Después de eso, te quiero fuera de mi edificio.

Natsu tuvo un tic nervioso en el ojo, a la vez que los ojos se le pusieron blancos. Ur se despidió, sonriendo, y se fue a seguir con el siguiente inquilino.

Cerró la puerta, volvió a la cocina, tomó un tenedor y, lentamente, empezó a acercarlo al enchufe más cercano.

El llanto de su hijo evitó que cometiera esa monumental estupidez. Al parecer, había despertado.
Cuando fue a verlo, resultó que se había orinado encima. Suspiró tratando de entrar en modo Zen... Fallando rotundamente.

Pero dado que no podía actuar con violencia, simplemente comenzó a llorar de la frustración.
Ahora mismo era su único escape de esta maldita pesadilla llamada paternidad.






































































































_________________________________________________

F en el chat por Natsu, chicos. Dorime.

¡Gracias por el tiempo de tu vida. Sintoniza para más pendejez en el próximo capítulo!

Paternidad Al Estilo DragneelDonde viven las historias. Descúbrelo ahora