Diez.

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— ¿Kikyo? —preguntó Inuyasha con una semblante fría casi sorprendida, en su rostro no se mostraba ninguna otra pizca de sinceridad, y estaba seguro de que no le hablaría con la vedad si se tratara de encubrir a la mujer que amaba dese hace mucho tiempo atrás, y con cierto razonamiento no quiso tampoco hacer un intento en confiar en él especialmente si se trataba de que ese imbécil había hecho daño a Kagome—. No la he visto desde un buen tiempo, ella se fue.

—No te creo, habla ahora maldito insecto —gruñó más fuerte, sentía la mentira que se formulaba en los labios de Inuyasha, ¿por qué habría de seguir engañando? Sesshomaru consideró liberar a Yako haciendo a su medio hermano el objetivo del gran perro para hacerlo suplicar por piedad si es que no decía la verdad de una vez por todas.

—Sesshomaru, por favor, no lo hagas —era lo único que calmaba su ser, pronto sintió una mano cálida posarse sobre su hombro, era ella, Kagome, la única persona que lograba mantenerlo dentro de sus cabales—. Ya encontraremos las respuestas, pero no le hagas daño.

Ahí estaba la frase no le hagas daño, ¿y todo el daño que le había hecho? ¡KAGOME! Gritaron los pensamientos del hombre ¿Por qué era tan buena? Y pura.

Suspiró soltando a Inuyasha que cayó al suelo casi con un estruendoso ruido, no se le veía bien y mucho menos animado, lo sentía, él percibía lo que él tenía, además de tristeza y un gran arrepentimiento.

—Te espero en el río Kagome, a la hora que quieras, estaré ahí.

Y huyó de un salto hacia donde le indicó, no sabía por qué le había llamado a verse, pero él quería verla de nuevo.

Sesshomaru salió volando mientras Kagome le seguía aún con la mirada, algo en él le atraía, tal vez no como Inuyasha... No, claro que no como él, Sesshomaru era poderoso y misterioso, algo que hacía que le hirviera las mejillas cada vez que se encontraba con esa mirada suya tan profunda y enigmática que le traía vuelta loca.

— ¡Señorita Kagome! —gritó el monje Miroku que se acercó a abrazarla, o más bien a su retaguardia.

—Ay, monje libidinoso —gruñó ahora Sango que lo lanzó fuera de su vista con una cachetada, también se acercó a abrazar a Kagome quien la recibió con mucho gusto, extrañaba ver a su amiga, había mucho de qué hablar—. ¿A dónde te fuiste Kagome?

—Es obvio a dónde se fue, no sean tontos.

—Inuyasha, sabemos que tú también la extrañaste.

— ¡No lo hice y si se vuelve a ir realmente no me interesa! —gritó malhumorado dándose la media vuelta y escapando como casi siempre lo hacía, los ánimos de Kagome cayeron al suelo, muy muy por debajo de éste, al fin y al cabo siempre era lo mismo. Pelear, gritar y lloriquear por él, bastaba con que le hiciera pedazos el corazón para que regresara pidiendo disculpas, pero claro, la destrozada siempre era ella.

—Kagome —pronunció Shippo que seguía aún en sus brazos, tomó sus mejillas y secó las lágrimas que caían lentamente, dolía, tal vez mucho, más que nada porque él fue su primer amor, con el que pensó al menos ser feliz, pero, no se dejaría seguir tratando mal gracias a Inuyasha.

—Estoy bien Shippo, está bien —sonrió falsamente mientras le dejaba en el suelo—. Yo iré... A despejarme un poco.

— ¿Quieres que te acompañe?

—No, así estoy bien, no te preocupes Sango, regreso enseguida.

Pronunció dando vuelta rápidamente para encaminarse directo a donde le había citado Sesshomaru, al río, tampoco tenía mucha idea de por qué iba con él y es que con el albino sentía esa calidez, se sentía protegida, y no dudaría ir a su lugar para ayudarle o que le ayudara, aunque claro debía tener en cuenta si Sesshomaru le brindaba ayuda, o si sentía lo que ella sentía, pero ¿qué sentía por él? Por el gran youkai que odia a los humanos, el hermano de Inuyasha.

Sesshomaru podía olerla, se acercaba poco a poco a dónde se encontraba, rara vez la emoción lo consumía por algo, que normalmente era nunca, pero ahora, ella lo ponía así. Incluso podía sentir la leve capa de sudor que cubría su frente e incluso las manos que con nerviosismo no sabían dónde descansar, le ponía nervioso con cada paso que estaba dando, no estaba siquiera seguro de lo que le iba a decir, las únicas preguntas que divagaban en su mente eran de ¿si venía a decir que se alejara de ella? ¿O decirle que regresará con Inuyasha?

—Sesshomaru —pronunció en cuanto salió de entre el follaje de los arbustos, aún se veía desorientada por lo ocurrido y claro que también él lo estaba, pero, las respuestas llegarían después, hoy simplemente quería estar con ella.

—Kagome —simple palabra con mucho poder no sabía qué más responder, se acercó un poco más a él, justo frente a frente, callados, sin palabras, más que sus miradas encontrándose, no lo soportaba, era tiempo de que le dijera algo—. ¿Has hablado ya con Inuyasha?

Mala pregunta, su rostro hizo una mueca indiferente y notó que por esta vez no le dolió el mencionar el nombre de su medio hermano, no estaba seguro de cómo reaccionar, ¿qué diablos hacían ahora los humanos? ¿Deberían abrazarse? ¿Y cómo para qué?

Era lo que más deseaba en esos momentos, y se dispuso a hacerlo, rodeó con los brazos el cuerpo de la chica y le atrajo hasta su pecho luego la cargó y caminó con ella hasta adentrarse nuevamente a los árboles y arbustos, no cuestionó ni una sola acción sólo se dejó caer en cuanto sus pies tocaron el suelo, él la siguió.

—Estoy bien, perdón —el hombre negó sobre su vista y ella asintió ignorándolo.

Bajó su mano hasta sus mejillas que limpió rápidamente, no creía tener tanta conexión con Kagome después de todo lo que habían pasado, mucho menos si se trataba de una humana, aunque claro no era una simple humana, era una sacerdotisa, una muy poderosa y sus poderes se incrementarían, podía sentirlo.

Kagome levantó la mirada para verle, Sesshomaru el gran demonio, temido por todos, odiado por su hermano, ¿qué hacía ella con él? Y más importante, ¿qué hacía él con ella?

—Kagome, quiero que vengas conmigo —su ceño se frunció de inmediato—. A mi castillo... o deberás volver a tú casa. Este lugar ya no es para ti.

— ¿Y por qué no lo sería?

¿Cuál sería una buena respuesta para que Kagome le creyera? ¿A caso había algo que hiciera que Kagome saliera de ese lugar? No por él, pero en esos momentos pensaba aún más en la seguridad que quería que tuviera, lejos de las peleas, de las guerras, de Inuyasha. No se contuvo y sin saber qué hacer acarició el borde de su ceja y bajó hasta su mejilla y luego sus labios donde los jaló lentamente con el borde de su uña. La chica se ruborizó por completo, sus mejillas ardían y estaba casi segura de lo que iba a suceder enseguida.

Sesshomaru observó sus labios, entreabiertos, parecía que le daba la invitación a saborearla e introducirse en ella, no lo dudó ni un segundo más.

Se acercó con lentitud y casi a unos centímetros de ella se paró, esperando a que Kagome aceptara besarle. Pareció titubear, le intrigaba e incluso el chico le era un misterio, pero, no desaprovecharía un momento así, acortó el poco espacio que quedaba y le besó, un soplido se escapó de los labios de Sesshomaru, hacía mucho tiempo desde que compartía un beso con una mujer y le encantaba ella. Introdujo su lengua poco a poco y le asaltó en el acto, el beso se estaba descontrolando y creyendo o no, el gran youkai no podía seguirle el paso, un poco más y se le subiría para hacerla suya, sus sentidos se aguzaban, no habría vuelta atrás.

Es tiempo de cuestionar.Where stories live. Discover now