3 años antes.

174 31 4
                                    

Me parte el alma ver a Gerard sumergido en sus vicios, no es como si antes estuviera sobrio todo el tiempo, pero parece que ahora su único propósito en la vida es emborracharse hasta perder la conciencia. Y siento que una parte de mi se muere cada vez que tengo que levantar su cuerpo de la acera de algún bar de mala muerte, me muero cuando lo veo llorar y no puedo consolarlo, pues a pesar de conocerlo tan bien no se que diablos pasa por su cabeza, no se que está pensando y cual de sus demonios es el que le ha venido a acechar hoy.

— ¿Qué te pasa?– Le pregunto aun cuando se que no habrá respuesta, pero ya no se qué hacer, solo quiero acabar con su sufrimiento de una maldita vez.

— Estoy ebrio.– Lanza una carcajada al aire y de reojo lo veo reírse como un desquiciado mientras las lágrimas siguen saliendo de sus ojos.

— ¿Necesitas algo?– Y para de reír.

— La verdad si.– Balbucea y me toca el hombro.– Detén el auto ahí.– Y me señala con su dedo tembloroso la avenida.

— Estamos en medio de la carretera, no me detendré

— Por favor.– Y lo volteo a ver y en sus ojos rojos puedo ver su inmensa tristeza, y juro que yo haría cualquier cosa por complacer a Gerard, así que cuando veo la oportunidad estaciono el auto a un lado de la vía.

Antes de preguntarle qué es lo que quiere, Gerard ya está sobre mi, besándome desaforadamente mientras con sus manos desabrocha mi camisa.

— ¿Qué crees qué haces?– Lo aparto de mi y él me sonríe como si la respuesta fuera obvia.– Estamos a mitad de la calle.

— Son las 2 de la mañana, no hay nadie aquí.– Y continúa con el trabajo de desnudarme.

— Gerard, no puedo hacer esto.– Estaba cansado de ser el premio consuelo de Gerard, de que me buscara cada vez que quisiera sexo, y sin importa la hora que fuera yo saldría corriendo a complacerle, era demasiado agotador que usara mi cuerpo para llenar un vacío dentro de él que evidentemente no podía llenarse con nada, ¿y yo que tenía a cambio? Unos minutos de placer y cicatrices que durarían para siempre.

— Vamos, Frankie.– Me dice entre besos.– Tu me haces sentir bien.

¿Como podía negarme a él?

Yo lo amaba y estaba dispuesto a hacer cualquier cosa que él me pidiese.

Aún cuando sus besos fueran amargos y estuvieran impregnados de alcohol barato, aún cuando sus ojos siguieran llenos de lagrimas y dolor, yo no podía negarme a que me cogiera en el asiento trasero de mi auto, era débil y me daba asco a mi mismo.

The Journey | FrerardUnde poveștirile trăiesc. Descoperă acum