Anoche no dormí

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Capítulo 4


Luego de la visita de Maria en su departamento, Natalia tuvo que hacer grandes esfuerzos para que su amiga entendiera que estaba completamente bien, que no le dolía nada, bueno quizás un poco la espalda pero nada del otro mundo, nada que un par de analgésicos no quiten. Sin embargo, esa noche por más sueño que tuviera no pudo dormir, era cerrar los ojos y acordarse de ella, fue apagar las luces y ver en la mismísima oscuridad su rostro, sus ojos, sus perfectos labios y esos lunares que seguían quitándole suspiros. Nat se levantó de la cama y fue directa a uno de los bolsos que todavía no había desarmado, saco de su interior una pequeña cartera donde tenía guardadas sus preciadas pastillas para dormir. Antes de tomarla las miro e hizo un gesto con los labios, hacía mucho que no las necesitaba para poder dormir pero también hace mucho que no ve a Alba, eso era algo que no podía negar ni pasar por alto. Se sirvió un vaso con zumo de naranja y tomo la pastilla, volvió a su habitación y se recostó, aunque le costó demasiado pudo conciliar el sueño.

A la mañana siguiente, Nat se levantó junto con los primeros rayos del sol quienes ingresaban tímidamente por su ventana, luego de meditarlo por unos minutos, decidió salir a caminar ya que correr no iba a poder, por lo menos no por esos días, se puso un chándal de algodón color negro y una sudadera gris, quito su celular del cargador, conecto los auriculares y salió, como lo hacía normalmente cada mañana.

Después de casi dos horas de caminata, Nat se sentía con las energías necesarias para comenzar bien su día, si bien mucho no tenía por hacer, lo primero que haría luego de una larga y relajante ducha seria ir hasta el hospital para pedir el alta, necesitaba y quería su moto con urgencia, así que iba a intentar convencer a Manu de que se la diera.

Tomo un taxi en la puerta de su edificio, mientras el viaje avanzaba, comenzó a sentir como su estómago gruñía exigiendo algún alimento y fue en ese momento en el que se percató de que se había levantado hace casi cuatro horas y no había desayunado. Le indico al taxista que se bajaría en la cafetería que quedaba a unas cuadras del hospital y que no hacía falta que la esperará. Al llegar abono el viaje y se bajó, era necesario un poco de cafeína a esas horas de la mañana, así que ingreso a la cafetería y mientras estaba esperando su pedido para llevar escucho su nombre y una voz muy, muy conocida, demasiado conocida. Disimuladamente busco de donde provenía la voz y allí la vio, otra vez, en menos de dos días.

"¿Acaso estás jugando conmigo?" – le cuestiono a Dios, el universo, Buda o Jesús, todavía no lo tenía muy en claro a quién debería recriminarle el hecho de haberse encontrado con Alba en menos de dos días. Comenzó a sentirse nerviosa, miraba su reloj de pulsera múltiples veces, sentía que los minutos que su café tardaba en llegar eran como horas, si horas extremadamente largas, tenía tantas ganas de salir corriendo de ese lugar sin importarle su desayuno pero también tenía muchas ganas de correr hacia donde Alba estaba y abrazarla, si, abrazarla para saber si con ese abrazo todas las partes rotas de su cuerpo se unirían de una vez por todas.

- Señorita, su café. – le dijo el chico del mostrador, entregándole el vaso y una pequeña bolsita que contenía el bagel que se había comprado. –

- Gracias. – le contesto Nat con una sonrisa.
Tomo las cosas y se giró para por fin irse de ese lugar pero justo en ese momento sus ojos se cruzaron con los de Alba, los cuales estaban tristes y algo enrojecidos. "¿Había estado llorando?" se preguntó internamente la castaña. Alba también se quedó estática, como si estuviera clavada en esa parte del suelo, lo único que se movía de su cuerpo eran sus ojos y su pecho por el simple acto reflejo de respirar. Nat abrió la boca intentando decir algo pero nada salió de ella pero cuando se dio cuenta de que Alba no estaba sola su cerebro entro en huelga y no quiso saber nada con decir alguna palabra, su cerebro lo único que le gritaba era que era hora de irse, debía irse y eso fue lo que hizo, desvió la mirada y salió por el mismo lugar por donde había entrado, sus piernas comenzaron a moverse con rapidez, su estómago había dejado de gruñir, ahora había comenzado a retorcerse y dar vueltas, cuando se encontró moderadamente lejos miro el café y el bagel que tenía en las manos sabiendo que no los iba a probar, justo vio a un pequeño niño que estaba pidiendo monedas a los autos cuando el semáforo estaba en rojo, se acercó a esta él y le entrego el desayuno, el simple brillo en los ojos de aquel pequeño muchacho basto para que Nat esbozara una sonrisa, una genuina sonrisa.

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