Prólogo

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Ella, Rebecca Adams, alias Becky, se había enamorado perdidamente de él.

Él, Patrick Montgomery, jugador profesional de fútbol americano, le había robado el corazón. Un chico que sin dudas era perfecto. Tenía ojos verde esmeralda y sonrisa intacta. Morocho, alto y musculoso. No se podía pedir más.

Ellos se pusieron de novios en la universidad.

Él jugaba en el equipo y ella estudiaba baile para hacerse profesional y algún día cumplir sus sueños: tener un estudio de baile y dar clases.

Pero todo esos planes "se pararon momentáneamente" cuando se embarazo, entonces lo dejo todo para buscar como mantener al bebé y mantenerse a ella al mismo tiempo.

Por su parte Becky no tenía apoyo, su madre murió cuando tenía 16 y con su padre no se veían porque estaban peleados. Por suerte los padres de Patrick eran ricos y les compraron una casa, y ayudaron un montón con la crianza del niño.

Patrick triunfó y comenzó a jugar con las ligas mayores. Los ingresos de los partidos los ayudaron a mantenerse mientras ella, como ama de casa, sin poder seguir bailando, le proporcionó a Robert, un crecimiento, dentro de todo sano.

Él parecía ser lindo con ella y el bebé. Parecía tierno y amable. Parecía un hombre tranquilo, salvo cuando se emborrachaba. Se emborrachaba para ahogar sus penas. Se emborrachaba hasta no poder más.

A veces le comenzaba a gritar que ella tenía la culpa de sus penas y cosas así, y le hacía pasar un infierno cada vez.

Dos años seguidos las borracheras seguían cada vez que Patrick venía con un disgusto de los partidos.

Un día llego a la casa, luego de perder un partido, decepcionado por no haber anotado. Fue directo a la cocina debido a que ella estaba allí. Se acercó lentamente a ella y comenzó a besarle el cuello.

-Ya, para! Robert esta...- la interrumpió cuando la besó. Ella pudo sentir el olor a tabaco y alcohol que desprendía su boca. Nunca le había gustado ese olor. Él de pronto se alejó, algo agotado por el beso, ya que apenas se mantenía parado y se desplomo en una silla. Tenía su botella de whisky en mano, y tomaba mientras la observaba cocinar. De pronto se le acerco lentamente, pero esta vez bastante enojado.

-¿Porqué me hacés esto? - estaba muy cerca de ella

-¿Qué?

-Tu sabes a lo que me refiero.

-¿El alcohol te afecto la cabeza? Idiota- dijo ya cansada de escucharlo, tratando de concentrase en la comida, pero la empujo contra la pared y la retuvo allí. Nunca había sido agresivo y eso la asusto mucho. Temía que se pasará de rosca y no hubiese vuelta atrás.

-¿Qué dijiste?- dijo con un tono amenazador. Sus ojos ya no tenía el mismo brillo de siempre. Ahora demostraban ira.
Ella tembló -Repítelo- le agarro las manos con fuerza, cada una a ambos lados de su cabeza para que no pudiera escaparse, ella gimió de dolor.

-Suéltame, por favor- una lágrima recorrió su rostro- Me...me lastimas.

-¿Así que te lastimo?- le gritó en su cara- ENTONCES REPÍTELO.

-No!- trató de forcejear, pero fue peor porque la apretó con más fuerza.

-REPETILO YA! - apretó sus dientes con fuerza provocando que una vena cruzará el costado de su frente. Ella ya no podía más. Las fuerzas que le quedaban la estaban abandonando.

-Dije...que- las palabras no le salían, dejo escapar otras lágrimas-...que el alcohol te afecto la cabeza- susurro con miedo y en un hilo de voz dijo - Idiota- apenas termino de decirlo, la soltó, pero antes de poder correr o a hacer cualquier otra cosa, le estampó un gran golpe en la cara.
Becky se desplomo en el suelo llorando, demasiado shockeada como para moverse, tocándose la mejilla, que estaba roja, y mirando al hombre, del que se había enamorado, de rodillas frente a ella, con una expresión desconcertada.

Él miro sus manos, no podía creer que era lo peor que había echo en toda su vida y estaba totalmente arrepentido, aunque ya era tarde, no había vuelta atrás.

Ella se paro mirándolo aterrorizada y corrió arriba, cerrando la puerta con llave del cuarto, impidiendo que él ingrese. Quería estar sola. Quería desaparecer ahí mismo. Se hizo un mar de lágrimas y se tiró en la cama abrazada a una almohada.

Por suerte Robbie estaba con sus abuelos, porque aunque fuera pequeño, no quería exponerlo ante semejante situación.

Patrick suplicaba perdón, llorando desde afuera y golpeando la puerta. Pero ella no lo escuchaba. Ella ya no tenía fuerzas. No tenía más confianza. Todo lo que alguna vez habían tenido había desaparecido de golpe.

No quería llorar, pero era algo que no controlaba ella. Patrick no cesaba de suplicar, gritar y golpear la puerta. Quería arreglarlo, pero era imposible y lo iba a tener que aceptar.

Estuvo hasta tarde llorando desconsoladamente, hasta que se quedo dormida pensando que iba a ser de su vida y la de Robbie.

No iba a tener a donde ir.
La pregunta que la atormentaba era: ¿Como iba a hacer para llevarse a Robbie?
Becky tenía que escapar de esr infierno cuanto antes.

Sounds Like YouWhere stories live. Discover now