📖 CAPÍTULO - 40

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Aiden llegó al departamento de Connor solo.

Leo en último momento le avisó que se juntaría con su madre, ya que al parecer también estaría en el almuerzo que prepararían para Arthur y esta quería estar al día de todo lo que se habían enterado hasta ahora, dado que no le gustaría hacer algún comentario equivocado.

Por otra parte, para Connor era un día de entrenamiento. El león le preguntó si lo esperaría, pero muy a su pesar, tuvo que decir que no. Se sentía algo agotado e igualmente el frio que estaba haciendo ese día no ayudaba, tampoco quería que los compañeros de su novio lo atosigaran por ser el chico del capitán del equipo. Connor menos mal no fue insistente y lo dejó ir luego de casi comérselo a besos. Debía admitir que en otras circunstancias le habría encantado presumir que él era el destinado del gran león, pero ese día no sucedería.

Sacando del refrigerador una jarra de té helado con sabor durazno, se sentó en el comedor y sacó los dos nuevos libros que se añadían a su colección, dejo de lado el que se compró esa tarde, ya que era por diversión y tomó el que sería el más importante a partir de ahora.

Era solo un libro con un número considerable de páginas —por no decir demasiadas—, que constaba con todas las clases enseñadas el año anterior, las que pasaron y pasarían en el actual y las del siguiente año que sería el último. Un libro que solo manejaban profesores, pero que dado su reciente cambio, el viejo búho creyó conveniente otorgar al menor para que se pusiera al día.

El pelinegro nunca se imaginó que cuando le dijeron que el director lo andaba buscando a la hora de salida ya a punto de marcharse, iba a ser precisamente para tan perfecto regalo.

Mientras se tomaba su té en la sala de estar y ojeaba el libro en sus manos, recordó esa tarde: El director le indicó que como era el libro más completo de aprendizaje, se lo quiso obsequiar después de mucho pensarlo y consultarlo inclusive con algunos colegas, de modo que le sirviera como guía para que aprendiera sobre sus bisoñas habilidades, pero también le rogó que no se sobre exigiera, que solo tratara de llegar al nivel en que estaban los que serían sus nuevos compañeros y que no intentara avanzar más allá. Aiden había asentido con entusiasmo, sin poder decir más que muchas gracias y abrazar al mayor de forma arrebatada. El búho se sorprendió por la cariñosa acción y algo incomodo —ya que no quería que si alguien los viese lo fuera a malinterpretar—, le dio unas suaves palmaditas en la espalda, para luego separarse diciéndole que confiaba en él y que sabía que lo utilizaría con responsabilidad.

Y aunque se dijo que iba a hacer lo que el director le pidió, o sea no sobre exigirse ni querer sobrepasar a sus compañeros. Temía que no podría cumplirlo, y es que encontró una página donde explicaban como inmovilizar y controlar el cuerpo de sus "presas" sin dar órdenes verbales, que era justo lo que necesitaba para su desquite ante Leo y Connor, que solo fueron capaces de complicarle la tarde con sus jueguitos pervertidos.

«¿En qué momento se hicieron tan amigos?», se preguntó Aiden yendo al dormitorio a cambiarse de ropa, ya no aguantaba el uniforme. Debía preparar las cositas para esa noche y saldría un momento a la plaza a practicar.

Dos horas y media más tarde escuchó unas risas en la puerta y sé dibujo una sonrisa ladina en su rostro. Que los dos chicos llegaran al mismo tiempo solo facilitaba las cosas.

Ya había corrido algunos muebles y despejado la alfombra de la sala de estar porque estaba haciendo sus estiramientos de yoga y si antes era flexible, ahora que liberó a su íncubo parecía serlo aún más, llegando a ponerse en posiciones que antes se le dificultaban.

Solo vestido con un pequeño y ajustado bóxer y con música de relajación como ambientación, dio la espalda a la puerta y se dispuso a realizar la posición de Prasarita Padottanasana (pinza de pie separada), la que consistía en separar sus piernas estando de pie, dejando totalmente su torso inclinado hacia adelante, hasta que su cabeza casi tocaba el piso, apoyando sus antebrazos en el suelo como soporte.

Dos lazos para un híbridoWhere stories live. Discover now