Capitulo LIV

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―Vamos. Será divertido ¿no crees? Basta con asegurarle a esas chicas que conservarán su puesto de trabajo, o mejor aún, de que se les subirán el sueldo para que hagan lo que tú quieras. Ellas son muy receptivas a...

William no llegó a terminar la frase. Nathan se había levantado de su asiento para ir a por su primo y golpearle en la cara con el puño. El golpe lo tiró al suelo, sangrando por la nariz. Nathan sintió dolor en el nudillo, pero no le importó. La satisfacción de darle su merecido era más fuerte.

Ahora todo empezaba a encajar. La extraña actitud de Kath la otra noche era debido a que vio a William espiandolos y eso la asustó, y no le extrañó nada, sobretodo por lo sufrido por Josef. Y conociendo a su primo esa oferta que le proponía no era ninguna broma pesada.

Contempló como William se levantaba ayudándose del mueble, quejándose del golpe, pero no se mostraba molesto ni enfadado, solo dolorido por el golpe en sí. Entonces le miró con humor.

―Eso a dolido... Pero tienes un buen gancho.

―Déjate de tonterías ―advirtió Nathan―. ¿Quién más sabe esto? ¿Se lo has contado a alguien más? ―preguntó enfurecido como nunca. Entonces agarró a su primo por sus ropas, alzándolo―. ¿Le has hecho algo a Katherine?

―Esas son muchas preguntas ―dijo Will con humor.

―¡Contesta maldita sea! ―exigió Nathan pegando su cara a la de él―. Te juro por mi vida que si le has hecho algo a Katherine, te voy a...

―¿Por qué te importa tanto? ―preguntó William de repente. Entonces lo miró sorprendido―. ¿Estás enamorado de ella? ¿En serio? ―él se rió antes de soltarse y arreglar su vestimenta―. ¿Eres capaz de echarlo todo a perder por ella?

―¿De qué estás hablando?

―Habló de tus recientes actividades con ella, y los accidentes que han acontecido en la ciudad que han tenido relación con ella y contigo. Lo del Marqués de Puerto Rico, tu antigua prometida...

A Nathan no le sorprendió que William estuviera al corriente de todo eso. Era muy persuasivo si quería algo en particular.

―Mera coincidencia ―intentó justificar él.

―¿En serio? ―William paseó por el salón con arrogancia y confianza―. Pues tu capataz no tiene la misma opinión. No desde que descubrió tu pequeño secreto con esa sirvienta tuya.

Eso si que pillo por sorpresa a Nathan, quien abrió los ojos como platos.

―¿Qué?

―Lo que oyes, querido primo ―aseguró él, disfrutando de la sorpresa de Nathan―. Jon descubrió que te estabas tirando a esa chica y no dudó en querer probarla también. Lo intentó no hace mucho en los establos, por lo que me contó él mismo. Estaba bastante borracho pero aún así...

Nathan no podía creerlo. Se negaba a creer que Jon hubiera intentado abusar de Kath. No después de lo que ella y su hermana Esther sufrieron en manos de Josef.

―Si no me crees, preguntaselo a él. A ver si es capaz de mirarte a la cara.

Nathan pudo ver que William estaba disfrutando de lo lindo con todo aquello. Como no conseguía convencerle de dejarle jugar con Kath, le hacía sufrir con acusaciones contra su capataz. No tenía duda de que había sido un tremendo error dejarlo quedarse en su casa. Pero eso tenía fácil solución.

―Te quiero fuera de mi casa. Recoge tus cosas y márchate.

―¿Porqué? ―preguntó William, disimulando estar sorprendido―. ¿Por saber que tienes a una ramera para ti solo? Vamos primo. No seas así. Podemos compartirla y pasarlo muy bien juntos.

Nathan se acercó de nuevo a él pisando fuerte hasta estar cara a cara.

―No te atrevas a acercarte nunca a ella.

―¿Qué harás si lo hago? ¿Eh? ―preguntó provocando―. ¿Me matarás? No lo creo.

―Ponme a prueba y verás de lo que soy capaz. ¡Fuera de mi casa!

William miró sonriendo arrogante a su primo. Entonces dio unos pasos atrás y le hizo una exagerada reverencia.

―Como ordenes, milord ―Se alzó y se dio la vuelta. Cuando estuvo en la puerta se volvió―. Esto no queda aquí, primo. Lamentarás haberte enamorado de ella. Te lo aseguro.

―Vete antes de que te mate con mis propias manos, William Ashford.

Viéndole capaz de cumplir su amenaza, el Barón de Logroño se marchó de allí con una sonrisa en los labios. Nathan estuvo hiperventilando un buen rato hasta que se calmó en la soledad.

La situación volvía a estar tensa. Conocía bien a su primo, y sabía que tipos como él no amenazan en vano. Algo haría. Y debía estar preparado para protegerse a sí mismo y a Kath.

Tenía decidido que ella sería su esposa. No pensaba cambiar de idea, por nada ni por nadie.

* * *

Tras la larga charla que tuvo con Sofia, Katherine se retiró a su habitación. Sofía le dio el resto de la tarde y el día siguiente libre para que no se cruzará con William. Ella se lo agradeció. No tenía fuerzas para hacer tareas, y cruzarse con el primo de Nathan. Temblaba solo de pensarlo.

Cuando estuvo en su habitación se quitó el uniforme y se echó en la cama. Lo ocurrido ese día la había revuelto un poco, con suerte mañana se encontraría mejor.

La charla con Sofía había ido mejor de lo que esperaba. Ella se había mostrado al final comprensiva, aunque sin dejar de temer por la seguridad de su amo y la de ella por si alguien descubre su romance secreto. Los dos saldrían perdiendo, pero sobretodo ella al ser una criada y una mujer.

En esos líos la criada siempre salía perdiendo, pero ella sabía que Nathan no lo permitiría.

«Haré de ti una Perfecta Sirvienta, y cuando lo seas... haré de ti mi Perfecta Condesa».

Con esas palabras, Kath se durmió, más tranquila.

Al día siguiente...

Cuando Sofía fue a verla por la mañana, le informó de que Nathan había echado al señor William de casa el día anterior. Feliz Kath quiso trabajar sin demora, y Sofía se lo permitió.

Ese día el cielo estaba plagado de nubes pero no de lluvia. Un día perfecto para salir a comprar o a pasear, o ambas cosas. Ella se ofreció voluntaria para hacer la compra para la comida ese día.

«Si realmente amas a Nathan, y aún deseas ser una Perfecta Sirvienta, debes hacer lo que sea necesario para protegerlo de las habladurías. Tanto como tu amo, y como el hombre al que amas».

En todo momento Kath tenía en cuenta el consejo que Sofía le dio el día anterior. Estaba aliviada de que no la despidiera, aunque eso habría sido ir en contra de los deseos de Nathan, pero también creía porque Sofía confiaba plenamente en ella y no la veía como una cazafortunas.

Haría lo que Sofía le dijo; protegería a Nathan como él la había protegido tantas veces. Como Perfecta Sirvienta era su obligación. Y también por que lo amaba completa y locamente.

―¿En quién está pensando, Katherine Jackson?

La Perfecta Sirvienta (Perfectas I)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora