Capítulo 17

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Hermione y Draco habían pasado por los Granger antes de ir a la mansión Lestrange. Luego de tantas visitas la bruja estaba casi acostumbrada a la inmensidad, lo que no se esperaba eran las luces brillando en cada árbol y en cada ventana. Rose y Thomas, sin embargo, estaban con la boca abierta y los ojos como platos, intentando grabar el paisaje en sus retinas.

—¿Tú vivías aquí?— le preguntó Rose a Draco.

—No, solo vengo algunos días en vacaciones, yo vivía en la mansión Malfoy— respondió él—; normalmente pasamos las fiestas allí, las vistas en invierno son hermosas, pero está demasiado lejos— medio mintió, tampoco quería exponer los miedos de Hermione y que el pasado cruel volviera a explotarle en la cara.

La nieve se había encargado de cubrir el camino empedrado hacia la casa, Rose y Thomas no tuvieron tiempo de preocuparse por congelarse los tobillos para cuando Draco movió la nieve con un simple movimiento de varita; la magia era otra cosa a la que aún no se acostumbraban.

La pesada puerta de madera fue abierta con dificultad; el rostro de Orion se asomó por la pequeña abertura y le sonrió a su tío con aquella sonrisa que decía que acababa de hacer una travesura.

—¿Empujas?— preguntó, como diciéndole que si quería entrar a la casa necesitaba ayudar.

Draco empujó la puerta con facilidad y dejó pasar a los Granger quienes, con o sin abrigo, estaban muriendo de frio.

—Orion Rodolphus Black— la versión más chillona de la voz de Pansy resonó por toda la mansión, el niño soltó una risotada y salió corriendo antes de que la bruja pudiera alcanzarlo.

Los Granger admiraron el recibidor: había ornamentos por todas partes, espejos jarrones y una mesa con un arreglo floral navideño pero la escalera imperial era la mayor atracción: mármol blanco decorado con abeto, piñas y escarcha.

No hicieron tiempo a dejar los abrigos antes de que la furiosa bruja llegara hasta ellos. Pansy llevaba un vestido celeste cielo vaporoso que no parecía lo suficientemente abrigado para aquel clima y una varita mágica rota en la mano.

—Draco, me dio una varita falsa y él tiene la mía— se quejó, su tono de voz seguía siendo peligrosamente alto para los oídos humanos.

—Eso te pasa por descuidar la varita, sabes que Orion está esperando la oportunidad para jugarte una broma— respondió el mago en cuanto pudo dejar de reir. Pansy se veía agitada y despeinada, un aspecto poco propio de sí misma.

—¿Puedes hacer que la devuelva?— preguntó poniendo el mejor rostro de perrito apaleado.

—Orion, modales— dijo Draco, su voz era firme y no daba lugar a excusas. Orion se asomó por una de las puertas.

—¿Me protegerás?— preguntó antes de salir completamente de su sitio seguro.

—¿Cuándo no lo he hecho?

Ante aquella respuesta el niño caminó arreglándose el moño, como si quisiera verse más decente que nunca, puso su sonrisa más encantadora y saludó a los padres de Hermione y a la muchacha con un beso en la mejilla. Justo luego de eso abrazó a su tío con fuerzas.

—Ahora devuelve la varita de Pansy— exigió. Orion lo miró como si Draco hubiera asesinado a su cachorro y negó efusivamente con la cabeza—. Bien, entonces todos ustedes son testigos de que no tuve otra opción— respondió ante la negativa y, aún sujetándolo fuertemente en el abrazo al que Orion había caminado tan campante, comenzó a hacerle cosquillas.

Cuánto era drama y cuánto era verdad nadie lo podía decir, lo que sí sabían era que Orion chillaba como pollito con hambre. Graznaba a todo volumen pidiendo por su mamá, alegando que estaba siendo cruelmente torturado, Cass no se apresuró a llegar pero Lyra sí lo hizo. Al ver quienes la esperaban en la puerta de entrada se abalanzó sobre Hermione para abrazarla y llenarla de besos.

Emptiness (Darkness II)Where stories live. Discover now