4.

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-Vine a traerte tu sombrilla.

Parpadeó, al fin, luego de haber perdido momentáneamente la movilidad de sus párpados y de todas sus partes.

-¿Cómo me encontraste? -Apenas alcanzó a pronunciar mediante un hilito de voz. Le vio morderse el labio antes de que contestara, y su mano, todavía sosteniendo el pomo de la puerta, apretó éste como reflejo ante el miedo que le ocasionó la espera a su respuesta.

-Ayer te seguí para entregártelo, pero entraste muy rápido y no me atreví a tocar.

Escucharle le hizo fruncir el entrecejo. Su voz aún sonaba como la recordaba, aunque con un tono distinto. Ese que nunca usó cuando todo ocurrió, ni siquiera durante el último instante en el que hablaron. Apenada. Tantos sentimientos, uno tan diferente del otro, surgieron en seguida. Volvieron de su mente un caos más grande que el que tuvo en su trabajo y le castigaron en sobremanera. Estaba cansada. Cansada de seguir padeciendo de dolores tan grandes.

-No me refiero a eso -corrigió, hablando más claro y fuerte, aunque con esto evidenció su desesperación-. ¿Cómo viniste hasta acá para encontrarme, Rosé?

La aludida abrió en grande sus ojos por un segundo, o más, hasta bajar la cabeza y evadir su mirada inquisidora, habiendo comprendido su verdadera pregunta. Lisa esperó una vez más con el terror apropiándose cada vez más de su integridad, haciéndole creer que a ese paso caería de rodillas al suelo, porque de nuevo estaba débil. Otra vez, a causa de ella y de las heridas que no estaban cicatrizadas del todo.

Antes de retomar el habla, Rosé decidió encararle.

-No sabía que estabas aquí, pero al encontrarte quise buscarte de nuevo.

Ahora el miedo se transformó. Lisa endureció más su expresión, siendo poseída por la furia que se hallaba mezclada junto a toda su tristeza y dolor, y reunió la fuerza para tirarle la puerta y, con eso, dejarle en claro que no le quería cerca, que ya no le pertenecía y que ya no le permitiría lastimarle. Ya no. Pero antes de que pudiera, Rosé volvió a hablar.

-Vine a pedirte perdón... por todo -agregó con un volumen más bajo.

Era lo que hacía falta para que Lisa volviera a quebrarse. Se reunieron en sus cuencas lágrimas listas para dejarse caer sin tener nada que esperar, mas no detuvo el impulso que tuvo antes de que la chica pronunciara tan filosas palabras y sin más, empujó la puerta. El estruendo del golpe significó, pues, el inicio del derrumbe que tanto se vino anunciando. Ahí mismo, cayendo al piso sobre sus rodillas, Lisa se cubrió la boca con sus dos manos para silenciar su llanto avasallador mientras iba recordando, uno tras uno, los momentos de aquella época que así como le otorgó felicidad, también se la robó, sin dejarle claro cuándo podría volver a tenerla.

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You, Clouds & Rain. (ChaeLisa)Where stories live. Discover now