EPÍLOGO

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A Yoongi nunca se le había ocurrido que hubiese mejor que hacer realidad uno de sus sueños. No se había parado a pensar en las casualidades felices, en las cosas que, sin esperarlas, llegaban a la vida de alguien para llenarla completamente de luz.

Esa mañana, varios meses después de su improvisada cita con Hoseok, abrió los ojos y se encontró, frente a ellos, otros ojos risueños. No era la primera vez que se despertaba a su lado pero, por alguna razón, si fue la primera en que se paró a pensar en lo feliz que era desde que aquel sol arrollador había entrado por la puerta de su pequeña pastelería.

Ahora tenía un novio y una pastelería un poco más grande.

Hobi le había conseguido un negocio en una zona de la ciudad aún mejor y él, en un principio, se había negado. No había podido negarse por mucho tiempo, porque era una manera de lograr su viejo sueño al lado del nuevo. De todos modos, era él quién se encargaría de todo. Estaba cargado de nuevas energías, y su novio también los estaba. Si antes no podía comenzar la mañana sin uno de los pasteles de Yoongi, ahora le resultaba imposible salir de la cama sin un beso suyo.

Hobi se presentaba de cuando en cuando para actuar en el nuevo local, y cada vez que estaba sobre el escenario, o que bailaba sobre la barra, sus ojos encontraban a Yoongi entre todos los clientes, y Yoongi siempre le sonreía. Ahora ya no tenía solo una pastelería, también servía café y helados.

Lo único que le impedía ser plenamente feliz era Kim Taehyung. El chico había dejado su trabajo con él para dedicarse enteramente a sus estudios, pero aún lo veía de vez en cuando. Tae y Jungkook habían decidido interrumpir su relación o lo que fuera que tuvieran, porque vivían demasiado lejos y les resultaba muy frustrante no poder viajar varios kilómetros cada vez que querían verse, besarse o tocarse. Aún hablaban por medio de mensajes, y seguían jugando online, pero era imposible no darse cuenta de que el ánimo de Taehyung había decaído.

Yoongi lo volvió a contratar en verano para que se encargase del puesto de los helados y así ocupase su mente y su tiempo en algo que le evitara pensar en cualquier cosa que lo entristeciera.

Aquella mañana, alguien le pidió con voz tímida un cucurucho de fresa y, cuando Taehyung levantó los ojos para dárselo, se encontró con los enormes ojos de Jungkook mirandole directamente. La voz estuvo a punto de quebrársele mientras le decía el precio, pero el chico le explicó que estaba allí para quedarse, y que pensaba acabar allí sus estudios para estar a su lado.

Yoongi y Hoseok sonrieron desde el otro lado de la barra. Por fin, todo estaba justo como tenía que estar...

SWEET SUGARWhere stories live. Discover now