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Carlos

Después de más de tres horas de viaje en coche al fin vimos el cartel que marcaba la entrada al pueblo. A lo lejos se podía ver el mar y todo estaba rodeado por unas grandes montañas. Pensé en ir algún día de excursión con los chicos.
Ricky estaba en el asiento del conductor dejándose la voz mientras cantaba todas las canciones de la radio que, increíblemente, se sabía. Mientras tanto, Raoul se había quedado dormido y apoyaba la cabeza en mi hombro. Siempre me había parecido un chico muy tierno y lo veía como a un hermano pequeño, por eso me sorprendió haberlo pillado en medio de su... Tarea.
Estuvimos dando una vuelta en coche para ver un poco el pueblo y finalmente llegamos a la casa que habíamos alquilado. Era una gran casa algo rústica toda pintada de blanco, recordando un poco a Grecia, y estaba situada justo al lado de la playa. El propietario nos dijo que no había aire acondicionado ni WiFi, por lo que tendríamos que pasar un mes de forma un poco más tradicional.
Le di un par de toques en el hombro a Raoul en el hombro y me bajé a la vez que Ricky para abrir el maletero y empezar a sacar las maletas. Yo me había traído una maleta azul con lo indispensable y alguna muda de arreglar por si salíamos de fiesta o algo, Ricky solo había traído la típica bolsa de gimnasio, que era roja y estaba algo desgastada, y finalmente Raoul... Raoul por poco se había traído toda su casa. Me había hecho cargar con nada menos que con tres maletas del mismo tamaño que la mía mientras el terminaba de hacerse una paja. Empecé a sacarlas del maletero cuando el rubio salió del coche, algo adormilado.
-Ten, tío, tus maletas. -Le dije mientras se las daba como podía y como me cabían en los brazos.
-Gracias, tío. Oye, ¿y la verde?
-¿Que verde?
-Mi maleta verde. No me digas... No me digas que no la has cogido.
-En tu habitación solo habían estas tres.
-¡No! ¡Me falta la maleta verde! Joder, tenemos que volver... -El joven se empezó a poner histérico. Intenté tranquilizarle poniéndole la mano en el hombro, pero él se apartó. Raoul siempre había sido un chico de ciudad, algo pijillo, y estaba acostumbrado a una vida más lujosa.
-Tío, tranquilo, solo es una maleta. ¿Que había tan importante que no puedas pasar un mes sin ello? -Intervino Ricky.
-Allí estaba toda mi ropa interior. Joder, ahora tendré que ir todo un mes con las pelotas colgando.
-No te preocupes, tío, no es para tanto, dicen que eso mejora la circulación. -Bromeó. - Pero si tanto te preocupa, nosotros te podemos dejar de los nuestros cuando quieras.
Raoul refunfuñó un poco, pero pareció convencido y se limitó a coger las maletas y a entrar en la casa. Nosotros fuimos detrás de él. La casa era espaciosa y tenía unos grandes ventanales que daban directamente al mar. La cocina estaba junta con el salón e incluso teníamos un mini bar.
-

Parece ser que somos los primeros en llegar. -Dije yo. - Deberíamos llamar a los demás, para ver dónde están. Mi móvil está sin batería. -Miré a mi alrededor y vi que Ricky no me prestaba atención, estaba trasteando por el mini bar y Raoul se había ido al baño a asearse. Vi que el rubio se había dejado el móvil en la mesa y decidí usar el suyo. Lo cogí y me fuí a la habitación para tener más intimidad, pero lo que no sabía era la sorpresa que me llevaría al encender el móvil. Tenía abierta la galería y estaba todo lleno de fotos y vídeos de Raoul desnudo y masturbandose. Sabía que era un chico algo curioso pero no pensaba que le gustase grabarse. Puse el último video de la galería y me quedé enbobado viendo a mi amigo jugar con sus pezones y apretar sus pelotas frente a la cámara, pero lo más extraño de todo es que empecé a notar una erección en mis pantalones. Estaba tan centrado en el video que no escuché cuando Ricky llegó y dió un par de toques en el marco de la puerta para llamar mi atención. Me giré y lo vi vestido solo con unos slips blancos. Ricky era algo exhibicionista y no le gustaba llevar ropa. Tenía una gran seguridad en sí mismo y no le avergonzaba mostrarse así, aunque alguna vez me había fijado en su paquete y no parecía que hubiera gran cosa ahí debajo.
-Tío, ven, Luis ha llegado. ¿Que estabas viendo?
-¿Que? Ah, no nada. Ahora mismo voy. -Cuando se fue apagué el móvil y me metí la mano en el pantalón para recolocarme el miembro y que no se me notara la erección. Siempre tenía el mismo problema, mi rabo no era muy grande, pero de largo media 22 cm y eso hacía que mi tienda de campaña se notara muchísimo.
Salí de la habitación disimulando lo mejor que pude y dejé el móvil en la mesa, sin haber podido llamar a los demás. Estaba saludando a Cepeda, que acababa de llegar cuando oímos un motor fuera de casa.

Joan

Aquella mañana había tenido que madrugar para ir a buscar a Miki a su casa. Habíamos quedado para ir juntos al pueblo donde íbamos a pasar todo el mes de agosto, ya que él no tenía coche. Me puse una camiseta sin mangas que me iba algo grande, dejando a la vista gran parte de mi pecho y cuando me movía mis pezones, y unos shorts de gimnasio naranjas que me resaltaban el culo. Siempre se comentaba que mi culo era bastante grande, y al principio me molestaba, pero con el tiempo me empezó a gustar que la gente se fijara en eso y empecé a hacer más sentadillas en el gym y a ponerme ropa que lo resaltara más.
Llegué a casa de Miki sobre la hora acordada y lo hice una perdida para que saliera. Vi salir a mi amigo por la puerta algo adormilado. Llevaba una camisa entreabierta y unos pantalones cortos grises. Miki y yo éramos amigos desde hacía tiempo y siempre nos confiábamos todo. Nos habíamos convertido en hermanos y los dos nos queríamos muchísimo el uno al otro, pero últimamente yo me sentía diferente con él. A veces, cuando me masturbaba por las noches o mi novia me hacía una manada me gustaba imaginarme que era el quien me la estaba haciendo, que era mi mejor amigo el que me estaba llevando al orgasmo y que mi cuerpo le pertenecía a él, y era libre de hacerme lo que quisiera. Siempre intentaba apartar esos pensamientos de mi cabeza, tenía muy claro que me gustaban las mujeres y que aquello no tenía ningún sentido, pero en el fondo sabía perfectamente lo que me estaba pasando.
El joven se subió al coche y nos pusimos a hablar de nuestras cosas, fútbol, música, chicas... Estuvimos así todo el viaje, con Miki todo era más fácil, el tiempo pasaba rápido. Cuando nos dimos cuenta, ya estábamos delante de la casa que habíamos alquilado. Aparcamos en el gran patio que la rodeaba, junto a los otros dos coches, de Ricky y Luis, supuse.
Salimos del coche con las maletas y tocamos a la puerta. Nos abrió Ricky, que para variar ya estaba semi desnudo, y nos invitó a pasar. Dentro, todos se acercaron a saludarnos. Hacia mucho que no nos reuníamos tantos, habíamos hablado con el resto de chicos, pero no habían podido venir. Me sorprendió ver que la camisa de Cepeda estaba algo manchada de unas gotas húmedas y que la llevaba arrugada.
-Bueno, ya estamos todos. -Empezó Ricky. - Primero que todo, tenemos que organizarnos. Tenemos dos habitaciones con tres camas cada una. -Lo estuvimos hablando y acordamos que Ricky, Carlos y Raoul irían juntos en una, ya que habían llegado juntos, y que yo, Miki y Cepeda iríamos en la otra.
Estábamos acabando de acordar algunas cosas cuando alguien tocó a la puerta. Luis abrió y nos encontramos a una joven de unos veinticinco años, morena y con el pelo rizado. A todos nos resultó bastante atractiva.
-Hola, chicos. Me llamo Rania, soy la hija de los vecinos. Nos hemos enterado de que vais a pasar aquí todo el mes y nos gustaría que vinierais esta noche a una fiesta que organizamos unos amigos en la playa.
-Nos encantaría, ahí estaremos. Muchas gracias, Rania. -Dijo Cepeda. Él era el más macho de todos nosotros, siempre intentaba ligarse a alguna chica y presumía de todas a las que se había tirado. Estuvimos hablando con ella un rato más hasta que se fue y empezamos a hacer la comida. Yo salí a la terraza y me quité la camiseta para empezar a tomar el sol en una tumbona. Tenía la corazonada de que aquel verano iba a ser increíble.

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