7.

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Alfred

La razón por la que había decidido ir al pueblo a pasar las vacaciones con los chicos ere probablemente mi mayor secreto: volver a ver a Luis. Desde que acabó aquel verano, no paraba de soñar casi todas las noches que él me poseía y me follaba la boca y el culo como un animal. Siempre me despertaba a media noche completamente sudado y con una gran erección el los pantalones que me llevaba desnudarme completamente y a hacerme una paja completamente a oscuras, mientras gemia como un animal y me metía los dedos llenos de saliva en el ano. Me quedaba tan exhausto que por la mañana me despertaba aún desnudo y con restos de leche reseca por mi pecho y mi barbilla.
En el momento en el que me propusieron ir de viaje con ellos me negué. Tenía trabajo que hacer y me había propuesto centrarme más en mis canciones, pero después de hablar por teléfono con Carlos y de escuchar acerca de una fiesta, de la playa y del calor que hacía allí, no me lo pensé mucho y con una maleta ligera cogí un tren hacia aquel pueblo.
Después de mi llegada, habíamos pasado todo el día en la playa, bañandonos y bronceandonos. El sol ya se estaba poniendo y mientras el resto de chicos se bañaban en el mar o daban una vuelta, yo y Cepeda nos quedábamos junto a nuestras cosas contemplando el aterdecer. Él estaba tumbado en su toalla boca abajo, absorbiendo los últimos rayos de sol mientras yo estaba sentado en una silla de plástico, comiéndome un helado de vainilla que poco a poco se derretia, cayendome algunas gotas por el pecho. Tosí ligeramente para llamar la atención de mi amigo, y cuando me miró yo le sonreí y le enseñé el helado. Ambos nos lanzamos una mirada cómplice, recordando aquel helado que hacía un año había iniciado todo aquello, y cuando yo volví a mirar hacia el mar, el me pilló desprevenido y se levantó para darle un lametazo al helado, manchandose sin querer los vellos oscuros del pecho y llevándose un dedo para recogerlo y llevárselo a la boca. Sin ser conscientes, estábamos volviendo a hacerlo, estábamos tonteando de la misma forma que el verano pasado. Me estaba empezando a acariciar el paquete cuando Joan apareció por sorpresa. Supuse que no me había visto, a pesar de que durante un segundo pude notar como hacía una cara extraña.
—Ey, tíos, hace un rato que estoy buscando a Miki. ¿Le habéis visto?
—Creo que se ha ido por ahí.—Le dije señalando un pequeño camino de rocas que había a lo lejos. Él se marchó en esa dirección y cuando me volví a dar la vuelta me di cuenta de que Luis se había levantado y que caminaba a lo lejos en dirección a casa, en ese momento temí haberlo asustado y haber roto lo que teníamos para siempre.

Miki

Me encontraba sentado en una pequeña cueva que daba al mar y a la que sólo se accedía por un pequeño camino un poco escondido. Estaba concentrado mirando la puesta de sol cuando oí unos pasos que se acercaban. Me giré y vi a Joan asomarse por una roca, con el ceño fruncido.
—Mira, Joan, lo de antes...
—No, Miki.—Me cortó.— Le vamos desde ayer dandole vueltas a lo mismo. Estoy harto de tener charlas cada dos por tres porque ninguno de los dos se atreve a ser claro.— Entonces se puso delante de mi, se desabrochó el bañador y se lo bajó hasta los tobillos, haciendo rebotar su erección al dejarla libre.— ¿La quieres o no la quieres?— Dijo moviendo las caderas para agitarla. Yo me acerqué a él y me puse de rodillas a empezar a lamerle el abdomen y el tronco del pene mientras el gruñia y me acariciaba el pelo. Noté como sus manos se deslizaba por mi cuello hasta llegar a mis pezones algo duros.— Que bien la mamás, guarra, si sigues así vas a hacer que me corra. Dime, guarra, ¿quieres que te folle?

Si, papi, quiero que me hagas tuyo.— Le respondí, de forma inconsciente. Entonces me agarró por las mejillas con una sola mano y me acercó a su cara.— Escúchame bien, guarra. Cuando estemos con los demás, tu y yo solo somos un par de colegas, pero cuando estemos a solas tu serás mi perra, y las perras no llevan ropa.— Entonces me escupió en la cara y me dio una fuerte patada en las pelotas. Yo inmediatamente procedí a quitarme el bañador, mostrando mi rabo totalmente erecto a pesar de la patada.— Y por cierto, toda esa mata de pelo que tienes ahí abajo y en tus sobacos te la tendré que quitar. ¿Lo has entendido?
—Si...
—¡No te he oído bien!— Me dió un pollazo en la mejilla.
—Si, amo.
—Perfecto, ahora tumbate en el suelo y comeme el culo.— Yo le obedecí sin rechistar, tumbandome en el suelo y dejando que se me sentara en la cara. Empecé a lamer su entrada llena de pelos, ahogando e con aquellas grandes nalgas.— Y ten en cuenta de que por esto no eres menos puta, puede que te pida que me comas el culo o incluso que me folles, pero eso no quita que aquí quien manda soy yo. ¿Entiendes?
—Si, amo.— Yo ya no pensaba en lo que estaba haciendo. Simplemente sentía que tenía que seguir sus órdenes, que yo le pertenecía. Le estuve comiendo el ano durante unos minutos mientras él me masturba a con un pie hasta que finalmente ambos descargamos toda nuestra leche. Me quedé tirado en el suelo mientras él se levantaba, se vestía y se acercaba a mi para susurrarme al oído: "y que sepas que esto es solo el principio." Me quedé allí tirado un rato más, solo y desnudo. No me avergonzaba de lo que acababa de hacer, y me sentía listo para hacerlo todas las veces que hiciera falta. Todo para complacer a mi amo.

Luis

Lo había hecho, había estado a punto de cruzar una linea que sabía que no tenía que cruzar. Desde lo de la gasolinera me había estado replanteando muchas cosas, y ahora con Alfred allí estaba más confuso que nunca.
Llegué a casa antes que nadie, había aprovechado la interrupción de Joan para escabullirme. Me metí en la ducha y salí con solo una toalla enrollada alrededor de la cintura. Me preparé una cena rápida y salí a la terraza para contemplar los últimos rayos de sol mientras comía. A lo lejos aún podía ver al resto de chicos en la playa. Alfred estaba charlando y riendo con Ricky y yo no pude evitar sentir un pinchazo. Intentaba autoengañarme diciéndome a mi mismo que solo estaba celoso de que él hiciera más amigos, pero en el fondo sabía que Alfred y yo éramos más que eso, quizás amantes, o un antiguo rollo de verano, pero no amigos.
Me pasé el resto de la tarde mirando la tele solo vestido con unos slips azules que hacía días que no lavaba y ya empezaban a apestar y a tener restos de semen reseco a causa de alguna corrida con algún sueño húmedo, ya que despierto siempre intentaba limpiarme, o a veces si iba muy apurado me lo tragaba.
Cuando empecé a tener sueño me levanté y me fuí a la habitación para meterme en la cama. El resto de los chicos no tardaron en llegar. Miki y Joan fueron los primeros en entrar a la habitación y en meterse en sus respectivas camas, durmiendose al instante. Por el poco ruido que quedaba, supuse que los de la otra habitación también se habían acostado y finalmente entró Alfred y se metió en la cama conmigo. Aquella mañana habíamos acordado que dormiría os juntos, ya que las camas eran especiosas y no quedaba ninguna libre.
Yo me hice el dormido, aunque me estremecí al notar el calor de su cuerpo junto al mío. Pensaba que ya se había dormido cuando empecé a notar una presión en mi espalda y como esa presión se deslizaba arriba y abajo. Entonces me dí cuenta de que el muy cabron se estaba haciendo una paja entre mis nalgas. Yo no tardé en ponerme como una roca y entonces decidí jugar a su juego. El joven se estremeció cuando vio que me daba la vuelta y empezaba a rozar mi rabo con el suyo, haciendo una especie de guerra de espadas. Ambos no rodeamos con los brazos para generar más fricción y él tuvo que morderse el labio para evitar gemir y que Joan y Miki nos descubrieran. A mí en mitad de aquella actividad se me acabó saliendo el rabo del slip por culpa del movimiento y finalmente nos acabamos corriendo, manchandonos ambos torsos. Alfred cogió con los dedos toda la lefa que pudo y se la llevó a la boca para después besarme, depositandola en la mía. Yo hice lo mismo y seguimos así hasta que ya no quedaba nada en nuestros cuerpos y los dos habíamos probado nuestras corridas de la boca del otro. Finalmente él se la tragó toda y se pasó la lengua por los labios para acabar de limpiarse. Entonces el se dió la vuelta, algo avergonzado. Hacia tiempo que no lo veía tan vulnerable. Yo me acerqué a él y le di un beso en la mejilla. Puede que lo nuestro fuera solo un rollo de verano, pero al fin y al cabo, ahora era verano. Entonces, ¿cuál era el problema?

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