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Cuando el Mercedes Benz Sprinter, aparcó frente al elegante edificio, sintió una extraña sensación en el pecho. Bankotsu bajó de el auto y lo rodeó para luego abrirle la puerta a Kagome.

Ella bajó aturdida y sus piernas flaquearon. El joven le tomó de un brazo para ayudarle a mantener el equilibrio.

Kagome le agradeció sonrojada y se acomodó un mechón de cabello detrás de la oreja. Bankotsu la instó a entrar en el edificio. En silencio abordaron el elevador hasta que el aparato se abrió en el último piso.

Se sentía sumamente agradecida con Bankotsu puesto que el joven médico no había hecho una sola pregunta durante el transcurso de el camino...

Caminaron por el largo pasillo hasta que él se detuvo frente a la puerta 505. Sacó las llaves de el bolsillo de su pantalón y la introdujo en la ranura.

Cuando la puerta se abrió, Bankotsu buscó el interruptor y a los segundos el departamento se iluminó por completo.

Con educación le pidió que pasara y que se sentara.

Kagome se sentó en uno de los sofá y se quedó quieta viendo el piso. No tenía ánimo de levantar el rostro y admirar la elegancia que le rodeaba. Lo que si no pudo pasar por alto, es lo pulcro que lucía el lugar.... Qué se podía esperar, era un médico.

— ¿Quieres algo de tomar? — preguntó quitándose el jersey y quedando en camiseta.

— Un poco de agua, si no es molestia — pidió Kagome conteniendo sus temblores.

Bankotsu desapareció de su rango visual y al cabo de unos minutos apareció con dos vasos.

Le ofreció uno a Kagome y se sentó en el sofá de enfrente, bebió un trago de agua y tamborileo sus dedos sobre el vidrio frío.

Kagome seguía en silencio y con la mirada clavada en el piso. Bankotsu se rascó el cuello y colocó el vaso sobre la mesa. El sonido que produjo el vidrio al chocar con la fina madera, hizo que Kagome diera un pequeño respingo.

— Lo siento— se disculpó apenado el joven — ¿Estás bien?

Kagome sabía que en cualquier momento esa pregunta saldría de su boca ¿Qué le diría? Aunque fue su médico, Bankotsu seguía siendo un completo desconocido y estaba a solas con él en su apartamento. Ella tragó grueso al pensar en la gravedad de el asunto.

Quizá no debió de reaccionar así y esperar a que llegase a la mansión para hablar con Sesshomaru y dejarle algunos puntos claros, pero no, había salido huyendo.

De un momento a otro, se sintió fatigada. Una opresión horrible le impedía respirar con serenidad. Dejó el vaso sobre la mesa y se levantó de golpe. Bankotsu se asustó por la reacción tan repentina y también se puso en pié.

— Siento mucho el haberte molestado Bankotsu pero necesito irme.

— Claro, yo te llevaré. Ya es noche para que te vayas sola.

Kagome negó.

— No Bankotsu, enserio que ya no quiero ser una molestia. Me iré caminando, tengo muchas cosas en qué pensar.

El moreno para nada conforme accedió y le abrió la puerta. Kagome se despidió de él con un tierno beso en la mejilla y se echó a correr por el pasillo.

Ya estando en la acera, respiró hondo el aire fresco y comenzó a caminar.

Inuyasha conocía a Bankotsu, ambos habían estudiado en la universidad y sabía en donde quedaba el apartamento de el chico, dobló a la derecha sobre la autopista y frenó en seco en cuanto sus ojos vieron a Kagome caminando en la acera.

Se detuvo a su lado y se bajó de el auto. Ella sintió miedo y quiso correr pero se detuvo en cuanto notó los reflejos dorados de la cabellera de Inuyasha... El alma le regresó al cuerpo, literalmente.

— Kagome ¿Estás bien?

Le preguntó Inuyasha, pero ella no contestó. Se le echó encima y lo abrazó fuertemente. El joven tardó unos instantes en recomponerse y luego correspondió el abrazo.

— Soy una estúpida Inuyasha — sollozó contra el sólido pecho de el joven de ojos dorados — No debí huir y menos con Bankotsu.

— Shhh — Inuyasha le acarició el cabello y la espalda — Todo está bien. Vamos a casa.

Kagome asintió y se alejó de Inuyasha. Se sorbió la nariz y entró al auto en cuanto él le abrió la puerta. Viajaron en silencio hasta que llegaron a la mansión.

Kagome bajó y comenzó a subir los escalones hasta la puerta principal, abrió y caminó hasta la cocina. Necesitaba un poco de agua, sentía seca su garganta.

En cuanto entró, tomó un vaso de la vajilla y abrió el grifo. El líquido refrescó su garganta y su cuerpo se sintió agradecido por ello. Se limpió la boca con el dorso de su mano y se giró.

Y allí estaba él...recargado sobre el marco de la ancha puerta. Vistiendo únicamente un pantalón de hacer ejercicio... Kagome fijó sus ojos azules en la perfecta v y en la pequeña mata de vellos plateados...

¡Joder! Necesitaba más agua.

¿Lo vez Kag? Habló aquella vocesita que parecía que se había extinguido pero no, la muy mendiga hizo acto de presencia en el momento menos indicado... Sí hubieras aceptado cuidarte, en este momento estarías montando a ese semental...

¡Dios! ¿Porqué coño no dejaba de hablar esa maldita?

— Regresaste.

Habló Sesshomaru, dejando al descubierto que había tomado. Kagome frunció el ceño y se acercó a él sin importarle lo que el acercamiento pudiera traer consigo.

Lo observó con sus ojos entrecerrados.

Sesshomaru permanecía impávido. No podía descifrar si estaba molesto, o si lo la quería coger de el cuello y ahorcarla.

— ¿Tomaste?

— ¿Te importa?

— Sesshomaru.

—  Kagome.

— ¡Joder Sesshomaru!

— ¡Joder Kagome!

Enfurruñada Kagome retrocedió hasta pegar con el lavavajillas. No tenía caso seguir con esa estúpida conversación, mientras Sesshomaru seguía analizando cada expresión en su rostro fino y sonrosado.

— Me iré a mi habitación — dijo al cabo de unos minutos que parecieron una eternidad — me siento agotada.

Justo cuando iba a pasar a lado de Sesshomaru, este la tomó y la cargó sobre su hombre. Ella comenzó a gritar y a patalear. Le gritaba que la bajara y le golpeaba la espalda con las palmas de sus manos.

Para Sesshomaru era como recibir tiernas caricias y le valió un puto saco de mierda si despertaba a todos las personas que dormían plácidamente en sus habitaciones. Inuyasha entraba en ese momento y sonrió a carcajadas al ver como su hermano le aporreaba el culo a Kagome mientras iba subiendo las escaleras.

Sesshomaru abrió la puerta de su habitación y lanzó a Kagome a la cama bruscamente. La chica se quejó por el impacto que recibió su rostro y se incorporó.

— ¿¡Te haz vuelto loco!?

Le gritó presa de la cólera que emanaba por cada poro de su piel.

— ¡Lo estoy por ti, maldita sea!

Le gritó Sesshomaru y se lanzó sobre ella.

Sexo, Sudor y Lágrimas (Versión Sesshome) TERMINADA Donde viven las historias. Descúbrelo ahora