Capítulo III

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(Corrió lo más rápido que pudo a través del tenebroso bosque, aun cuando sus pies se lastimaron por sus zapatos y golpeó el suelo al caer varias veces entre la nieve, no podía detenerse, su tiempo era limitado. Se levantó una y otra vez, volviendo a la marcha, guiada por el latido apagado de su pecho, estaba cerca, podía sentirlo, y al levantar la mirada para encontrarse con la figura derrotada de su hijo, supo que él lo había presenciado todo, y ahora sólo quedaba la nieve roja como brutal recuerdo del error que había cometido al apartarse de ellos) 

Al día siguiente, lo único que Cleopatra podía hacer era llenar sus pulmones de júbilo, Egipto le pertenecía una vez más, y estaba más que ansiosa por qué todos lo supieran. Ordenó a los pobladores que se acercaran, y adorno con flores cada rincón, dispuso vino y comida para los asistentes y eliminó la distancia entre la gente y el palacio, estaba segura que la gente la adoraría como antes lo habían hecho, y que todo lo que iluminaba el sol, se convertiría en un regalo precioso que ella le daría a la historia.
(¿Segura que ese recuerdo es totalmente tuyo?)

Aun así, antes de presentarse ante su pueblo, se tomó un momento para acercarse a sus acompañantes del desierto, primero a su querido hijo, que acarició por los hombros y le pidió que tuviera paciencia, serían momentos difíciles, pero habrían de superarlos, juntos, como siempre lo habían hecho, el joven la abrazo rápidamente y lloro ligeramente entendiendo las palabras de su madre, puede que fuera solo un niño, pero sabía el peso que cargaba a hombros. Después se acercó a Anna y Elsa, y les dio una proclama real como mujeres libres para que viajarán a donde quisieran, tal y como lo había prometido.

-Me has sorprendido majestad, al cumplir tu palabra. - finalmente habló Anna. - pero, yo no tengo a donde ir, ni dinero, ni hogar, así que pido, por mí y mi hermana, que nos permitas quedarnos y servirte. 

-Sería un gusto, tenerlas a mi lado. - respondió la reina. - recibirán alojamiento y un pago justo, después de todo, les debo la vida. 
(Ellas también están atrapadas aquí)

La reverencia que las hermanas hicieron para Cleopatra fue el sello final de su trato, dejando como ultima atención a los romanos que habían venido con ella, los cuales, recompenso con oro y vino, les entrego armas y puestos entre el ejecito de Egipto, además, concedió a su líder, un hombre rubio de aspecto tosco y enorme estatura llamado Polonio, un puesto en su consejo real, para que sus inquietudes siempre estuvieran a oídos de su reina. Habiendo arreglando esos asuntos, nuevamente se dispuso a acercarse a la gente, descendiendo con gracia por las escaleras del palacio del faraón, levantando sus brazos para sentir los pétalos de rosas que volaban con el viento en su honor, y la calidez de Ra sobre sus mejillas.

Para cuando llego a la parte baja, los gritos de admiración de la gente se oían por todas las calles, y los hombres estiraban sus manos para tocarla como si de un dios se tratara, ofreciéndoles regalos y pidiendo bendiciones para sus hijos más pequeños que sostenían en brazos, Cleopatra, simplemente se tomó el tiempo para ceder a esos caprichos, y se detuvo en medio de todo el gentilicio, quedando a la misma altura de su gente. Finalmente, sus soldados se vieron en la necesidad de acercarse y hacer un circulo a su alrededor para que ella pudiese hablar, teniendo la atención de todos a su alrededor.

-Yo soy Cleopatra la séptima, la legitima gobernante de la dinastía Ptolemaica, sé que muchos dirán que solo soy una Macedonia, una griega extranjera sin ningún lazo con esta tierra, pero, los que han vivido durante el reinado de mi padre, saben que en mis venas corre la misma sangre que por la suya. – grito la reina, iniciando un silencio en medio de la gente. – han pasado muchos años desde que sus quejas fueron atendidas por su gobernante y que se han olvidado de sus costumbres del desierto, pero desde ahora, les digo eso jamás volverá a suceder.
(Nada de eso, es cierto)

La Serpiente Del Nilo.Where stories live. Discover now