Capítulo 12

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POV: Adara

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POV: Adara


En cierto modo el grito de esa mujer, creer que Berenice se había deslizado por este lugar oculto, nos había metido en este lío. Y no sé cómo saldríamos de esta.

Enzo fue el primero en girarse para enfrentarlos. De pronto, su rostro se había vuelto adusto y mortífero, entre el velo de la sombra de su mirada gris que llameaba enfurecida. Solo dedicó esa mirada a Tommy. Y yo me dediqué a ver al hombre de su izquierda que era Vladimir, y a su derecha tenía a la insufrible Laida con una maldita sonrisa arrogante asomada en esos labios de Barbie. Y lo que me tenía con el corazón acelerado, detrás de ellos había tres hombres cachas armados a la espera de una orden directa.

Tommy sonrió muy complacido al vernos.

—Es justo lo que estaba buscando —nos señaló con la mano, tan lleno de optimismo.

—No hagas como que te sorprende —espetó con dureza Enzo—. Nos has seguido y has esperado el momento correcto para atraparnos.

—Es listo —expresó Laida con una sonrisa.

La fulminé con la mirada al ver que, aunque estuviéramos en estas circunstancias, a ella no le importaba comerse con la mirada a mi marido. Pero la rabia quedó fundida por la satisfacción de que Enzo la taladrara con una mirada letal.

—¿Es ella? —me preguntó Enzo con un gesto de cabeza muy seco.

Asentí sin hablar.

—Soy Laida —se presentó con una voz coqueta la muy descarada.

—Me importa una mierda cómo te llamas —le replicó Enzo con brusquedad.

Tommy no intentó disimular su risa ante el asombro de Laida por la ruda contestación de Enzo. Vladimir ni siquiera se inmutó, solo dirigía su mirada a mí y eso me hacía sentir tremendamente incómoda, porque era totalmente impenetrable. ¿Pero esta tipa que esperaba que le dijera Enzo?

—No tiene pinta de que le gustes —hurgó Tommy en la herida de Laida.

La risa helada de Enzo mandó una sacudida a mi cuerpo.

—¿Cómo puede gustarme una víbora? —resaltó Enzo con una mueca repulsiva—. Ni siquiera me acercaría a ella con un palo. Es la clase de alimaña que envenena el mundo solo con su presencia.

Tuve la alegría de asomar una enorme sonrisa de satisfacción al oír a Enzo y eso fue lo que la hizo hervir de rabia, paseando su mirada de mi rostro a él totalmente enfurecida con las mejillas enrojecidas.

—¡No me llames víbora! Pero si hubiese tenido la oportunidad le hubiera metido una paliza a tu querida esposa —su mirada solo destilaba puro veneno.

—Ahora inténtalo y ya verás cómo sabré defenderme —alcé la voz con fuerza, retándola con la barbilla alzada. Benditas las semanas que Enzo me dio clases de defensa. Esa víbora no me pillaría descuidada nunca más—. Eres una puta cobarde por intentarlo cuando me encontraba débil.

El latido del deseo. Parte 1 [Deseo Éire #3] © (+18)Where stories live. Discover now