Capítulo 16.

3.3K 302 183
                                    

—Y entonces Conway nos pilló y estuvo horas dándonos con la porra —rió Horacio al lado derecho de mi camilla.

—Fue todo tu culpa, conduces como un culo —se quejó Gustabo, pero no pudo evitar reírse.

—Ya chicos, son realmente estúpidos —me reí con ellos.

Gustabo me acariciaba con tranquilidad mi brazo vendado, mientras que Horacio chateaba con alguien por su teléfono. Me fijé en que el de la chaqueta roja no dejaba de mirar mi mano, notando la falta de mi meñique. Ladeó la cabeza y me sonrió con algo de tristeza.

—Mira el lado positivo —yo le miré expectante mientras él pensaba en el motivo positivo inexistente—. Ya no podrán decirte que te sacas los mocos con el meñique.

Parpadeé un par de veces y seguidamente empecé a reírme—. ¿C-Cómo? ¿Qué cojones con eso? —tartamudeé debido a que no dejaba de reír.

—Visto así... —habló esta vez Horacio, dejando su teléfono de lado—. Aunque tiene su otra mano, Gusnabo.

Los tres nos quedamos callados durante unos segundos, hasta que nos comenzamos a reír de nuevo. Yo obviamente trataba de no forzarme mucho, así que todo estaba bien.

Ellos dos no se habían separado de mí en ningún momento, ya llevaba aquí unos cuatro días y estaba realmente feliz. Había pedido numerosas veces que me mostraran un espejo para ver mi reflejo cuando me cambiaban la venda, pero ellos no me contestaban. Después de varios intentos dejé de pedirlo, sabía que no cambiarían decisión y era una pérdida de tiempo.

Hoy seguramente me daban el alta si pasaba todo el día sin problemas. Los médicos me habían informado que me estaba recuperando muy bien, y yo no podía alegrarme más. Había probado un par de veces caminar, con la ayuda de Gustabo y Horacio. Y podía, a veces con algo de dificultad pero nada comparado con lo que pasaba por mi mente cuando pensaba que no sería capaz de hacerlo.

Me vestí con la ayuda de Horacio, con el no me incomodaba que me viese desnuda, él simplemente no se fijaba lo cual me alegraba. Ahora me dirigía al pequeño patio del hospital, quería tomar un poco el aire y me habían dicho que abajo tenía visita. Tenía muchas ganas de ver a mas amigos míos, a Ivanov apenas lo había visto, y a Torrente aún menos.

Todos me silbaron cuando me vieron salir del hospital. Veía sus caras alegres mientras se acercaban a mí, provocando que quisiera ponerme a llorar en ese mismo instante. Agaché mi cabeza y escuché como hacían sonidos tiernos mientras se juntaban a mí.

—¡Pero no llores! —rió Ivanov mientras me abrazaba por los hombros con dulzura. Yo me limité a apoyar mi cabeza en su pecho sintiendo las lágrimas caer.

Me separó un poco y pensó varios segundos en si debería hacerlo o no, pero al final se decidió y plantó un beso en mi frente. Yo le sonreí con seguramente todas las vendas aguadas gracias a las lágrimas.

—¡Niña, pero si ya estas lista hasta para una liarte a disparos con alguien! —Torrente me sobó con extremo cuidado la cabeza, yo me encogí riendo sintiéndome como una verdadera niña pequeña.

Greco también vino a saludarme, alegrándose de que hubiese salido de esa. Yo le agradecí su preocupación y le prometí que patrullaríamos juntos cuando saliese del hospital.

—Parece un pinche transformer —me sorprendió Pablito por detrás, asomando su cabeza por mi hombro. Yo fruncí el ceño intentando parecer molesta—. ¡Está bien mamadisima, Abril!

No te hagas, Conway. {Superintendente}Where stories live. Discover now