C15: Invitados.

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Había una vez, dos chicas, dos mejores amigas, que quisieron cambiar su instituto, que soñaron, alguna vez, con dejar marca en el mundo y liderar una enorme revolución con sus ideas. Una pelirroja y una castaña, dispuestas a no permitir que sus errores del pasado las separaran, si no que las fortalecieran, que querían superar todos aquellos estándares impartidos, solucionar todos esos conflictos habidos y por haber, dos chicas que se despertaron una mañana con una sola idea en mente: ser fuertes, tanto, como para que nadie lograra destruirlas.

Había una vez, dos amigas que solo querían el bien para todos en su escuela, y sobre todo, para ellas mismas y su visible amistad duradera.

Los códigos fueron creados a base de experiencias, testimonios, estadísticas, más un porcentaje de imaginación y un toque de no tengo idea a dónde llevará esto, pero hay que intentarlo. Cada día, cada semana, más y más códigos fueron añadidos a la lista, hasta el día de hoy, sigue siendo igual, vemos algo, un problema o alguna solución para alguna cosa, y lo convertimos en una regla para una buena relación de interacción entre dos o más personas.

Sin embargo, haber creado los códigos significa más que solo lo visible. Va más allá de tener una buena amistad por ello, va más allá de creer que estás más segura si los sigues; el ser una de las creadoras te hace sentir, más que todo, especial, importante, es la sensación de que alguien está por ahí, caminando y siguiendo las normas que tú un día imaginaste, sin presiones, solo porque así lo quiso, porque creyó que eran útiles, porque los ven como una ayuda. El haber hecho eso, significa que tu proyecto no fue un fracaso, si no todo lo contrario.

Pero, luego de tantos años, en este punto, estoy descubriendo que se necesita más que unos códigos para sobrellevar algo tan inmensamente complicado, como lo es la amistad. Por más que lo queramos, las relaciones humanas cada vez se vuelven más y más enredadas, más difíciles, no es tan sencillo como cuando tenías seis años e ibas a la heladería de la esquina y te encontrabas con cuatro niños más, con los que hablabas hasta que tus padres te sacaban casi de los cabellos para regresar a casa, y eso se debe no solo a lo muy retraídos que nos volvemos con el tiempo, si no también, y más que todo, por lo que los años vuelven a la humanidad: menos humana. Ya no puedes ir por ahí, sonriendo a todos y hablando con cualquiera, porque, olvidando el hecho de que puedes toparte con un asesino serial, ser tan abierto con cualquiera es tan peligroso como caminar en una cuerda floja, sobre bolas de fuego hirviendo.

Es extraño la forma en la que todo cambia, la manera en la que le das el poder a la vida para que mueva tu mundo como si un huracán pasara por ella. Lo más difícil de comprender para mí es como después de tantos años de seguir códigos, alejarme de West y de confiar ciegamente solo en Chels, ahora estoy de pie en la cocina, recalentando la comida del medio día, con mi ex mejor amigo sentado en la barra, contando chistes y observando mi despeinada trenza.

¿Será esto doble moral o arrepentimiento?

—¿Cómo pudiste decirle eso? —se burla él, entrando en carcajadas.

—¡Oh, disculpa! ¿Cómo se supone que debía reaccionar si mi madre me dijo que si unió a tinder? —me acerco a la barra—. Si quieres saberlo, luego me sentí como esas hijas que no permiten a sus padres rehacer sus vidas.

—No eres de esas hijas —asegura—. Si hace sentir mejor, yo también hubiera actuado así de estar en esa situación.

—¿Crees que ahora esté con alguien que conoció en la aplicación? —alzo una ceja, lanzando mi incógnita.

—¿Dices que te mintió para irse con una cita?

El sonido del microondas me hace caminar hacia su posición, en busca de la comida.

Código de Amigas [#1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora