Capítulo 2: El cuerpo y el espíritu.

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El pulso inefable de Harry resuena en la habitación. Y Louis estaba moviendo los pies de arriba a abajo mientras se daba palmadas suaves en las rodillas.

Parpadeó de modo severo.

Siente su aroma reprimido por las pastillas supresoras que su madre le ha brindado luego de desearle suerte, con la mirada siempre pesada sobre el paciente de enfrente. Es temprano por la mañana en el hospital del centro de la ciudad en un día como cualquier otro. En donde Louis llega, dedica una sonrisa ligera a la recepcionista y continúa su camino hasta encontrarse resolviendo dudas por el pasillo número seis, con la más sincera de sus alegrías y el entusiasmo en la punta de la lengua.

Harry le había recibido en la posición habitual, su cuerpo entre las sábanas y la espalda sobre una almohada delgada. No le saludó ni mucho menos levantó su atención del periódico que sostenía con los pulgares todavía.

Entonces, en algún instante, a Louis le parece suficiente del nerviosismo inocuo que bien podría sino causarle unas náuseas terribles. Carraspea en un tono alto, su estrés propio viajando lejos de su cuerpo cuando se acomoda de la manera correcta, sintiéndose amable y nunca menos amigable.

—Buen día, Harry. —Le dice.

Él no responde, no actúa y no percibe a Louis de ninguna manera. Suspira la vergüenza rebelde por fuera al despeinar su cabello con los dedos, permitiendo que la simpatía corroa sus entrañas cuando se toma un segundo para detallar las rarezas del hombre infeliz en su descarado lecho.

Ha tenido el infortunio de conocer a personas como Harry tiempo, tiempo atrás. En una de aquellas limitadas ocasiones, fue capaz de entender que Ben era apenas un alfa anciano con aspiraciones profundas, de voz gravante y sentimientos feroces, de respuestas duras justificadas por la sensación de verse abandonado en la nada por completo. Sin embargo, Ben, cuya vida se permitió mostrarle una tarde cualquiera, no era nada más que un desafortunado hombre de vida solitaria que enfermaba cada tanto en la sala de su hogar.

Harry no era nada como Ben. No tenía soluciones para desarmar su carácter.

Pero Louis continuó una vez más al sonreírle por mera cortesía.

—Me gustaría proponerte algo. ¿Podrías solo... escucharme un momento?

Los dobleces del periódico se hacen escuchar por encima de su toque intranquilo en el sillón. Observa a Harry sin presionar demasiado, y la esencia de la lluvia moderna desciende junto a la sombra debajo de sus ojos desenfocados y Louis se da cuenta con la complejidad que caracteriza su inteligencia que Harry carece de colores rosas en el rostro.

Sonríe en grande mientras recibe sus atenciones forzadas, no desanimado ni mucho menos despreocupado por el quiebre en sus labios heridos.

—Gracias. —Es todo lo que puede decirle al final.

Pero Harry sigue allí, somnoliento en su descanso y con un tercio menos de aire que le dejara respirar como debía.

Olivia le había puesto los síntomas sobre la mesa —aunque Louis nada entiende sobre enfermedades—, dedicando gran parte de una sola noche en explicarle cuán complicado, único e inesperado era que un alfa tan joven pereciera tal enfermedad casi jamás curable.

Louis comprendía con exactitud el motivo de su desesperanza. Que el encontrar a algún omega en un limitado e injusto tiempo determinado, morder incluso cuando debía no sentirse listo, comenzar una vida a la que no a todos les pertenecía era una idea muy peligrosa. Harry se sostenía por las presiones a algún peldaño para evitar infiltrarse entre su voluntad a su propio e incomprendido final.

—La verdad es que no te agrado —Inquiere obviando el desprecio—. Pero necesito que sepas que -

Para su pésima suerte, Harry se retuerce en su lugar luego de interrumpirle.

—Y yo necesito un poco de tranquilidad —Aprieta los labios—. ¿Entiendes a qué me refiero?

Louis lo mira y ladea la cabeza en su comprensión aprendida. Considera la opción de obedecer, volver a su espacio en la incomodidad reducida del asiento detrás suyo, con la sensación noble de mitigar la presión que puede comenzar a causarle a Harry en aquellos momentos inoportunos y no deshacerse de las palabras atascadas que le arden en la garganta siempre que está en condiciones de ser todo un curioso no precavido.

—Lo lamento.

Harry bufó.

—¿Por qué te disculpas ahora?

Insaciable cuando no puede guiarse más allá de su cabello descuidado, la lealtad a sus malos días, sus cejas fruncidas de tanto negarse. Louis no tiene ni la más remota idea de quién es él, que caóticas cosas ha hecho durante su juventud o a cuántos némesis suyos ha dejado en el olvido.

—Porque no puedo irme —Le dijo y suspiró—. Y también por las circunstancias terribles en las que nos conocimos hace algunos días.

Harry intenta verle directo a la cara de nuevo, pensante sobre su desconfianza cuando mira entre los ojos de Louis una eternidad.

Louis se quedó ahí de pie lejos de la cama, sacudió sus ropas y se tambaleó como un torpe delante del escepticismo del desdichado. Palmeó su nariz mientras esperó y esperó una línea delgada de fé entre el balance de sus talones.

—Ya veo.

Hay un silencio modesto. La expresión de Harry nada decía, y Louis caminó de un lado a otro, en círculos por el barandal sin un sol en la ventana. El dolor no había sido descubierto entonces para cuando él se guió por la tristeza en las señales de abrumación que se desprendían como una silueta viva de entre el corazón de Harry.

Para cuando Louis se quedó viendo a las nubes, Harry ya lo descifraba.

—Harry —Decidió murmurar a la esperanza—. ¿Cómo te sientes hoy?

Más aún, en el presente, Louis no sentía algo distinto. En su sitio seguro muy lejos de la paz conveniente al sentirse un detective pisando pistas por descuido, con un solo propósito en las palmas de sus manos cuales todavía les escurren sangre.

Harry se muerde los labios, decide entretenerse con las noticias acerca del parque con caminos por Buckingham y se incorpora muy leve.

—Estoy perfecto.

—Estás molesto —Parpadea en el estado cardíaco, más fuerte de un momento a otro—. ¿Necesitas algo de beber? ¿Tal vez debería reducir la intensidad de la luz?

—Tal vez tengo el derecho de pedirte que te vayas.

Louis ignoró y perdió, como un bello y desperdiciado egoísta. Dio un paso, se llevó mucho tiempo en lo confuso que sus sentidos disipaban rebeldía y se mantuvo al alcance de observar cuanto Harry enfurecía de desesperación conforme más asustado se sentía.

Su presencia, se recordó. No la sentía de cerca, no se sentía a salvo.

Porque Harry no ha conocido la compañía una sola década.

Y Louis lo intentó de nuevo.

—No debería... —Negó luego de no verle respirar adecuadamente—. Olivia dijo que la llamara si tú...

Olivia era precisa. Louis no tanto.

Harry había sufrido hambre tres días, perdido libertades unas semanas y había derramado lágrimas en la llamada de emergencias cuando pudo finalmente construir la fuerza para gritar por ayuda en pleno verano. Por desgracia, la soledad le perseguía entre pesadillas aunque lo cierto es que nunca estuvo de verdad acompañado.

Los segundos corren por el agua hasta el doblez de la cascada. No tenía mucho tiempo.

Él lo ve hacerse pedazos de repente frente a sus ojos.

—Solo márchate —Harry jadea inclusive sobre su colapso. Louis tropezó porque Harry respiraba pero no lo hacía realmente. Sus dedos enterrándose de manera cruel en la piel de sus brazos y gruñidos pobres de fuerza en su pronunciación—. ¡Andando, Louis!

Louis se echó a correr por la puerta, castigado y temeroso, pero no se fue. Desapareció tras las espaldas solapadoras de su madre al ras de las cortinas y observó a Harry escapar de su destino una vez más. Entre la lealtad de una glicina futura. 

Brújula (Nueva Versión)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora