14. Descifrando el secreto

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Tras la presentación inicial de Los Profetas de la Furia, la ciudad estaba revolucionada

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Tras la presentación inicial de Los Profetas de la Furia, la ciudad estaba revolucionada.

La policía llegó a recoger el cadáver del Detective Michael Burton justo antes de que el edificio se viera rodeado por una enorme cantidad de reporteros tratando de obtener la primicia, las imágenes más morbosas posibles.

Los políticos no paraban de hacer llamados de una oficina hacia la otra. Algunos pidiendo respuestas sobre qué diablos había ocurrido, otros, francamente asustados ante las amenazas emitidas por el grupo.

Algunos criminales de bajo nivel empezaron a prepararse para escapar de la ciudad, sabiendo que era cuestión de tiempo antes de que algún lunático enmascarado intentara incinerarlo. Sin embargo, aquellos que estaban un poco más arriba en la cadena alimenticia, entre ellos Cronos, mandaron a preparar a sus hombres.

El jefe de La Hoz había escuchado el mensaje de Los Profetas de la Furia con una mezcla de enojo y curiosidad. Había algo que no le gustaba para nada al respecto, todo había sucedido muy rápido y se le antojaba bastante sospechoso. Sin embargo, había tomado una decisión muy clara: si ellos querían guerra, él se encargaría de hacer que la sangre corriera por las calles de Krimson Hill.

Por otro lado, entre el resto de los ciudadanos, se observaba una situación bastante ambivalente. Estaban aquellos que condenaban el acto, llamando asesinos y desquiciados a quienes habían incendiado a un hombre en televisión y también había otros que festejaban la muerte del corrupto Detective. Lo más peligroso de esto, es que la transmisión había logrado alentar a aquellos que, llenos de ira, todavía no habían podido obligarse a cruzar la línea y empezar a perseguir criminales.

Rebecca sabía que toda la situación iba a terminar terriblemente mal, podía verlo en las calles mientras avanzaba a toda velocidad en su auto. En más de una cuadra se cruzó a pequeños grupos de personas con trajes que cubrían sus rostros y armas improvisadas (bates de baseball, martillos, algún que otro machete). La situación estaba fuera de control y era cuestión de tiempo hasta que la gente empezara a morir.

—Vamos, Vincent... contesta —dijo entre dientes con el teléfono pegado su oreja, pero una vez más fue enviada al buzón de mensajes— ¡Mierda!

Frustrada y preocupada, arrojó el artilugio contra el asiento del acompañante y se concentró en conducir. En el mejor de los casos, su compañero estaba lamentándose en soledad en su base, sabía que Vincent solía tener unos estados bastante depresivos cuando no lograba salvar a alguien, que se culpaba por sus muertes y podía pasar días lamentándolas, pero ahora no había tiempo para ello. Debían encontrar al líder de Los Profetas de la Furia y ponerles el alto de una vez. Sin embargo, su mente no pudo evitar pensar en el peor escenario posible: Vincent terriblemente herido y moribundo en aquel oscuro sótano.

La Detective aparcó bruscamente frente a la base de operaciones de Vigilante y sin perder un solo segundo se abalanzó hacia ella. Bajó corriendo las escaleras, y, para su sorpresa, su compañero se encontraba en perfecto estado, observando con detenimiento unos videos en su sofisticada computadora.

Krimson Hill: Ciudad de la FuriaWhere stories live. Discover now