𝕠𝕟𝕔𝕖

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𝕄𝕖 𝕙𝕒𝕔𝕖 𝕡𝕣𝕖𝕘𝕦𝕟𝕥𝕒𝕣𝕞𝕖, 𝕞𝕖 𝕡𝕣𝕖𝕘𝕦𝕟𝕥𝕠

𝕄𝕖 𝕡𝕣𝕖𝕘𝕦𝕟𝕥𝕠 𝕔ó𝕞𝕠 𝕥𝕖 𝕧𝕖𝕤 𝕥𝕒𝕟 𝕓𝕚𝕖𝕟

ℕ𝕠 𝕚𝕞𝕡𝕠𝕣𝕥𝕒, 𝕟𝕠 𝕚𝕞𝕡𝕠𝕣𝕥𝕒

𝕊𝕚 𝕡𝕣𝕠𝕟𝕥𝕠 𝕖𝕤𝕥á𝕤 𝕗𝕦𝕖𝕣𝕒 𝕕𝕖 𝕝𝕒 𝕧𝕚𝕤𝕥𝕒

Staring - Tipling Rick

Maggie había salido así como llegó

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Maggie había salido así como llegó. Todo volvió a la misma tensión de antes, pero no resultó incómodo.

Eddie estaba por acabar de encintar los dedos de Richie, podía percibir los huesos del pálido, eran curiosamente largos y delgados, y solían tronar con facilidad.

Quiso sacar a flote lo pasado en la biblioteca. Y tanteó con cautela.

—Eres lindo Eds, eres el primer chico que me parece tan hermoso como lo eres tú —Eddie terminó y se levantó, se sentó al borde la tina mientras el alto seguía donde mismo; llevaba unos shorts azul marino bastante cortos, podía ver sus piernas tan largas y blancas como las hojas de papel. Su playera era bastante larga, casi cubría el short y ésta tenía el nombre de una banda bordado en el pecho—. El día que te besé, en realidad yo no sabía hacerlo. Por eso fui tan torpe, fuiste mi primero beso, eds.

El chico asmático curiosamente olvidó cómo respirar. Observó el suelo, no podía ni mirar a Richie a la cara, ¿qué demonios le acababa de confesar? Él le había robado su primer beso. Aunque, en su defensa, Richard dio el primer paso.

Igualmente sonaba como una locura, el otro tenía ya veinte años, era apuesto, gracioso y estaba seguro de que no había nadie en éste mundo que no pensara que por lo menos era algo atractivo.

—Me siento... ¿afortunado?

—Sí, supongo —el más pálido se cruzó de piernas y se dedicó a acariciar una mancha rosa que tenía en el tobillo, seguro había sido por las botas que se supone «no debía ponerse».

—Todo esto, es demasiado extraño —Eddie sacó su inhalador y le dio tres caladas pausadas—, me siento fuera de lugar cada que estoy junto a ti.

— ¿Verdad que sí? —soltó con ilusión el más alto mientras se ponía de rodillas frente al castaño, éste se alejó con el entrecejo fruncido, pero Richie no se apartó.

—Yo en serio quiero saber qué va a pasar.

— ¿Quieres escuchar música mientras nos quedamos frente a la ventana? —cuestionó Richie sin saber qué más podía hacer.

Eddie asintió con una sonrisa, se quitó los guantes y tomó el meñique de Richie con su índice. Se levantaron y se recostaron en la alfombra.

Casi cayendo el atardecer fue que Eddie se despidió para regresar a casa. Entonces la madre del pálido subió y entró al ver la puerta abierta.

—Ese chico, Eddie, es muy lindo ¿no crees?—preguntó mientras se sentaba al borde de su cama, el chico estaba leyendo un cómic.

—De hecho, me cae muy bien.

— ¿Y... tú y él están saliendo?

—Es lo que hacen los amigos.

Maggie asintió con una sonrisa, se levantó, besó la coronilla de su hijo y salió en total silencio, satisfecha por la respuesta.

Cuando se marchó, el chico tomó su teléfono para mandarle un mensaje a Eddie. Puso música en su celular y siempre había una canción que iba de acuerdo a su estado de ánimo. Bloqueó su celular y cerró sus ojos, su cuerpo se relajó y entró en una armonía entera; en momentos como aquel, apreciaba cada segundo que transcurría cuando él solía ser del tipo al que el tiempo le parecía una eternidad y solo quería adelantarlo tanto como pudiera.

También le solía pasar con Eddie. El tiempo se transformaba en su peor enemigo, ya que las horas se igualaban a los minutos y nunca tenía suficiente de él, siempre quería más y más. Tenía la costumbre de hablar hasta los codos, era un don, pero con el castaño trataba de dejarlo platicar, lo escuchaba y le ponía atención; algo que nunca hacía ni de broma y esperaba que Eddie hiciera lo mismo con él.

La vibración de su teléfono lo sacó de sus pensamientos

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La vibración de su teléfono lo sacó de sus pensamientos. El pequeño había notificado que llegó a casa, le avisó que iba a buscar ropa para el día siguiente. Cuando el mayor cuestionó el por qué, Eddie le respondió con otra pregunta; « ¿Quieres venir?». Sin duda el otro le dio un sí y el asmático lo citó al día siguiente, que tomara el auto si no era mucha molestia. No mencionó qué iba a pasar, pero Richard de antemano sabía que se iba a divertir, si era con Eddie nada podía ser aburrido.

El menor se encontraba en su casa, charlando por teléfono con Beverly.

— ¿Lo invitaste? —cuestionó la pelirroja del otro lado mientras en una mochila escondía dos botellas de whisky.

—Sí, ¿por qué no? Después de lo hablado hoy, creo que podemos empezar a frecuentarnos.

—Eddie, ya sabes cómo es Stanley, no creo que le agrade mucho que metas a alguien a nuestra bolita. Sabes que por mí no hay problema.

—Creo que Stan podría aceptarlo, el otro día se escuchaba feliz cuando le dije que nos besamos.

—Una cosa es que ustedes compartan saliva y otra muy diferente que lo metas en nuestros planes, y quieras que se vincule con un par de perdedores.

Eddie estaba recostado boca abajo en su cama, estaba leyendo un cómic que Richard le había prestado. Traía puesta una mascarilla de las que su madre y él solían usar para evitar las arrugas.

—Lo he invitado más que nada porque espero que salga, que renuncie a su zona de confort.

—Bueno Eddie bebé, ojalá y tu plan funcione con ese tal Richard.

— ¿Cuál plan?

—No te hagas que la virgen te habla, sabes de qué planes hablo.

—Richard es diferente.

—Nos vemos mañana, Eddie, que vas a necesitar descanso.

Querían festejar el regreso de Stanley con una borrachera que iba más allá de los límites permitidos, y aunque no sabía si Richie estaba bien con aquellos ambientes, estaba seguro de que se caerían bien sus amigos con su chico pálido. Solo anhelaba pasar un rato agradable con sus personas favoritas. 



Piel escrita // reddieDonde viven las historias. Descúbrelo ahora