𝕧𝕖𝕚𝕟𝕥𝕚𝕔𝕦𝕒𝕥𝕣𝕠

180 22 29
                                    

Nada ni nadie podía arrebatarle esa afección de amor correspondido que se instaló en su persona. Sentía que flotaba por la banqueta, incluso bailoteó un par de cuadras más adelante porque no se la tragaba; Richie y él siendo novios.

Eddie se imaginaba incluso dentro de algún parecido cuento de hadas porque era indescriptible esa sensación de plenitud en su interior; llevó sus palmas a sus mejillas calientes, entrecerró los ojos y de nuevo esa sonrisa tonta alumbró su rostro. Es que, ¿cómo explicarse que hacía tan solo unas horas Richie le había hecho tan feliz en solo un segundo? Tenía que confesárselo a alguien o se volvería loco con tanta adrenalina recorriendo su cuerpo. Y justamente la primera persona que se le ocurrió fue su hermosa amiga Bevvie que vivía cerca de donde caminaba, ni más ni menos.

—¿Estás jugando? —recibió un seguro «no» con los labios apretados y la emoción contenida por parte del asmático—, ¡Eddie, al fin!

Se abalanzó sobre el chico para abrazarse y ambos brincaron en su lugar dando vueltitas mientras coreaban; «somos novios, somos novios».

—Estábamos escuchando música y él simplemente me lo soltó así, me pidió que lo besara porque estaba a nada de pedirme ser su novio, yo solo atiné a besarlo ¿sabes? Qué más iba a hacer sino sellar un comienzo tan bello… Es que, el atardecer, no sé, todo cedió ante la situación, fue tan mágico y tan bonito… Hubieras visto sus ojitos tan llenos de vida, llenos de amor, lo único que quería era lanzarme sobre él y… y nunca soltarlo… —Esto último lo murmuró, casi como si se esfumara su euforia y recordara con terror la maldición que marcaba de por vida a Richard.

—Hey, hey ¿Eddie? No —La pelirroja tomó su mentón y le obligó mirarle, le acarició la barbilla y simuló una media sonrisa—, por favor, no arruines esta maravillosa noticia con eso, no lo veas como un obstáculo, tan precioso que te miras cuando hablas de Richie.

—Es como si le dieras un dulce a un niño y luego se lo arrebataras con el regaño de «es que te lo vas a acabar», no puedes, simplemente no puedes —comentó disgustado.

Se recargó en la pared y cruzó los brazos, se formó un puchero en sus labios y Beverly no atinó a encontrar las palabras correctas, porque ¿qué podías aconsejarle a un chico adicto al sexo que por fin encontró el prospecto perfecto, pero no tiene permitido tocarlo? Exacto, no sabía.

—Vayamos a mi cuarto —le susurró mientras caminaba por la derecha al final del pasillo, su cuarto de hallaba a oscuras y al encender la luz montones de ropa esparcidas por la habitación se hicieron presentes—, perdona el desorden, estaba escogiendo ropa para mañana.

El chico ni se inmutó, conocía al cien la personalidad y el entorno que la rodeaba, así que se tiró boca abajo contra el colchón cubierto por capas de vestidos.

Eddie murmuró contra la cama, pero la chica no entendió y se lo hizo saber. —Digo que me siento perdiendo el corazón por tan enamorado de Richie que estoy.

—Y no, nada que ver el muchacho, ¿verdad, Eds? Solo eran amigos —ironizó la pelirroja acostándose junto al asmático.

La chica se recostó cerca del castaño y comenzó a pasar sus dedos por las hebras del muchacho, cada cierto tiempo lo percibía suspirar; su respiración pausada y profunda le hizo preguntarse sobre si necesitaba su inhalador.

—Creí que este día jamás llegaría —confesó el pequeño levantando su rostro unos cuantos centímetros, la mayoría de su cara había pasado a color carmesí desde hacía rato.

—Desde el primer beso que se dieron, era obvio lo que iba a pasar después ¿no crees?

—Tal vez sí, o quizá no —respondió el pequeño, se movió hasta quedar boca arriba está vez—; ¿por qué Richard querría ser mi novio? Cuando lo conocí, pensé que jamás de los jamases tendría una relación.

Piel escrita // reddieDonde viven las historias. Descúbrelo ahora