𝕢𝕦𝕚𝕟𝕔𝕖

203 30 9
                                    

Cuando Richie terminó de enjuagarse, Eddie bajó con los demás chicos mientras se ponía un short gris de los que solía usar cuando era más chico.

— ¿C-cómo sigue R-Richard? —preguntó Bill parándose de su silla al ver entrar al pequeño.

—Muy bien, ya mejor. Usó un poco de té en la tina y ahora su piel está intacta.

—Me alegro, se veía horrible su brazo —mencionó Ben mientras le servía a Eddie un plato con fruta.

— ¿Eso le pasa todos los días? —preguntó Beverly.

—Sí, sin excepción —Eddie se sentía extraño, incómodo de alguna manera—; todos los días hace lo mismo de meterse en agua tibia para calmar sus heridas.

—Cuando me lo contabas, me lo imaginaba de otra forma. Pero, ya verlo de cerca, es...

— ¿Incómodo? —intervino Stanley.

—No incómodo, solo que aún no lo digiero.

—Sí, yo tampoco... —susurró Eddie cabizbajo.

A los minutos bajó Richie y saludó a todos mientras se sentaba y tomaba su típico café con tres cucharadas de azúcar.

Bill había mencionado que sus padres llegarían más tarde, y que de igual manera podrían quedarse a dormir, solo que sin hacer ruido en demasía.

—Oh, vaya, debo... debo pedirle permiso a mi madre —Stanley casi escupe al intentar aguantar la risa, Eddie le dio un codazo—; se va a poner como loca si no le doy señales de vida.

Richie salió de la cocina, apenas y había comido la mitad de un sándwich; se había acabado la fruta —menos la naranja, los cítricos en exceso podían irritarlo— porque no es como si el comiera demasiado, tan solo consumía lo necesario. Siguieron con el desayuno hasta que Eddie rompió el silencio.

— ¿Por qué tenías que reírte?

—Ay Eddie, ni te quejes. Solo fue una risa espontánea, tan grande y rebelde que parece ser —Stanley se encogió de hombros tratando de quitarle importancia al asunto, pero no quedó ahí.

—Es que, demonios, su madre se preocupa por él, por su bienestar —empuñó las manos en sus muslos mientras apretaba los labios—; es igual a mi madre cuando me conociste, ni siquiera te dejaba entrar a casa.

—S-sí Edd-Eddie, pero tú no estás en-enfermo de ver-verdad —interpuso Bill antes de que ambos armaran un escándalo.

—No te lo tomes tan a pecho Eddie, sabes que no tengo consideración con mis acciones —Stanley murmuró masticando una fresa—, ni que fuera tu novio para que tengas que defenderlo.

—Y aunque ni siquiera me gustara, lo defendería porque es horrible que las personas se burlen de ti.

No intentaron renegar algo al respecto cuando escucharon unos pasos fuertes acercarse a la cocina. El alto entró, tomando asiento donde antes, avisando que había obtenido el permiso para quedarse pero debía volver a casa por nueva ropa y unas cosas más.

Cuando acabaron, Bill levantó la mesa y Beverly comenzó a lavar los utensilios, los demás habían ido a la sala a tratar de buscar una película buena que ver para desaparecer la atmósfera tan sofocante que se había formado alrededor. Richie caminó a la cocina buscando ayudar en algo, en seguida Beverly le agradeció y le ofreció secar los platos, que era lo que veía más factible sin perjudicar la piel del chico.

—Oye, Richard —el mencionado levantó la mirada de los platos y le preguntó qué pasaba—; ayer, tú y Eddie... vaya, ¿ustedes ya son algo?

Piel escrita // reddieDonde viven las historias. Descúbrelo ahora